Género: Narrativa
Editorial: Candaya
SINOPSIS:
Con Barcelona como telón de fondo, un narrador anónimo rastrea en su memoria los momentos en que su biografía se cruza con la de Trotski. Para intentar salvarse de sí mismo, un profesor recupera una vieja obsesión infantil por un disco de Bob Dylan. Naima huye de su propio nombre en lo que extrañamente se convierte en una frenética forma de vida. Un joven viaja a Roma para escribir un diario y reencontrarse con el recuerdo de su padre. En el aeropuerto de una ciudad sureña crece el embrión y la esperanza de una sociedad paralela…La huella que la cultura y la ficción dejan en unos personajes extraviados en el espacio urbano y siempre a punto de quebrarse es el hilo que conecta sutilmente los ocho relatos de Fantasmas de la ciudad. Lejos de los parámetros del cuento armonioso y cerrado, Aitor Romero Ortega explora la tensión entre la vida relatada (recordada, inventada, contada) y la vida vivida. Las ciudades (Barcelona, Roma, Nashville, Buenos Aires, Mostar, París…) y los no-lugares que atraviesan estas páginas se configuran como una geografía interior en la que las siluetas humanas aparecen y desaparecen como motas de polvo. Son fantasmas, afirma el protagonista de uno de los relatos, fantasmas de la ciudad.
OPINIÓN:
Todo lo que he leído hasta la fecha de la editorial Candaya no sólo me ha gustado, que hasta ahí son bastantes las obras que lo consiguen, sino que me ha sorprendido, y eso es lo difícil. Y ‘Fantasmas de la ciudad’ no ha sido una excepción, con una manera de concebir el cuento/relato alejada de aquello a lo que estoy acostumbrado.
Aunque en los personajes destaca cierto nihilismo y desazón tanto ante la generalidad como a los hechos concretos, no ralentizan estas cualidades el flujo de las historias, pues la vida interior de estos vibra mucho más que sus pasos. Pasos que, por otro lado, les llevan lejos, muy lejos en ocasiones, pero de un modo casi casual, como quien equivoca la hora o el día de una cita o la salida que debe tomar de la autopista.
Se trata de cuentos abiertos que rompen el canon comienzo-nudo-desenlace, e incluso, más difícil todavía, lo mantienen alterando el orden, con historias cuyo comienzo el lector debe suponer, y cuyo desarrollo es el desenlace en sí, acabando en ocasiones con la posibilidad de un nudo que, como el omitido comienzo, queda a gusto de las suposiciones y relecturas que el lector quiera hacer.
Nos encontramos de este modo con un aeropuerto tocado por una suerte de ángel exterminador a lo Buñuel, un desdoblamiento ‘johnnycashiano’ de un desarraigado cuya errancia le lleva tras el rastro de un peculiar disco de Dylan, o con una chica (posiblemente el que más me ha gustado) que huye de su nombre a través de una historia que salta de los vinilos de jazz en entornos urbanos a las más recónditas selvas de Latinoamérica. Relatos bohemios, de largos recorridos sin claros destinos, en los que el viaje es el destino en sí mismo, pero narrados de manera que dicho tópico se revela como algo nuevo a lo que no se está acostumbrado, y que el lector exigente sin duda agradecerá. Cuentos que pueden ser tanto una búsqueda como una huida del yo de cada personaje, al tiempo que un objeto o fin en sí mismos, tributo siempre a la Literatura con mayúscula.
Aunque en los personajes destaca cierto nihilismo y desazón tanto ante la generalidad como a los hechos concretos, no ralentizan estas cualidades el flujo de las historias, pues la vida interior de estos vibra mucho más que sus pasos. Pasos que, por otro lado, les llevan lejos, muy lejos en ocasiones, pero de un modo casi casual, como quien equivoca la hora o el día de una cita o la salida que debe tomar de la autopista.
Se trata de cuentos abiertos que rompen el canon comienzo-nudo-desenlace, e incluso, más difícil todavía, lo mantienen alterando el orden, con historias cuyo comienzo el lector debe suponer, y cuyo desarrollo es el desenlace en sí, acabando en ocasiones con la posibilidad de un nudo que, como el omitido comienzo, queda a gusto de las suposiciones y relecturas que el lector quiera hacer.
Nos encontramos de este modo con un aeropuerto tocado por una suerte de ángel exterminador a lo Buñuel, un desdoblamiento ‘johnnycashiano’ de un desarraigado cuya errancia le lleva tras el rastro de un peculiar disco de Dylan, o con una chica (posiblemente el que más me ha gustado) que huye de su nombre a través de una historia que salta de los vinilos de jazz en entornos urbanos a las más recónditas selvas de Latinoamérica. Relatos bohemios, de largos recorridos sin claros destinos, en los que el viaje es el destino en sí mismo, pero narrados de manera que dicho tópico se revela como algo nuevo a lo que no se está acostumbrado, y que el lector exigente sin duda agradecerá. Cuentos que pueden ser tanto una búsqueda como una huida del yo de cada personaje, al tiempo que un objeto o fin en sí mismos, tributo siempre a la Literatura con mayúscula.
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