11 de noviembre de 2016

"Presente continuo. Diario de una novela", de Miguel Ángel Hernández

Presente continuo Miguel Ángel Hernández
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Balduque

SINOPSIS: 
Entre agosto de 2013 y octubre de 2014, Miguel Ángel Hernández publicó un diario en La Opinión de Murcia. Escrito en segunda persona, a través de frases cortas y con un tono martilleante, el diario exploraba la cotidianidad del escritor –lecturas, viajes, visitas a exposiciones, conferencias, noches infinitas, amistad, amor, recuerdos…– pero sobre todo giraba en torno a la escritura de su segunda novela, "El instante de peligro", que un año después ha resultado finalista del Premio Herralde. Este libro reúne las entradas de ese diario y añade un pequeño epílogo a aquellos días de escritura, el resultado de un viaje al origen de la novela –un muro en mitad de un bosque–, que supone el verdadero punto y final de la historia, el momento en que la ficción y la realidad se entrelazan. Porque, en última instancia, de esto trata "Presente continuo", de cómo la vida se convierte en ficción cuando se narra, y de cómo la ficción se proyecta hacia la realidad y hace saltar por los aires las fronteras entre la vida y la escritura.

OPINIÓN:
Como empedernido lector de novelas y relatos (prácticamente el 90 % de lo que leo), acercarme a este diario fue consecuencia de la admiración que siento por este autor desde que leyera la magnífica ‘Intento de escapada’, previa a la finalista del Premio Herralde ‘El instante de peligro’.
El autor concibe la literatura como un acto de comunicación, así lo comentó en la presentación de esta obra a la que asistí en mi ciudad natal, Cartagena. Aquello de escribir para uno mismo como acto de soledad llevado al extremo no va con él, y considera la escritura, ante todo, una vía de comunicación. Esto se nota desde la primera palabra, pues el texto rezuma confianza y camaradería con un lector que no es tan anónimo, pues el autor lo tiene siempre presente. Se pasan las páginas con la sensación de estar siendo vigilado (curiosa inversión de papeles, pues en realidad es el lector quien contempla la vida del autor), como si el autor supiera que estás ahí, tras una cortina. Las frases cortas, contundentes y en segunda persona aumentan aún más esta sensación de cercanía.
Como diario, la componente autobiográfica es absoluta pero, aun así, queda mucho por contar, como el propio autor indica en algún punto del texto (sucede todo lo que cuenta, pero no cuenta todo lo que sucede). El texto combina descripciones de actos tan cotidianos como almorzar o ir al fútbol con su hermano, con una suerte de ensayo encubierto (muy relajado, cercano, siempre buscando esa comunicación con el lector) sobre arte, cine, series, algún aporte político (poco) y, sobre todo, literatura. Se produce así un interesante contraste donde, a veces en la misma página, nos hablará de la emoción (manifestada con cierta ilusión infantil, manteniendo esa constante sensación de estar hablando con un amigo) ante las traducciones de su novela o, simplemente, ante el hecho de salir a tomar algo y regresar a casa cuando empieza a amanecer, y las reflexivas impresiones de sus lecturas, como su admiración por Vila-Matas o el recuerdo de un Kundera que le impresionó en su adolescencia y que ya no lo hace en la misma medida.
Tal vez por la cercanía he disfrutado este texto más que muchas novelas. Al desarrollarse en gran medida en Murcia he podido visualizar claramente las calles y locales mencionados, poner cara a los personajes aludidos e incluso, en mi caso concreto, vivir con el autor el nerviosismo ante su primer recital dentro del popular ciclo ‘Los lunes literarios’ de la cafetería Zalacaín, pues yo mismo me subí a ese escenario tiempo después y sentí lo mismo que Hernández describe en ese pasaje del diario.
Recomiendo esta obra en cualquier momento, aunque si se hace después de un acercamiento a sus novelas tal vez se logre exprimir aun más la gratificante sensación de su lectura.

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