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1 de diciembre de 2021

"El olvido que seremos", de Héctor Abad Faciolince

el olvido que seremos
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Alfaguara

SINOPSIS: 
El 25 de agosto de 1987 Héctor Abad Gómez, médico y activista en pro de los derechos humanos, es asesinado en Medellín por los paramilitares.
El olvido que seremos es su biografía novelada, escrita por su propio hijo. Un relato desgarrador y emocionante sobre la familia, que refleja, al tiempo, el infierno de la violencia que ha golpeado Colombia en los últimos cincuenta años.

OPINIÓN:
Fue la lectura de noviembre de 2021 en el Club de Lectura.

“Salía Marta Castro, que había sido tísica y de esto le había quedado una tos sorda, seca, permanente, una respiración breve y ansiosa, y que además tenía un ojo nublado, gris tirando a azul, porque una vez bordando una casulla se había chuzado la retina con una aguja, y había perdido el ojo, todo por hacerle el bien a los curas pobres, así le pagaba mi Dios, igual a como le había pagado a tío Luis, que se había ido de capellán para Agua de Dios, el lazareto colombiano, un pueblo de Cundinamarca, y allá había contraído la enfermedad que acabó por matarlo, con la espalda que se le caía a jirones, y los dedos que se le desprendían en pedazos. Una vez mi abuela, cuando él estaba al final de sus días, le estaba tendiendo la cama y de pronto vio, sobre la sábana, suelto, el dedo gordo del pie, y entonces corrió a llamar al médico, pero ya no había nada qué hacer, porque además del mal de Hansen había contraído diabetes y fue necesario cortarle la pierna, primero una y después la otra (y eso mismo le pasó después, aunque no lo crean, también al padre Lisandro, el confesor de mi abuelita, y hubo que cortarle ambas extremidades a causa de la diabetes que por falta de circulación le gangrenó las piernas, como si a ambos les hubiera caído un rayo de fuego"...

Para noviembre 2021 fue escogido el libro "El olvido que seremos" (2005) del colombiano Héctor Abad Faciolince (1958) como lectura del mes del Club de Lectura de Literatura+1, con gran participación en la lectura conjunta, publicaciones y comentarios, por la buena fama y los muchos premios que la avalan, además de una película también galardonada.
Héctor Abad Faciolince, con cariño profundo a su padre el Dr. Héctor Abad Gómez, desea evitar o retrasar EL OLVIDO QUE SEREMOS ... Su meta es recordar y dar a conocer esa vocación de entrega a los pobres, ese humanismo, ese idealismo valiente, ese sacrificio, esa inmolación de su vida, pues aunque su asesinato o ejecución fue UNA MUERTE ANUNCIADA, él no huyó al exilio, como bien pudo haberlo hecho, sino que desafiando las evidencias, ingenua y valientemente, continuó exponiéndose, como un Jesucristo o un Sócrates.
El padre, Héctor Abad Gómez, médico, ensayista, luchador por los derechos humanos, especialista en salud pública, fue arrebatado en Medellín, por las tenebrosas fuerzas del mal, encarnadas en paramilitares.
Es una novela testimonial, muy tierna y muy dura, conmovedora, con un estilo que a veces me sonaba parecido al de GABO, pues a cada rato me hacía recordar a CIEN AÑOS DE SOLEDAD, por las descripciones, los combinaciones de adjetivos o adverbios, los hechos y los colombianísimos personajes de extrema rareza y muy pintorescos, o muy bellos o muy estrafalarios; los sucesos insólitos, exagerados; pero así es: el realismo mágico es lo cotidiano en Colombia ... exótica como sus frutas deliciosas, sus flores tropicales, y sus gentes amorosas y de particular belleza.
Y tiene la novela también hasta pasajes escatológicos, que por tres veces me dieron asco y ganas de vomitar.
Esta bella novela, retrato fiel de Colombia, es en su mayor parte, como el capítulo Los Años Felices, muy amena y divertida ... pero ya después viene la parte angustiosa, al final ... la del desenlace fatal.
EL OLVIDO QUE SEREMOS toma su nombre del primer verso del poema "AQUÍ. HOY" de Jorge Luis Borges, cuya autoría fue probada después arduas y lenguas investigaciones de Héctor Abad Faciolince y sus amigos. Poema que fue encontrado en el bolsillo del cadáver del mártir Dr Abad.
Me pareció una novela real y maravillosa, muy sentimental ... una declaración de amor (que él llama mutuo afecto o cariño “físico”) y de orgullo filial de un hijo a su padre … pero al mismo tiempo que es muy generoso en sus alabanzas, el autor usa esta obra como una especie de catarsis para exorcizar los demonios de su psiquis, pues veladamente lo critica a fondo … hay cosas que no dice pero da a entender… y por los traumas que le causó el padre con sus chocantes técnicas educativas: como llevarlo de niño a presenciar una autopsia y luego de adolescente a ver tres veces la película “Muerte en Venecia”.
El hijo realiza una obra que es un panegírico, una oda novelada, donde lo contado se colorea, enfoca e idealiza de acuerdo a la pluma de narrador, el amoroso hijo ... que no es un narrador confiable, pues también es protagonista. A pesar de eso, se pueden sacar algunas conclusiones de incongruencias en la personalidad del Dr. Héctor Abad Gómez:
No era racista, pero veía con malos ojos las amistades morenas de sus hijas ...
Era un adorador de la belleza, pero él era bastante feo ... ¿sería por eso que se carcajeada todo el tiempo?
Era médico, pero no podía o no quería atender en consulta, ni siquiera a los campesinos de su finca: hacía que los viera su esposa.
Era ateo ... pero se persignaba en los aviones, pues le daba pánico volar.
Era casado, con cuatro hijas y un hijo ... pero guardaba oscuros secretos privados o prohibidos en sus cajones, que a su muerte encontró el hijo ... y a los que se refiere en forma misteriosa ... sospechosa ...
Quizás las incongruencias y contradicciones de su personalidad lo atormentaban tanto que lo condujeron a exponerse demasiado ante los paramilitares "como un tonto útil" y que su ejecución fuera casi un suicidio ...

"Mi papá me había lanzado muchos mensajes indirectos sobre su intimidad. No confesiones, ni franquezas brutales, que suelen ser más un peso para los hijos que un alivio para los padres, sino pequeños síntomas y signos que dejaban entrar rayos de luz en sus zonas de sombra, en ese interior del cubo que es la caja oculta de nuestra conciencia. Yo había dejado esos indicios en una zona también intermedia entre el conocimiento y las tinieblas, como esas sensaciones que nos da la intuición, pero que no queremos o no podemos confirmar en los hechos, ni dejamos aflorar con nitidez a la conciencia con palabras nítidas, ejemplos, experimentos o pruebas fehacientes. Dos veces, por ejemplo, dos veces me llevó mi papá a ver una película. Muerte en Venecia , de Luchino Visconti, ese bellísimo film basado en una novela corta de Thomas Mann.
Todos tenemos en nuestras vidas algunas zonas de sombra. No necesariamente son zonas vergonzosas; hasta es posible que sean las partes de nuestra historia que más nos enorgullezcan, las que al cabo del tiempo nos hacen pensar que, a pesar de los pesares, se justificó nuestro paso por la tierra, pero que como forman parte de nuestra intimidad más íntima, no queremos compartirlas con nadie. También pueden ser zonas ocultas porque nos resultan vergonzosas, o al menos porque sabemos que la sociedad que nos rodea en ese momento las rechazaría como odiosas o monstruosas o sucias, aunque para nosotros no lo sean. O pueden estar a la sombra esas zonas porque de verdad, e independientemente de cualquier tiempo o cultura, son hechos reprobables, detestables, que la moral humana de cualquiera no podría aceptar. No eran sombras de este último tipo las que yo hallé en los cajones de mi papá. Todo lo que encontré lo hace, ante mis ojos, más grande, más respetable y más valioso, pero así como él no quiso que ni su esposa ni ninguna de sus hijas las supieran, también yo dejo cerrado ese cajón que sólo serviría para alimentar la inútil habladuría digna de telenovelas, e indigna de una persona que amó todas las manifestaciones humanas de la belleza y que fue, al mismo tiempo, espontánea y discreta".
Lucila Argüello
Una historia y un dolor personal que el autor nos comparte y que al mismo tiempo va desarrollándose en todo un país, Colombia, que en los años 80 se desangraba sin que ninguna autoridad hiciera nada por remediarlo, porque había infiltrados en el mismo gobierno a quienes les convenía librarse de las mentes brillantes que se unían para defender la libertad del país.
El olvido que seremos es la vida de Héctor Abad Gómez narrada amorosa y desgarradoramente por su hijo Héctor Abad Faciolince.
Abad Gómez fue médico, escritor, periodista, diputado, pero es especialmente recordado por su activismo, su lucha para mejorar la salud de los colombianos, creando la Escuela Nacional de Salud Pública en Medellín y sus denuncias ante el comité para la Defensa de los Derechos Humanos.
El libro inicia mencionando a dos personajes amigos del doctor y sobrevivientes: Alberto Aguirre y Carlos Gavira, a quienes el autor no ha permitido que sean el olvido de un pueblo que quedaría marcado por tanta sangre de inocentes.
Es hermoso encontrar en la narración de un hijo el cómo, el amor del padre lo enseñó a caminar y a enfrentar su día a día sin que ese amor fuera vergonzoso, ese niño creció al cobijo de un padre que no fue eclipsado por la madre sino más bien se convirtió en confidente, maestro y amigo, que cuando llegó un tiempo en que fue abrumador estar juntos lo supieron resolver sin que se fracturase su relación, antes bien separarse le dio al autor la oportunidad de valorar la grandeza de un hombre al que llamaba padre.
Si bien es triste narrar la historia de un personaje, lo es aún más cuando es alguien a quien amamos y que ya no está vivo, porque como dice Faciolince, todo lo que escribió lo hizo para alguien que nunca podrá leerlo. La novela nos contagia la tristeza de la añoranza de tiempos vividos y de tiempo arrebatado por el odio de gente mal querida. Una máxima de Abad Gómez era: "Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad", de esa manera estamos creando individuos que darán bondad al mundo.
Pues así era como ese hombre derrochaba caridad a su gente, luchaba por ir a la raíz de las enfermedades y no solo a recetar, pedía a las autoridades agua clorada, campañas sanitarias y el primer gran acueducto para la ciudad. Todo eso le fue regalando enemigos conservadores que lo creían un izquierdista nocivo para los alumnos, peligroso para la sociedad y demasiado librepensador en materia religiosa.
Abad Faciolince no quiso hacer una hagiografía de su padre aunque fue difícil la tarea cuando se tiene a un hombre tan susceptible a la bondad o a la vanidad de querer sobresalir en la justicia hasta el grado de saber que le iba la vida en ello y aunque amaba vivir estaba dispuesto a sacrificarse ante los sicarios quienes le ganaron la batalla.
Este libro es el intento de dejar testimonio de un dolor profundo por la pérdida de un gran padre y un gran ser humano, para perpetuar el recuerdo, Héctor Abad Gómez sería rescatado por su hijo del olvido que seremos al morir.
Cabe destacar que el bello título de la novela se extrae de un poema de Jorge Luis Borges titulado "Ya somos el olvido que seremos".
Blanca Toral

«El olvido que seremos» me llegó al alma, por la historia misma y por cómo nos la cuenta Héctor Abad Faciolince; es un libro que conmueve, que recomiendo y que volvería a leer.
Retrata de manera íntima desde el seno de la familia Abad a todos sus integrantes y su forma de relacionarse entre ellos y con los demás, la historia está enmarcada en una Colombia violenta, injusta y macabra de los años 60, 70 y 80.
El autor cuenta hacia el final del libro por qué lo escribe, como un deber, siendo escritor, pero se tomó su tiempo hasta publicarlo (20 años), lo que le llevó procesar el asesinato de su padre para volcarlo al papel, con la esperanza de que su memoria no se pierda en el olvido tan prontamente como suele pasar y de hacerlo perdurar un poco más allá de los instantes que somos, justifica su libro como método para alargar el recuerdo a través de la literatura.
Se ve claramente que, desde pequeño, tenía idealizado a su padre y mantenía con él una fuerte conexión, probablemente por ser la única figura masculina ya que se crio entre muchas mujeres.
Su padre, el doctor Abad Gómez, además de médico fue profesor de la Universidad de Antioquia y líder social, tuvo mucha injerencia en la política, en la salud pública y en la defensa de los derechos humanos. Ese compromiso social lo llevó a la muerte, algo de lo que él era totalmente consciente a lo que se exponía con sus denuncias y por eso anticipó:
«Hay que tener mucha estima por sí mismo para ser capaz de sacrificarse a sí mismo».
En todo el libro se destaca la idea de la importancia de desarrollar el pensamiento crítico como propuesta educativa para formar una idea personal y alejarnos de lo establecido, de los preceptos religiosos, de las ideologías fanáticas y la idea de buscar y alcanzar la excelencia, el virtuosismo.
En el recorrido por su vida familiar nos encontraremos con reflexiones filosóficas sobre la vida, la muerte, el olvido, la felicidad, el dolor, la tristeza, la religión, las relaciones familiares, la belleza que trasciende los prejuicios y todo lo que atravesaron cuando parecía que todo iba a ser felicidad absoluta y el destino les cambió la vida. Habla también de la importancia de los libros, de la música, y de la forma de enseñar, esa que interpela, que es como un tábano, a la manera de Sócrates y su mayéutica.
Su narrativa es lineal y sencilla, no presenta obstáculos de interpretación, es verosímil aunque el hecho de que todo surja a raíz del poema de Borges encontrado en su bolsillo el día que lo asesinaron parezca increíble.
Un libro para tener en los anaqueles de nuestro hogar, una lectura que merece ser leída con compromiso, como dijo Javier Cercas:
«... la única forma seria de leer es leer como quien reza, como quien llora, como quien pelea por su pellejo en cada frase, en cada adjetivo y en cada coma».
Gäbby Molina

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