30 de enero de 2016

"La busca", de Pío Baroja

La busca Pío Baroja
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Alianza

SINOPSIS:
Integrante de la trilogía «La lucha por la vida» –ciclo que, pese a narrar de forma unitaria la adolescencia y juventud de su protagonista en el Madrid hormigueante del tránsito entre los siglos XIX y XX, admite sin problema la lectura independiente de cada una de sus partes–, "La busca" es la primera novela de la serie. En ella, Pío Baroja narra la llegada a Madrid de Manuel Alcázar desde el medio rural, sus diversos trabajos y sus tímidas incursiones en el camino de la delincuencia, mezclado con gente de vida oscura, pícaros y hampones, en pugna con sus aspiraciones a una vida decorosa.

OPINIÓN:
La Busca, primera parte de la excepcional trilogía “La lucha por la vida” (las siguientes: Mala hierba y Aurora Roja), narra la progresión descendente de Manuel Alcaraz, un chico de provincias que va a la capital a buscarse la vida pero sólo le sale al encuentro la mala. Su apatía natural hace que se deje llevar por las circunstancias y por gente de mal vivir aunque no tenga alma de maleante.
Así que toca arremangarse las enaguas, ajustarse el mantón y ceñirse el chalequillo.
Viviremos en pensiones tan estrechas y oscuras que sorberemos el cocido a tientas en el pasillo.
Dormiremos en suelos de corralas apretujados contra golfos y modistillas. No habrá qué comer, pero sí calentaremos nuestras tripas con aguardiente de navajas en tabernas del Manzanares.

Si "habemos" dos duros, tomaremos café en el Lisboa y luego iremos al baile de las Vistillas con la Rabanitos y la Fea. Si los bolsillos están carpantas, "apandaremos" unas tiras de encaje o un fardo de crespón con los "randas" Vidal y el Bizco, a ver si lo colamos al trapero del Rastro.
Si hay que "najarse (¡moler!)", a pasar la noche en las cuevas del Cerro de los Santos y ya mendigaremos a las “marquesas” de la Doctrina un mendrugo tan duro como su corazón.

Aprenderemos un oficio en el que se cobra en desprecio, sufriremos hambre, frío, traición y abandono, pero habremos conocido el verdadero Madrid de la Restauración.
Y mientras, reprimiremos las ganas de darle un zamarreón a Manuel y decirle que espabile, porque no son más que el reflejo de la maestría de Baroja a la hora de retratar a sus personajes y abocarlos a las más sórdidas de las situaciones para luego dejarles respirar unos minutos fuera del cieno.
Cualquier autorzuelo actual megaventas llenaría 500 folios regodeándose en palabras vacías para construir una novela así. Baroja, con cuatro pinceladas vibrantes, un léxico riquísimo, un conocimiento verdadero de los suburbios de Madrid (pues los vivió de cerca) y de su habla, nos regala una obra maestra de 190 páginas en la que palpita ese impulso Regeneracionista tan característico del autor como de la Generación del 98.
ABSOLUTAMENTE IMPRESCINDIBLE para los madrileños que se sientan orgullosos de serlo, para los que amamos de lejos esa Villa y Corte de los Milagros; para los amantes de la literatura con mayúsculas, los curiosos del habla de los bajos fondos y de los cambios sociales de la España de finales del s.XIX. Toda una amena y fiel lección de historia.
Y a los que se pirran con el jamón york de Dickens, les invito a que prueben el realismo social “pata negra” patrio de D. Pío. Ni punto de comparación.
¡No se pierdan las continuaciones!

ADENDA: Yo he leído una edición infame de El Mundo que andaba por casa, con más fallos de tipografía que la carta de un loco. Si tienen oportunidad, háganse con una buena edición porque la obra lo merece. 

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