"La solterona", de Edith Wharton

FICHA TÉCNICA:

Género: Narrativa

Traducción: Lale González-Cotta

Editorial: Impedimenta

SINOPSIS:

En 1850 la alta burguesía neoyorquina disfruta de una desentendida prosperidad. Delia, «reina» del endogámico clan de los Ralston, ultima los detalles de su vestuario para brillar en el acontecimiento social del año: el enlace de su prima Charlotte Lovell con Joe Ralston, que además sellará una alianza entre las dos familias hegemónicas de Nueva York. Cuando nada parece poder desbaratar tan idílico porvenir, una desquiciada Charlotte irrumpe en casa de Delia para desvelarle un secreto que alterará para siempre la placidez de sus vidas y que, de saberse, tumbaría los códigos éticos de los que ambas se han venido nutriendo. Los destinos de Charlotte y Delia quedan trágicamente atados bajo la inviolabilidad del secreto que comparten, consolidándose entre ambas una tormentosa relación en la que convergerán los celos, la compasión, el amor filial y la suspicacia.

OPINIÓN:

Es lo primero que leo de la autora norteamericana y me ha gustado, porque me ha parecido una lectura interesante y porque, teniendo en cuenta el momento en que fue escrita la obra, transmite una mentalidad avanzada. 
La historia cuenta con dos protagonistas femeninas y no una, como se podría pensar por el título; Delia Ralston (de soltera Lovell) y su prima Charlotte Lovell. La acción arranca en el momento en que Charlotte le confiesa a Delia un suceso que atenta contra la moralidad de la época y más concretamente, contra el decoro, el honor y el estilo de la clase pudiente neoyorquina de la segunda mitad del siglo XIX. Este acontecimiento tendrá consecuencias para ambas mujeres de forma distinta. A Charlotte le marcará el silencio, el hecho de cargar con ello a solas de por vida, a Delia le permitirá resucitar su vena Lovell, más romántica y menos convencional que el carácter refinado y “considerado” de un Ralston.
Wharton describe con maestría la superficialidad de la clase alta, su estilo es sutil, a veces cómico. Las descripciones son ricas, los detalles dejan patente el gusto por la moda, en ocasiones escaso o fuera de lugar. Los diálogos contienen sutilezas y suspicacias que manifiestan las contradicciones, ese abismo entre la vida falsa, de naturaleza apocada y los sentimientos y anhelos reales. Ha habido momentos en que me ha parecido estar leyendo una obra de teatro, las descripciones de los interiores son muy buenas, acompañan perfectamente a la sobriedad del ambiente y a los estados de ánimo de los personajes. Asimismo, a través de Delia y Charlotte no solo se refleja ese abismo existencial de clase, sino también se cuestiona ciertos aspectos en el papel de la mujer, como la idealizada maternidad, aunque ninguna de las dos mujeres deja de salir del mundo que les aboca a ser seres desgraciados o no del todo felices o realizados.
Finalmente, no está de más mencionar que tuve la ocasión de ver la película producida en 1939, llamada “La solterona” y protagonizada por Bette Davies, en el papel de Charlotte Lovell. La película me ha parecido fiel a la esencia de la historia sin que por ello deje de tener un toque propio. A diferencia del texto de Wharton, el film se inicia con la boda de Delia, minutos en los que se deja patente la personalidad de los Ralston. Además, en la película conocemos detalles de antemano que se describen en el libro a cuentagotas. Lo destacado es que los cambios insertados enriquecen la historia, la esencia de la figura de la solterona casi aparece más marcada por la interpretación de ambas mujeres, los silencios, y algunas escenas que en el libro sólo se suponen.
Recomiendo la novela y, si es posible, ver dicha adaptación cinematográfica, ambas son complementarias.
Fragmentos que me hicieron gracia sobre el carácter Ralston:

"Los Ralston pertenecían a la clase media de origen inglés. No habían llegado a las colonias para morir por un credo, sino para vivir de una cuenta bancaria."

“Delia Ralston se preguntaba si, en caso de abandonar a su hijo pequeño en medio de la selva, no acabaría este erigiendo allí un Nueva York a pequeña escala, arrogándose él mismo el poder de decisión en todas y cada una de las juntas directivas.”

Dolors Martínez