21 de noviembre de 2016

"Voces de Chernóbil", de Svetlana Alexiévich

FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Ricardo San Vicente
Editorial: Debate

SINOPSIS:
La escritora bielorrusa da voz a aquellas personas que sobrevivieron al desastre de Chernóbil y que fueron silenciadas y olvidadas por su propio gobierno. Este libro les da la oportunidad de contar su historia.
Chernóbil, 1986. «Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vendré pronto.» Esto fue lo último que un joven bombero dijo a su esposa antes de acudir al lugar de la explosión. No regresó. Y en cierto modo, ya no volvió a verle, pues en el hospital su marido dejó de ser su marido. Todavía hoy ella se pregunta si su historia trata sobre el amor o la muerte.
Voces de Chernóbil está planteado como si fuera una tragedia griega, con coros y unos héroes marcados por un destino fatal, cuyas voces fueron silenciadas durante muchos por una polis representada aquí por la antigua URSS. Pero, a diferencia de una tragedia griega, no hubo posibilidad de catarsis.
«[...] por su escritura polifónica, que es un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo.» Jurado de la Academia Sueca al otorgar a la autora el Premio Nobel de Literatura 2015.

OPINIONES:
Fue la lectura de julio de 2019 en el Club de Lectura.

Las explosiones que destruyeron un reactor de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil en abril de 1986 produjeron un cataclismo nacional en Bielorrusia, que curiosamente no tiene ninguna central atómica en su territorio, pero se encuentra muy cerca del lugar del accidente. No creo que nadie ajeno a la catástrofe pueda entender en profundidad lo que sucedió allí sin leer estas páginas.
Es un libro del que me resulta difícil hablar, por lo tremendo, grandioso y desgarrador que es. Estructurado en “monólogos”, en los que la autora permanece al margen, hablan los protagonistas, testigos y afectados por la enorme tragedia. A través de los variados y numerosos testimonios –militares, científicos, evacuados, campesinos, ancianos, esposas, niños…– vamos descubriendo lo que pasó y siendo conscientes de las consecuencias que tiene y tendrá durante cientos, y miles, de años la explosión.
“En nuestra cabeza aún no cabía que el átomo de uso pacífico pudiera matar” –dice una de las evacuadas–, pero en un instante se convirtió en enemigo mortal. La falta de información debido al secretismo de las autoridades –que se escudaban en un falso patriotismo–, la incredulidad, la falta de medidas y medios adecuados, las evacuaciones masivas forzosas de cientos de pueblos, las ciudades fantasma, las inmensas dosis de radiación… Es terrible leer que los robots que trabajaban “limpiando” el reactor dejaban de funcionar a causa de la radiación, pero que en cambio allí tenían al pie del cañón a los “voluntarios” –sin opción a negarse–, máquinas humanas que no fallaban y recibían sus pagas extras y medallas al honor. Las consecuencias de todo ello fueron devastadoras, las muertes y enfermedades que la radiación causó llegan hasta nuestros días. Niños rechazados por el resto de la sociedad porque están “contaminados” y saben que la muerte es su próxima escala… Además, como dice una de las “voces”, Chernóbil fue también la catástrofe de la mentalidad rusa, no explotó un reactor, sino todo un sistema anterior de valores (que coincidió con el fin del régimen comunista). Pero a pesar de todo lo que cuenta y pueda parecer no es un texto melodramático, sino objetivo y muy realista.
La sensación que me ha producido su lectura es ambigua, por un lado deprime ser consciente de que a este paso vamos a acabar con el planeta en dos días, por otro resulta inspirador ver la fortaleza con la que esos miles de afectados, física y psicológicamente, siguen adelante a pesar de sus nada fáciles vidas.
El trabajo y presentación de la autora es magnífico, en mi opinión tanto en fondo como en forma. No es una novela, tampoco es un ensayo, pero este coro de voces llega al alma y conmueve. Es una lectura dura –yo la he tenido que dosificar durante días–, cruda e impactante, pero en mi opinión IMPRESCINDIBLE
.
Esther Rodríguez

Tremendo y doloroso libro. Testimonios de los supervivientes de Chernóbil. Una tragedia para bielorrusos, ucranianos y rusos, soviéticos todos entonces. La corrupción, maldad e inoperancia de los jerarcas comunistas; la ingenuidad, mansedumbre y miedo desconcertado del hombre común, el hombre soviético.
De vez en cuando debe uno recordar, durante la lectura, que esto no es un policíaco sádico a la moda, que este dolor y horror es real, sucedió y no ha terminado. La radioactividad, como la estupidez, es casi eterna
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Luis Miguel Sotillo Castro

De la nobel bielorusa ya había leído anteriormente “La guerra no tiene rostro de mujer” y “Últimos testigos”, ambos libros son un recopilatorio excelente de lo que vivieron las mujeres y niños en el frente soviético durante la Segunda Guerra Mundial. 
Si estas dos obras citadas ya son desgarradoras y potentes, “Voces de Chernóbil” es demoledor. En esta ocasión la periodista estuvo trabajando años recopilando testimonios sobre el suceso que, no sólo destruyó pueblos enteros, sino que supuso el derrumbe de los pilares soviéticos. En este libro encontraremos testimonios de familias devastadas por la muerte y/o enfermedad derivadas de la contaminación, numerosas aldeas evacuadas y enterradas, miles de hombres jóvenes reclutados, como si fueran a la guerra, para “salvar” una situación que se fue de las manos. 
Lo más potente y terrorífico para mí ha sido la idea que está presente, de una manera u otra, en toda la narración, la de que la guerra puede ser horrorosa, pero el desastre de Chernóbil, además de vivirse situaciones similares a las de una batalla, tuvo un componente científico y unas consecuencias superiores a la comprensión de los simples mortales. Los habitantes de la zona contaminada nunca supieron el alcance real de lo ocurrido, tampoco los científicos, pero estos últimos si podían tener alguna mínima idea para paliar la situación. Por otro lado, la propaganda soviética decía bien lo contrario, según sus ideales, estaban ganando la guerra o todo estaba bajo control. Nada más lejos, algunos testimonios dejan bien claro que deberá pasar 30 años para saber el alcance real del desastre a nivel médico. 
Por ahora, los hechos hablan por sí solos, al inicio del libro ya se indica que se evacuaron centenares de aldeas, miles de hectáreas de cultivo inservibles, la esperanza de vida se redujo y el porcentaje de enfermos aumentó más del 50%, espeluznante.
Es un libro que sobrecoge por el horror descrito, horror por la destrucción y también derivado de la ignorancia y la impotencia, al mismo tiempo conmueve, por las múltiples lecciones que transmite, como el canto a la vida (algunos testimonios explican que su mirada hacia el entorno cambió, empezaron a valorar hasta el vuelo de las abejas, signo de vida). Otros testimonios que me han llamado la atención son de gente que volvieron a sus aldeas contaminadas, la mayoría ya de edad avanzada, o el testimonio de chechenos o kazajos que encontraron en Chernóbil un lugar para refugiarse del mayor peligro del hombre, él mismo. 
De obligada lectura.
Pongo aquí un fragmento que creo resume perfectamente la esencia de lo que fue “Chernóbil”.
"No sé por qué razón no se me quedaron grabados los helicópteros, ni los blindados, sino sólo esos fusiles. Las armas. Hombres armados en la zona de Chernóbil. ¿A quién podían disparar o contra qué defenderse? ¿De la física? ¿De las invisibles partículas? ¿Ametrallar la tierra contaminada o los árboles?"
Dolors Martínez 

26 de abril de 1986. Tenía, por entonces, dieciséis años. Escuché algo sobre el accidente de la central nuclear, pero a esa edad no prestaba mucha atención a las noticias. Tampoco tenía mucha idea de lo que podía suponer ese terrible suceso. La energía nuclear y sus entresijos eran unos desconocidos para mí. Ahora un poco menos gracias a este libro, a las publicaciones del grupo y a la serie de HBO. ¿Por qué os cuento esto? Porque en el caso de haberme encontrado allí hubiera actuado como esas personas que nos han dejado sus testimonios y me hubiera dejado guiar por lo que dijeran los expertos en esos asuntos. Terrible error porque seguramente estaría muerta o gravemente enferma.
Soy consciente de que el poder corrompe y que el ser humano es capaz de muchas cosas por conseguirlo y mantenerlo, pero ha sido muy duro verlo de esta manera tan cruda, a través de estos testimonios. Personas sacrificadas como si no tuvieran ningún valor. ¡Qué frialdad hay que tener para hacer eso! Y en el lado opuesto de la balanza, esos héroes anónimos que hicieron todo lo que pudieron para salvar el mayor número de vidas posibles. Somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Es el libro más duro que he leído hasta la fecha. Me ha dejado un sabor muy amargo pero no me arrepiento de su lectura.
Mar García

Es tan complicado intentar dar un punto de vista sobre una obra que tiene una fuerte carga emotiva y que, lamentablemente, es real.
Confieso que en varios momentos de la lectura las lágrimas llegaron a mis ojos, qué podría decir, qué se puede sentir en un mundo que nos intenta ocultar lo terrible de nuestra conducta como sociedad y como seres que cohabitamos una sola casa. A veces ese deliberado afán de ocultar todo es a la fuerza, imponiéndonos lo que algunos quieren, deciden y otras con luces de colores, fiestas y despreocupación, la fantasía del rigor. Somos seres indefensos y no nos damos cuenta de ello, aunque lo peor de eso es que, principalmente, estamos indefensos de nosotros mismos. ¡Ni en cuenta caemos, humanidad!
Las historias que la periodista y escritora Svetlana Aleksievich nos muestra en su trabajo, son la inconfundible negación de los seres humanos a reconocerse entre sí, ¿por qué pasan a la historia algunos que deberían ser condenados al olvido? Y quienes realmente merecen que su historia sea recordada, estudiada y valorizada por el mundo, se quedan en unas pocas líneas y eso sí tienen suerte pues lo común es la nada, como si nunca hubieran existido. Pero la autora nos deja al menos unas historias sobre uno de esos incomprensibles hechos cometidos por la humanidad. (Sé que fue un accidente, pero lo incomprensiblemente cruel es lo que pasó después con la gente llevada, forzada o engañada para quedarse y el ocultamiento por cuestiones políticas).
Insisto, qué difícil escribir una opinión de una obra que nos llena de sentimientos encontrados, de la desilusión a la esperanza, del dolor a la nueva oportunidad, del secretismo al descubrimiento, de una historia a otra y con el conocimiento pleno de que esto pasó, aquí en nuestra única casa.
Nosotros somos los lectores, pero ¿Un pequeño momento podríamos imaginar que también somos los actores de ello?, es espantoso, ¿verdad?, por eso preferimos pensar que todo eso está lejos, lejos de nuestras ciudades, lejos de nuestro tiempo, lejos de nuestra vida. ¿En realidad está tan lejos todo ello?, si solo somos un pequeñísimo puntito en el espacio y el tiempo, no somos tan lejanos. Tal vez terminamos siendo cómplices al pensar: ¿Y qué puedo hacer yo?
Ahora Chernóbil, no ha terminado de contar su historia, está en la historia de quienes aún sufren su tragedia y en nuestra fuerza para hacerlo visible, este documento-recopilación es una gran oportunidad para dar nuestro granito de arena en esa misión, si simplemente lo dejamos en una lectura, los abandonaremos, será un libro más, unas vidas más y se terminó, pero si logramos que otras personas se interesen y creamos conciencia en nuestro entorno, la acción de la autora con su trabajo habrá logrado su verdadero objetivo, seremos parte de la auténtica razón de haber sido escrita esta obra con las “Voces de Chernóbil”.
Milton Mantilla
“NO SE PREOCUPEN CAMARADAS. LA SITUACIÓN ESTÁ BAJO CONTROL … NO ES NADA GRAVE … ALLÁ LA GENTE, VIVE TRABAJA! GORBACHOV"
No es ciencia ficción ... no es una cacotopía. Es un impresionante y monumental testimonio periodístico verídico, narrado con el llanto del alma, en carne viva.
Es un canto coral polifónico de tragedia, una epopeya rusa de ceniza y dolor… causada por una serie de errores humanos magnificados por la irresponsabilidad de la demagogia.
Cada una de sus voces, lamentos desgarradores, hablan indistintamente narrando su crónica catastrófica ... pero repitiendo una y otra vez hasta el infinito los mismos o similares detalles inimaginables del inconmensurable infortunio, de la tragedia de todos los autóctonos de Chernóbil y de otros que fueron enviados a trabajar o a limpiar el sitio. Una tragedia también de todo el planeta.
Estas historias están escritas no con tinta, sino con sangre, sudor de radiación y lágrimas.
Me gustó mucho el estilo periodístico adoptado por Svetlana Aleksiévich, bielorrusa, Premio Nobel de Literatura 2015. Es tan humano, tan natural, que hace que se pueda identificar el arquetipo de la persona que está contando su propia historia con sólo la manera en que lo está haciendo ... es decir, el lenguaje es muy fiel a cada una de las personalidades humanas que narran sus tragedias, es muy genuino.
Casi puedes oír la voz y puedes visualizar al sufrido ser que está hablando. Y sientes en carne propia su desgracia y su tristeza a flor de piel. ¡No se puede evitar llorar con ellos!
Otra cosa que me llamó la atención y me la ha llamado siempre que leo algún autor ruso, es el tremendo amor y patriotismo que sienten hacia Rusia, hacia la madre tierra, la madre patria … un apego patológico al terruño ... un nacionalismo exagerado incrustado en su alma. Ellos lo llaman heroísmo soviético … aparentemente el pueblo ruso tiene grabado el nosotros antes que el yo de una forma tan generosa que no dudan en inmolarse … en sacrificarse por la comunidad. ¡No se puede menos que admirarlos!
Este histórico trabajo es un documental, pero es también una advertencia de lo que puede pasar en el futuro con las centrales nucleares ... y ya ha seguido pasando.
Se me hiela la sangre al recordar que tengo una central nuclear en mi propio condado, muy cerca, en Turkey Point, Florida … y es que de las 442 centrales nucleares en el mundo, siempre nos quedaría una mas o menos próxima … no hay escapatoria …
Elevo al Altísimo plegarias por el futuro de nuestros descendientes y el de la raza humana en nuestro planeta azul.
¿Como podemos eliminar este peligro de destrucción nuclear? Pregunto porque no se ...
Lucila Argüello

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