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18 de febrero de 2021

"Querido Miguel", de Natalia Ginzburg

querido miguel natalia ginzburg
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Carmen Martín Gaite
Editorial: Acantilado

SINOPSIS: 
Este libro nos presenta la historia de un hijo perdido, Miguel, que abandonó de joven su familia, que se casó en un país lejano y que, tras una vida poco ordenada, murió en otro país lejano en circunstancias poco claras. Su madre podrá llorarlo, pero no entender sus secretos. Retomando una vieja forma narrativa, la novela epistolar, Natalia Ginzburg enhebra con maestría asuntos nucleares de su quehacer literario: la relación entre generaciones y la proximidad y lejanía de lo humano. Si bien esta novela se sitúa bajo el signo de la dispersión de los sentimientos y de su incomunicabilidad, apunta, por encima de todo, a la soledad esencial y su vacío.

OPINIONES:
Acabo de terminar de releer 'Mi querido Miguel’ de Natalia Ginzburg escrita a principios de la década de los setenta del siglo pasado, y me ha vuelto a gustar. Lo que no sé muy bien es por qué y pensando en las razones encuentro que debe ser porque me siento en familia, en casa. Quizá se deba al lenguaje cotidiano tan parecido al que lanzamos a diario a aquellos que nos rodean tratando de “explicarnos“ -una de las tareas que más en serio nos tomamos en la vida de todos los días- con la ilusión de creer que nos entienden.
Y de esto va 'Mi querido Miguel' personaje central de la obra que en un arrebato, más tarde oblicuamente justificado, decide alejarse de Roma y marcharse a Inglaterra sin avisar a sus familiares. A partir de ese momento, tienen lugar intercambios epistolares de la familia y amigos con Miguel entre los que destaco las misivas de una tal Mara, joven de humilde extracción y escasos recursos, que nos hace saber su curiosa deriva vital y cuyas relaciones con el tal Miguel parecen haber sido afectivas. Su mirada desprovista de subterfugios nos aproxima a sus vivencias de una manera directa y aparentemente espontánea (esta cita me encanta): “he descubierto que toda la gente te da pena al poco tiempo de conocerla bien. Por eso se está tan a gusto con los desconocidos. Porque no ha llegado todavía ese momento en que te empieza a dar pena de ellos y los empiezas a odiar”.
Su contrapunto más interesante es Adriana, madre de Miguel, cuyas melancólicas reflexiones en las cartas dirigidas a su hijo me han cautivado desde siempre: “no se apega uno solamente a los recuerdos felices. Al llegar a cierta edad, nos damos cuenta de que a lo que se tiene apego simplemente es a los recuerdos” o esta otra “Te mando un abrazo y te deseo la mayor felicidad, caso de que la felicidad exista, posibilidad que tampoco hay que descartar del todo” o “explícale a tu mujer que yo soy una persona con la casa en orden y el corazón en desorden”.
Para terminar he de decir que volveré a ella seducida por su prosa -magnífica traducción de Carmen Martín Gaite-, por el detalle insignificante y por los acontecimientos banales que se transforman en el escenario y materia del relato. Muy recomendable así como el resto de su obra de la que soy adicta.
Ana Ballester

“Hacía tanto tiempo que no me acostaba con nadie. Desde que nació el niño. Un poco porque no se me ha presentado la ocasión. Y otro poco porque no me apetecía. El japonés es marica. Y a Osvaldo acostarse conmigo ni se le pasa por la cabeza. O es marica también él o no le gusto. No lo sé. Ahora va a venir Angélica a buscarme, para ir a casa de una amiga suya que tiene un cochecito. Lo tiene guardado en un desván y ya no le hace falta. Angélica dice que lo tendremos que desinfectar. No sé si contarle a Angélica lo del pelícano. La conozco poco y a lo mejor se va a creer que me acuesto con el primero que aparece. Pero puede que se lo cuente, porque me muero de ganas de contarlo. En cuanto vea a Osvaldo, a él se lo cuento seguro. Le he pisado a Ada su pelícano. Un abrazo de Mara”.

Querido Miguel es una novela epistolar de Natalia Gingzburg, judía italiana y comunista (1916-1991), escrita con cortas y contundentes oraciones. Las cartas, que parecen escuetas y concisas, pero a veces llegan a ser largas, van revelando un universo familiar… complejo, lleno de situaciones conflictivas y misterios …
Escribe a su hijo una mujer separada, quien vive con dos hijas gemelas estudiantes, una cuñada llamada Matilde, escritora, y Cloti, la criada. También forman parte de la familia otras dos hijas casadas y otra cuñada ya mayor, junto con el ex esposo, pintor, muy enfermo, y con quien ella tiene encuentros para tomar el té en un café los primeros jueves de cada mes ... con religiosa puntualidad.
Ella escribe al hijo llamado Miguel y él contesta. También escriben las hermanas y otro personaje llamado Mara, que es una chica desordenada que tuvo un bebé y no sabe quién es el padre, pero que podría ser Miguel. Otro personaje importante es el generoso amigo de Miguel, Osvaldo, y su esposa Ada, de quien está separado pero a quien visita a diario, mujer de muchos recursos, quienes les ayudan mucho a todos.
Antes de comenzar una serie de cartas de un remitente, viene un párrafo donde describe detalladamente al personaje, su vestuario y ciertas características físicas o de personalidad, que ayuda mucho a imaginarlo.
Y así, entre carta y carta, va sucediendo una complicada historia, entretejiendo las soledades personales, los conflictos de las personalidades, las tragedias y las muertes, las revelaciones de secretos, con sucesos políticos de la época ... todo mezclado con nimiedades domésticas, detalles cotidianos, malentendidos y riñas ... todas las vidas expuestas como en una película narrada en cartas … nos hace sentir un poco voyeristas o cotillas.
Me ha encantado el estilo, sencillo y humano, y la novela: tierna y reveladora, íntima, próxima, contando los misterios del alma de seres comunes y corrientes, con sus grandes y pequeños problemas … La recomiendo.

“No, él lo único que quería era conversación. Y por eso se había ido Cloti. Porque no le apetecía darle conversación. Y también porque hubo habladurías. La hermana del abogado cuando vino a pasar unos días había tenido ciertas diferencias con ella por culpa de un guiso de osobuco. Otra vez le había dicho que debía darse un baño porque olía mal. Ella se lavaba todas las mañanas los pies y los sobacos, así que no podía oler mal. Bañarse sólo se bañaba una vez al mes porque el baño la debilitaba. Pero todo eran pretextos. La verdad es que haber habladurías, las hubo. Y, sin embargo, ahora comprendía que despedirse había sido una equivocación”.
Lucila Argüello

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