30 de mayo de 2018

"Siempre hemos vivido en el castillo", de Shirley Jackson

Siempre hemos vivido en el castillo Shirley Jackson
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Paula Kuffer
Editorial: Minúscula

SINOPSIS: 
«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.» 
Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si no fuera porque algo ocurrió, allí mismo, en el comedor, seis años atrás.

OPINIÓN:
En casa de los Blackwood (el castillo al que hace referencia el título) viven Merricat, una joven con un punto insolente y una desbordante imaginación, su hermana mayor Constance, que sufre agorafobia y no puede salir de casa, y el tío de ambas, Julian, impedido física (se mueve en silla de ruedas) y psíquicamente (por momentos confunde personas y lugares). Son los únicos supervivientes de una tragedia sucedida en aquella misma casa años atrás, lo que les ha ocasionado el odio de casi todo el pueblo, que murmura a sus espaldas y evita su compañía. 
A pesar del ostracismo son felices. Constance es consciente de su problema y se enfrenta a él tratando de avanzar cada día unos metros en el jardín o recibiendo en casa para tomar el té a las pocas personas del pueblo que aún les dirigen la palabra. El tío Julian escribe una suerte de diario, unas memorias donde parece tener especial peso aquel suceso que marcó a la familia; por su parte, Merricat es feliz con sus visitas al pueblo, donde hace la compra y toma café a pesar de la hostilidad con que es recibida (incluso parece gustarle, aceptar el reto) y jugando con su gato por los recovecos de la finca. Los tres se han acomodado a esa rutina convirtiéndola en su normalidad particular, y se verán muy afectados cuando reciben una inesperada visita que hará que todo se tambalee, sobre todo para la pequeña Merricat, que incluso llega a enfrentarse por momentos, siempre verbalmente, a su queridísima hermana.
Una historia que me ha gustado bastante, más compleja de lo que puede parecer, aunque, en mi opinión, le queda algo grande la etiquete de ‘terror psicológico’ que alguna reseña le cuelga (terror psicológico, para mí, es ‘Mandíbula’, de Mónica Ojeda, por citar alguna lectura reciente). Se trata de una novela de personajes curiosos, únicos dentro de una amplia parcela de sociedad (me ha recordado bastante a ‘Homer y Langley, de Doctorow), cuyo tema central es el aislamiento, aunque se tratan también los prejuicios, el miedo o el abstracto concepto de ‘normalidad’.

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