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28 de marzo de 2020

"Las cosas que perdimos en el fuego", de Mariana Enriquez

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FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Anagrama

SINOPSIS:
El mundo de Mariana Enriquez no tiene por qué ser el nuestro, y, sin embargo, lo termina siendo. Bastan pocas frases para pisarlo, respirarlo y no olvidarlo gracias a una viveza emocional insólita. Con la cotidianidad hecha pesadilla, el lector se despierta abatido, perturbado por historias e imágenes que jamás conseguirá sacarse de la cabeza. Las autodenominadas «mujeres ardientes», que protestan contra una forma extrema de violencia doméstica que se ha vuelto viral; una estudiante que se arranca las uñas y las pestañas, y otra que intenta ayudarla; los años de apagones dictados por el gobierno durante los cuales se intoxican tres amigas que lo serán hasta que la muerte las separe; el famoso asesino en serie llamado Petiso Orejudo, que sólo tenía nueve años; hikikomori, magia negra, los celos, el desamor, supersticiones rurales, edificios abandonados o encantados... En estos doce cuentos el lector se ve obligado a olvidarse de sí mismo para seguir las peripecias e investigaciones de cuerpos que desaparecen o bien reaparecen en el momento menos esperado. Ya sea una trabajadora social, una policía o un guía turístico, los protagonistas luchan por apadrinar a seres socialmente invisibles, indagando así en el peso de la culpa, la compasión, la crueldad, las dificultades de la convivencia, y en un terror tan hondo como verosímil. Mariana Enriquez es una de las narradoras más valientes y sorprendentes del siglo XXI, no sólo de la nueva literatura argentina a cargo de escritores nacidos durante la dictadura sino de la literatura de cualquier país o lengua. Mariana Enriquez transforma géneros literarios en recursos narrativos, desde la novela negra hasta el realismo sucio, pasando por el terror, la crónica y el humor, y ahonda con dolor y belleza en las raíces, las llamas y las tinieblas de toda existencia.

OPINIÓN:
Bajo este título se recopilan doce relatos de la autora clasificados dentro del género de terror.
Me ha llamado la atención el habla autóctona argentina y la ambientación social; la primera fácil de seguir aunque me ha obligado a usar frecuentemente el diccionario, la segunda muy acorde en cada relato, en que contexto y personajes resultan muy verosímiles.
Son relatos singulares y amenos. Personalmente no los considero de terror, pero todos tienen elementos perturbadores: misteriosas desapariciones (como la que se produce en la extraña casa abandonada del cuento “La casa de Adela”), o apariciones, visiones angustiantes (como la de las dos amigas en “La Hostería”), etc. En algunos de los relatos el elemento inquietante está claramente presente, en otros solo se intuye, pero todos comparten una atmósfera oscura. Aprovechan además para mostrarnos otras facetas de la sociedad y hacer crítica social: barrios marginales, drogas, violencia...
Los desenlaces de las historias son abiertos, tras una última nota desasosegante o sobrenatural queda libre a la imaginación del lector.
Mención especial merece el último de los relatos, que da título al conjunto, “Las cosas que perdimos en el fuego”, una crítica e historia brutal la de las Mujeres Ardientes.
Un conjunto de relatos interesante.
Esther Rodríguez

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