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1 de diciembre de 2019

"Los testamentos", de Margaret Atwood

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FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino
Editorial: Salamandra

SINOPSIS:
Obra maestra de la literatura distópica, El cuento de la criada se ha convertido en un clásico moderno. Tres décadas más tarde, Margaret Atwood recupera su icónico mundo y lo lleva hasta un final dramático en esta impresionante secuela.
Quince años después de los acontecimientos narrados en El cuento de la criada, el régimen teocrático de la República de Gilead se mantiene en pie, pero está empezando a mostrar signos de descomposición. En este momento crucial, las vidas de tres mujeres radicalmente diferentes convergen, con resultados explosivos. Dos de ellas han crecido en lados opuestos de la frontera: una en Gilead, como la hija privilegiada de un importante Comandante, y otra en Canadá, donde se manifiesta en contra del régimen mientras sigue por televisión las noticias de los horrores que allí acontecen. Ambas pertenecen a la primera generación que va a alcanzar la mayoría de edad desde que existe el nuevo orden, y sus testimonios están trenzados con una tercera voz: la de una de las mujeres más influyentes del sistema, que mueve los hilos del poder de manera despiadada. Sus caminos acabarán por encontrarse, forzando a cada una de ellas a colaborar, a enfrentarse consigo mismas y a decidir dónde pondrán los límites en la lucha por sus ideales.
A medida que desarrolla estas tres voces, Margaret Atwood profundiza en los recovecos más recónditos de Gilead, y logra, gracias a su virtuosa capacidad para recrear un mundo nuevo, que Los testamentos sea una mezcla triunfal de suspense e ingenio.

OPINIONES:
“El cuento de la criada”, escrita más de treinta años antes que su secuela, “Los testamentos”, es una obra de género distópico ambientada en la denominada República de Gilead, un estado teocrático y totalitario en el que los derechos de las personas están muy limitados, en especial los de las mujeres. Es en las “criadas”, mujeres destinadas exclusivamente a la procreación, y en especial en las vivencias de una de ellas, en las que se centra la historia de esa primera novela.
La estructura y planteamiento de “Los testamentos” es distinta y me parece bastante original. Aquí tenemos tres narradoras, que a modo de diario o confesiones (de ahí los testamentos), describen su vida en relación a Gilead y nos dan cada una de ellas su visión personal y única. Por un lado tenemos a Agnes Jemina, una joven, hija de un Comandante y su esposa, que ha crecido en Gilead. En contraposición, Daisy es una adolescente, pero que vive en Canadá, al norte de Gilead. Y como testimonio excepcional está el de Tía Lydia, que vive en Casa Ardua con el resto de Tías, y que es la mujer más poderosa de Gilead.
No entraré en detalles sobre la trama, porque vale la pena dejarse atrapar por ella e ir desentrañándola. Sin desvelar nada, diré que los tres testimonios permiten a la autora acabar de perfilar todo aquello que no conocíamos de Gilead. Las tres voces me han parecido interesantes, pero en mi opinión la de Tía Lydia es soberbia y la más lograda, aunque también es el personaje más complicado. A pesar de lo terrorífico de la historia, de Gilead en sí, sobre todo de la situación de las mujeres, me da la sensación de que en esta novela no destaca tanto el aspecto distópico, porque ya lo tenemos asimilado; fue en “El cuento de la criada” donde el lector recibió el impacto de la sorpresa.
Si hay que buscarle algún pero, hay circunstancias o coincidencias que se dan que me han parecido un poco inverosímiles, y el desenlace es algo precipitado y acaso demasiado redondo. Curiosamente, el ritmo se incrementa en los últimos capítulos y parece casi una historia de intriga.
Supongo que es inevitable comparar las dos novelas. Por lo que recuerdo de la primera, el estilo es un poco distinto. En “El cuento de la criada” la narrativa es predominantemente descriptiva; “Los testamentos” me parece más sencilla, ágil y fluida, y quizá de menor profundidad. En cuanto a la temática, las criadas aquí ya no son las protagonistas, se centra sobre todo en las hijas de Comandantes, en las Tías y en la visión exterior sobre Gilead. Ambos libros se complementan perfectamente, aunque personalmente pienso que es preferible leerlos en orden cronológico para entrar realmente en la distopía.
Creo que era un reto para la autora escribir este libro, sobre todo después de la grabación de la serie basada en "El cuento de la criada", y, en mi opinión, lo ha logrado sobradamente. Me ha gustado mucho, es una lectura absorbente y muy entretenida, y sin duda la recomiendo.
Esther Rodríguez

Por fin he tenido ocasión de ponerme con la lectura de “Los testamentos”, secuela de “El cuento de la criada”, distopía de Margaret Atwood que me impacto muchísimo. La trama de “Los testamentos” tiene lugar quince años después de los hechos acontecidos en su predecesora, momento en el que la República de Gilead empieza a mostrar signos de decadencia.
La novela se articula en torno al testimonio de tres mujeres muy diferentes, que nos ofrecen distintas perspectivas acerca de Gilead. Dos de ellas son muchachas que han crecido en lados opuestos de la frontera: una en Canadá y otra en Gilead. Así pues, han recibido educaciones muy diferentes, lo que se refleja en su manera de pensar y en sus perspectivas de futuro. La tercera de las mujeres tiene un cargo de responsabilidad en la República de Gilead, y posee un conocimiento muy amplio de todos los recovecos y miserias del sistema.
Dada esta diversidad de perspectivas, “Los testamentos” aporta una visión más amplia de Gilead de la que podía ofrecernos “El cuento de la criada”, más centrada en los hechos que constituían la trama. Así, nos ayuda a rellenar los posibles huecos que nos dejara la lectura y a tener una visión más profunda.
Por todo ello, considero que ambas lecturas se complementan, y no puedo dejar de recomendar “Los testamentos” a quienes leyeron con el mismo interés que yo “El cuento de la criada”. Atwood continúa valiéndose de una prosa clara y directa, que hace que la lectura sea ágil y apasionante. Ambas obras son imprescindibles.
Ana Rayas

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