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20 de abril de 2014

“Olive Kitteridge”, de Elizabeth Strout

Elizabeth Strout Olive Kitteridge
FICHA TÉCNICA: 
Género: Narrativa
Traducción:  Rosa Pérez Pérez
Editorial: El Aleph Editores

SINOPSIS:
Premio Pulitzer 2009. Olive Kitteridge es una maestra retirada que vive en un pequeño lugar de Maine, en Nueva Inglaterra. A veces dura, otras paciente, a veces lúcida, otras abnegadamente ciega, Olive Kitteridge lamenta las transformaciones que han agitado el pequeño pueblo de Crosby y la deriva catastrófica que va tomando el mundo entero, pero no siempre se da cuenta de los cambios menos perceptibles que afectan a las personas más cercanas: la desesperación de un ex alumno que ha perdido las ganas de vivir; la soledad de su propio hijo, que se siente tiranizado por los caprichos irracionales de Olive; y la presencia de su marido, Henry, que vive su fidelidad conyugal como una maldita bendición. Mientras la gente del lugar va afrontando sus problemas, sean leves o graves, Olive Kitteridge va tomando conciencia de sí misma y de las personas que la rodean, muchas veces dolorosamente, pero siempre con una honestidad entrañable. Olive Kitteridge es un magnífico retablo de vidas. Elizabeth Strout describe con una gran precisión psicológica los desmanes de la condición humana.

OPINIONES:
“Olive Kitteridge” es la novela con la que Elizabeth Strout ganó el Premio Pulitzer 2009 y en mi opinión, bien ganado. Me ha encantado esta obra, compuesta por trece historias que se desarrollan en un pueblo costero de Estados Unidos, donde todos los vecinos se “conocen”, pero ninguno sabe los secretos que encierran sus aparentemente cotidianas vidas. El nexo de unión de las historias, y a veces ni eso, es Olive Kitteridge; una mujer negativa, seca y amargada, incapaz de tener una palabra amable para nadie, ni siquiera para su propia familia, y cuyo oscuro temperamento, a quien más hace sufrir es a sí misma. Mientras transcurre su patética vida, la autora va desgranando a su alrededor, emotivas y a veces duras historias de amor y desamor, infidelidad, crimen, pasión, dolor, ternura…que irán ayudando a Olive, a su pesar, a conocerse y humanizarse, hasta llegar a percibir finalmente un atisbo de esperanza.  Me ha gustado muchísimo el estilo narrativo y la maestría con que la autora disecciona las diferentes y a menudo complejas personalidades de los variopintos personajes cuyos secretos y pasiones van conformando esta magnífica novela.
Yolanda Castilla Galdos

He leído “Olive Kitteridge”, de Elizabeth Strout.
Es una obra que tenía desde hace tiempo en la lista de pendientes, sabía que había sido una obra galardonada (Premio Pulitzer 2009) y poco más.
La historia nos lleva a un pequeño pueblo costero del Estado de Maine, en Estados Unidos (costa noreste), y relata la existencia de diversos habitantes de la región. La trama se centra sobre todo en la familia formada por el matrimonio Kitteridge, Henry, Olive y su hijo Christopher.
Henry es el dueño de la farmacia del pueblo y es de carácter afable, siempre con una sonrisa o con su buena disposición, mientras Olive es profesora de matemáticas, es gruñona y temperamental.
La vida de los vecinos del pueblo y de la familia Kitteridge trascurre con relativa normalidad, sin embargo, a medida que se va avanzando en la lectura se conocen detalles donde se evidencia que, cada uno, a su manera, sufre carencias emocionales/afectivas, con la consecuente carga vital.
Me ha gustado la forma de narrar, sin descripciones vanas. A eso ayuda la franqueza de los protagonistas que revelan, más tarde o más temprano, sus sentimientos u opiniones, sin caer en la ñoñería. En este sentido, Olive es la persona más directa y franca, conocedora de muchos de los entresijos del pueblo por su oficio, no duda en aseverar sobre todo el mundo.
La trama no es lineal, hay que leer todo la novela para juntar las piezas del puzle y poder así juzgar quién es Olive. Quizá sea un poco peculiar el estilo pero a mí me ha gustado y la recomiendo.
Por último, no podía dejar de mencionar la miniserie de 4 capítulos, producida por la HBO y con Frances McDormand en el papel de Olive. Es una serie que respeta la esencia del libro y las interpretaciones son notables, así que el resultado es muy bueno ¡No os la perdáis!
Dolors Martínez

Hace unos días, terminé de leer Olive Kitteridge de Elizabeth Strout, premio Pulitzer de 2009, y he de decir que, cuando terminé de leerla, tuve la sensación de haber sido expulsada de los lugares de la ficción por los que había transitado con enorme placer y en donde me había sentido tan cómoda que al final creí que me había convertido en uno de sus personajes. Salir afuera, a otras lecturas, me suponía tanto esfuerzo que decidí colarme en ella por segunda vez.
Y es que con la prosa de esa autora sucede al igual que con la POESÍA: no se agota porque, más allá de las anécdotas que nos va narrando de los personajes que viven en esa comunidad, existe el enorme caudal de lo NO DICHO, lo no expresado, sólo visible en tímidos apuntes del narrador: “Mientras regresaba despacio a casa por las estrechas carreteras, le parecía que la oscuridad se pegaba siniestramente a las ventanilla como si estuviera viva” o “sintió alivio, que se le manifestó como una sensación bajo las costillas, como agua lamiendo suavemente la orilla en bajamar, como una reconfortante inquietud” y que me revela, al menos a mí, la complejidad de la situación o del personaje pero que, a veces, en el fragor de la lectura paso por alto y por eso creo que merecía un segundo abordaje.
La novela se desarrolla en un pequeño pueblo de la costa este de Estados Unidos a partir de las vivencias, algunas cercanas y otras más alejadas, de la protagonista de la obra, Olive Kitteridge, profesora de matemáticas de un instituto de educación secundaria, mujer de fortísima personalidad y gran conocedora de su pueblo. La gran habilidad en el manejo del tiempo nos permite asistir al devenir de unas vidas, sobre todo a la de ella en su camino hacia la SOLEDAD.
Les animo a que la lean ¡vale la pena!
Ana Ballester

"Que Tony Kuzio hizo algunas visitas a Denise. Que ella le dijo a Tony que debía seguir casado, porque, si se divorciaba, ya no podría volver a casarse nunca por la iglesia.
El desgarro de los celos y la cólera que sentía al pensar en Tony sentado en el pisito de Denise por la noche, suplicándole que lo perdonara.
La sensación de estar ahogándose en telarañas cuyo pegajoso laberinto giraba rápidamente a su alrededor.
Que quería que Denise continuara amándolo.
Y ella lo hizo. Lo vio en sus ojos cuando se le cayó una manopla roja y él se la recogió y se la abrió para que metiera la mano. «Me paso el día hablando mentalmente contigo».
El dolor era agudo, intenso, insoportable.
—Denise —dijo una tarde mientras cerraban la farmacia—, necesitas amigos. Ella se ruborizó. Se puso el abrigo con una cierta brusquedad en los gestos.
—Tengo amigos —dijo, de forma entrecortada.
—Claro. Pero aquí, en el pueblo. —Esperó junto a la puerta mientras ella iba a buscar el bolso a la trastienda—. Podrías ir al centro social a bailar cuadrillas. Olive y yo fuimos. Son gente muy agradable".

Esta bella obra de trece historias conformando la historia de la vida de OLIVE KITTERIDGE (2008), ganó el premio Pulitzer 2009.
Con ella conocí a su autora Elizabeth Strout (1956 Portland, Maine, EU) y me tiene muy entusiasmada.
Los trece relatos van narrando, con detalles tiernos o terribles, cotidianos, en un lenguaje amable y sencillo, colorido, escenas importantes de las vidas de los habitantes de Crosby, un pueblo costero, donde a veces no todo es tan apacible como aparenta.
Aunque OLIVE KITTERIDGE, una profesora de matemáticas mal humorada, quien está un poco obesa y a quien le gusta comer donuts, aparece en todos los cuentos, no siempre es ella la protagonista, pero sus apariciones son de importancia para ir descubriendo su verdadero carácter, sus sufrimientos existenciales, sus secretos amores, sus traumas, sus angustias genéticas, sus gustos, anhelos y su gran generosidad disimulada.
Porque no son relatos superficiales ... revelan muchos aspectos del alma humana en cada cuento, a medida que van desfilando los habitantes del poblado. Y que forma más amena e intimista de relatar. Su estilo es detallista, pictórico, casi fílmico; y de los personajes, entrañables, nos hacemos amigos y sufrimos y disfrutamos con sus vivencias.
Los relatos abarcan un espacio de tiempo desde la juventud hasta la madurez, retiro y viudez de Olivia, contando episodios de su vida alrededor de cada protagonista de los trece relatos, armando el puzzle biográfico de Olive.
Me ha encantado y lo recomiendo con cariño.

"Detrás de ella, oyó que abrían la puerta, notó el frío momentáneo, vio que los espumillones del árbol oscilaban y oyó la fuerte voz de Olive Kitteridge, diciendo:
—Qué fastidio. Con lo que me gusta el frío.
Cuando los Kitteridge acudían solos, tendían a llegar temprano y no se sentaban antes en el salón de copas, sino que iban directamente al comedor. Aun así, Henry siempre decía «Buenas tardes, Angie», sonriéndole con afabilidad al pasar, y Olive la saludaba levantando la mano por encima de la cabeza. La canción favorita de Henry era «Good night, Irene» y Angie iba a intentar acordarse de tocarla más tarde, cuando los Kitteridge volvieran a pasar de camino a la puerta.
Muchas personas tenían canciones favoritas y Angie las tocaba a veces, pero no siempre.
Henry Kitteridge era distinto. Siempre tocaba su canción porque, cada vez que lo veía, era como entrar en una cámara de aire cálido.
Esa noche, Angie se sentía insegura. Últimamente había noches en que el vodka no hacía lo que llevaba tantos años haciendo, que era alegrarla y conseguir que todo pareciera gratamente distante.
Esa noche, como ahora le ocurría en ocasiones, se notaba la cabeza un poco extraña, descentrada. Se aseguró de seguir sonriendo y no miró a nadie salvo a Walter Dalton, que estaba sentado al final de la barra. Él le mandó un beso. Ella le guiñó el ojo, un gesto levísimo; habría parecido un pestañeo de no haberlo hecho con un solo ojo. Hubo una época en que a Malcolm Moody le encantaba verla pestañear de esa forma. «Dios, cómo me pones», decía las tardes que iba a su habitación de Wood Street. A Malcom no le caía bien Walter Dalton y cuando se refería a él lo llamaba marica, que lo era. Walter también era alcohólico, y la universidad lo había echado, y ahora vivía en una casa en Coombs Island. Iba al bar todas las noches que Angie tocaba. A veces, le llevaba un regalo: un pañuelo de seda en una ocasión, un par de guantes de piel con botones minúsculos en el lado. Siempre daba a Joe las llaves de su coche y, luego, después de cerrar, Joe a menudo lo llevaba a casa, con uno de los ayudantes de camarero conduciendo su coche para traerlo de vuelta. «Qué vida tan patética —había dicho Malcolm a Angie, acerca de Walter—. Pasarse las noches ahí sentado, emborrachándose». A Angie no le gustaba que llamaran patético a nadie, pero no dijo nada. A veces, no a menudo, Angie pensaba que la gente consideraría patética su vida con Malcolm".
Lucila Argüello

4 comentarios:

  1. Gracias por la reseña. Tiene muy buena pinta el libro.

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    1. Perdona, no vi tu comentario.
      ¿La has leído? ¿Te gustó?
      Saludos.
      Yolanda Castilla

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  2. Suena genial esta obra. Apuntada queda.

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    1. Perdona, no vi tu comentario.
      ¿La has leído? ¿Te gustó?
      Saludos.
      Yolanda Castilla

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