Género: Narrativa
Traducción: Eduardo Mendoza
Traducción: Eduardo Mendoza
Editorial: Navona
SINOPSIS:
Culminación de la fecunda etapa creadora de juventud de E.M. Forster, "Regreso a Howards End" fue saludada por la crítica desde el momento mismo de su publicación, como una obra maestra por la elegante precisión de su prosa y la agudeza del estudio psicológico de sus principales personajes. Indagación sobre la capacidad del ser humano para establecer relaciones armónicas con su vida interior y el medio exterior, así como reflexión en torno a la posibilidad de salvación personal en una sociedad sumida en una profunda crisis, la compleja red de relaciones que une a las hermanas Helen y Margaret Schlegel (representantes del mundo liberal de la cultura y el pensamiento) con la familia Wilcox (exponente de la industria y del dinero, del pragmatismo y de la acción) crea las condiciones para la conciliación de actitudes antagónicas y aparentemente irreconciliables.
OPINIÓN:
Hace unos días terminé de leer esta novela escrita al más puro estilo inglés, esto es con humor y sutiles descripciones acerca de las convenciones sociales. Los Wilcox son una familia enriquecida a base de inversiones y negocios, los Schlegel, por su parte, son una familia aburguesada, con vínculos y parentescos ingleses y alemanes, amantes de la cultura y el arte.
Durante un viaje a Spira (Alemania) ambas familias se encuentran y entablan una relación de amistad que lleva a los Wilcox a invitar a las hermanas Margaret y Helen Schlegel a Howards End, si bien en la primera toma Helen acude sola.
Poco después, los Wilcox deciden mudarse a Londres, lugar de residencia de los Schlegel, forjándose una relación intima entre la señora Wilcox (Ruth) y Margaret. Al mismo tiempo, un evento cultural y una pequeña equivocación propicia el contacto de Helen y Leonard Bast, un hombre corriente, de profesión oficinista, que lee para vivir y ansia alcanzar el nivel intelectual de las hermanas Schlegel.
Howards End, que da nombre a la obra, es una mansión campestre, anteriormente utilizada como granja, propiedad de Ruth Wilcox desde varias generaciones. Para Ruth Wilcox ese lugar representa más que un espacio, es su vida, su santo sanctorum, mientras el resto de los Wilcox la considera una propiedad más, aún invirtiendo capital para su remodelación.
La novela, ambientada en la Inglaterra de principios del XX, muestra el contraste entre tres familias, evidenciando lo distinto de su forma de vida, mentalidad, carácter e intereses. La relación de las Schlegel con Leonard Bast y su mujer, por ejemplo, será complicada y pondrá de relieve las diferencias sociales. El choque entre las clases, o la vida en ciudad y el supuesto progreso frente a la existencia en el campo son elementos que el narrador utiliza para realizar comentarios mordaces. Además, el narrador omnisciente nos da detalles de los actos y rasgos personales de los personajes que ubican al lector y enriquecen la trama.
Una lectura amena, cuyos comentarios del narrador me han sacado más de un sonrisa si bien los acontecimientos que se desarrollan en ella son agridulces. Mención aparte, la traducción realizada por Eduardo Mendoza me ha parecido cuidada y respetuosa con la esencia y el tono original. Igualmente es acertado que el nombre de la propiedad dé el titulo a la novela, pues encierra un significado más agudo de lo que aparenta a primeras y no creo que fuera un hecho casual en la edición inglesa. En suma, para recomendar ampliamente, pienso que no defraudará, yo al menos me lo he pasado muy bien, el humor inglés nunca me ha fallado y no se me hizo larga ni pesada la lectura.
Inciso: Tras la lectura tuve la oportunidad de ver la película “Howards End” del año 1992, dirigida por James Ivory e interpretada por Anthony Hopkins, Helena Bonham-Carter y Enma Thompson. Es un film recomendable, que guarda bastante similitud con la obra de E. M. Forster, no obstante, como ocurre en numerosas ocasiones, si nos quedamos solo con la película, se pierden detalles, las acontecimientos se aceleran y nos perdemos contenido excelente (lo digo especialmente por algún párrafo que describe la sociedad inglesa).
Durante un viaje a Spira (Alemania) ambas familias se encuentran y entablan una relación de amistad que lleva a los Wilcox a invitar a las hermanas Margaret y Helen Schlegel a Howards End, si bien en la primera toma Helen acude sola.
Poco después, los Wilcox deciden mudarse a Londres, lugar de residencia de los Schlegel, forjándose una relación intima entre la señora Wilcox (Ruth) y Margaret. Al mismo tiempo, un evento cultural y una pequeña equivocación propicia el contacto de Helen y Leonard Bast, un hombre corriente, de profesión oficinista, que lee para vivir y ansia alcanzar el nivel intelectual de las hermanas Schlegel.
Howards End, que da nombre a la obra, es una mansión campestre, anteriormente utilizada como granja, propiedad de Ruth Wilcox desde varias generaciones. Para Ruth Wilcox ese lugar representa más que un espacio, es su vida, su santo sanctorum, mientras el resto de los Wilcox la considera una propiedad más, aún invirtiendo capital para su remodelación.
La novela, ambientada en la Inglaterra de principios del XX, muestra el contraste entre tres familias, evidenciando lo distinto de su forma de vida, mentalidad, carácter e intereses. La relación de las Schlegel con Leonard Bast y su mujer, por ejemplo, será complicada y pondrá de relieve las diferencias sociales. El choque entre las clases, o la vida en ciudad y el supuesto progreso frente a la existencia en el campo son elementos que el narrador utiliza para realizar comentarios mordaces. Además, el narrador omnisciente nos da detalles de los actos y rasgos personales de los personajes que ubican al lector y enriquecen la trama.
Una lectura amena, cuyos comentarios del narrador me han sacado más de un sonrisa si bien los acontecimientos que se desarrollan en ella son agridulces. Mención aparte, la traducción realizada por Eduardo Mendoza me ha parecido cuidada y respetuosa con la esencia y el tono original. Igualmente es acertado que el nombre de la propiedad dé el titulo a la novela, pues encierra un significado más agudo de lo que aparenta a primeras y no creo que fuera un hecho casual en la edición inglesa. En suma, para recomendar ampliamente, pienso que no defraudará, yo al menos me lo he pasado muy bien, el humor inglés nunca me ha fallado y no se me hizo larga ni pesada la lectura.
Inciso: Tras la lectura tuve la oportunidad de ver la película “Howards End” del año 1992, dirigida por James Ivory e interpretada por Anthony Hopkins, Helena Bonham-Carter y Enma Thompson. Es un film recomendable, que guarda bastante similitud con la obra de E. M. Forster, no obstante, como ocurre en numerosas ocasiones, si nos quedamos solo con la película, se pierden detalles, las acontecimientos se aceleran y nos perdemos contenido excelente (lo digo especialmente por algún párrafo que describe la sociedad inglesa).
Dolors Martínez
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