Género: Narrativa
Traducción: José Ángel Valente
SINOPSIS:
Guía moral e intelectual de la generación llegada a la madurez entre las ruinas, la frustración y la desesperanza de la Europa de postguerra, Albert Camus (1913-1960) saltó a la fama con la publicación, en 1942, de EL EXTRANJERO. La novela -lúcida descripción de la carencia de valores del mundo contemporáneo- tiene como referencia omnipresente a Meursault, su protagonista, a quien una serie de circunstancias conduce a cometer un crimen aparentemente inmotivado; su muerte en el patíbulo no tendrá más sentido que su vida, corroída por la cotidianidad y gobernada por fuerzas anónimas que, al despojar a los hombres de la condición de sujetos autónomos, les eximen también de responsabilidad y de culpa.
Vuelvo a leer una de mis novelas predilectas y sé que lo haré de nuevo más adelante. Esta breve e intensísima historia (apenas 120 páginas) se sustenta en dos pilares: un protagonista absoluto que deja al resto del reparto como mera anécdota y una sociedad –y esto incluye al lector- que recela de ese ser distinto (ni mejor, ni peor: simplemente distinto).
La primera parte nos presenta/describe a su protagonista y la segunda nos muestra cómo, asesinato mediante, se le juzga por ser distinto, obviando totalmente el asesinato.
Lo fácil al hablar de esta novela sería, como suele ocurrir, decir que se nos muestra un personaje frío, distante, sin emociones y tópicos similares. Yo no lo veo así para nada. No creo que carezca de emociones y sentimientos, de hecho parece conmoverle la peculiar relación que tiene uno de sus vecinos con su perro. Como ya he dicho, es simplemente distinto. Lo curioso es que es distinto porque dice lo que piensa y actúa fiel a sus ideales y admito que me fascina cómo el autor es capaz de hacer que el lector vea como ‘el raro’ a quien actúa de esa manera.
De este modo, y con un lector que no puede evitar hacer juicios de valor cada vez que el protagonista hace o dice algo (a mí me ha pasado y eso que me cae bien) llegamos a un juicio donde el asesinato parece casi una excusa, un herramienta del autor para poder poner a su protagonista frente a un tribunal. Aunque existe el crimen material, aunque el acusado apretó el gatillo, no es esto lo que se juzga. De hecho creo que ni se menciona.
Por mi parte, destaco el detalle de que el autor nos presenta así al protagonista y así lo vemos hasta el final, sin saltos al pasado tratando de explicar el porqué de su actitud. Habrá quien eche en falta eso, pero a mí me gusta que se plantee así, pues creo que es la manera en que el autor nos dice que uno no debe justificarse por ser sincero y fiel a sí mismo.
Me parece, sencillamente, una obra magistral.
La primera parte nos presenta/describe a su protagonista y la segunda nos muestra cómo, asesinato mediante, se le juzga por ser distinto, obviando totalmente el asesinato.
Lo fácil al hablar de esta novela sería, como suele ocurrir, decir que se nos muestra un personaje frío, distante, sin emociones y tópicos similares. Yo no lo veo así para nada. No creo que carezca de emociones y sentimientos, de hecho parece conmoverle la peculiar relación que tiene uno de sus vecinos con su perro. Como ya he dicho, es simplemente distinto. Lo curioso es que es distinto porque dice lo que piensa y actúa fiel a sus ideales y admito que me fascina cómo el autor es capaz de hacer que el lector vea como ‘el raro’ a quien actúa de esa manera.
De este modo, y con un lector que no puede evitar hacer juicios de valor cada vez que el protagonista hace o dice algo (a mí me ha pasado y eso que me cae bien) llegamos a un juicio donde el asesinato parece casi una excusa, un herramienta del autor para poder poner a su protagonista frente a un tribunal. Aunque existe el crimen material, aunque el acusado apretó el gatillo, no es esto lo que se juzga. De hecho creo que ni se menciona.
Por mi parte, destaco el detalle de que el autor nos presenta así al protagonista y así lo vemos hasta el final, sin saltos al pasado tratando de explicar el porqué de su actitud. Habrá quien eche en falta eso, pero a mí me gusta que se plantee así, pues creo que es la manera en que el autor nos dice que uno no debe justificarse por ser sincero y fiel a sí mismo.
Me parece, sencillamente, una obra magistral.
Luis Sánchez Martin
Es una novela corta con un
protagonista-narrador peculiar. Meursault vive en Argel y lleva una vida
rutinaria; es un personaje aparentemente apático
y escéptico, parece indiferente a la muerte de su madre, al amor, al
matrimonio, a su trabajo... parece no darle importancia a lo que le
sucede en la vida, lo toma todo tal como viene. En la segunda parte del
libro, tras cometer un crimen no intencionado, vemos como es juzgado no
por su acción, si no por su modo de ser. Su estilo de vida y carácter es
expuesto en el tribunal como si fuese un mono de feria y llevado al
término de ser considerado un extranjero en la sociedad (en muchos
aspectos hipócrita) en la que vive. Acusado de asocial e insensible,
personalmente Meursault me ha gustado, creo que es transparente y
sincero con su manera de ver el mundo, que tanto parece asustar a los
que le rodean. Aunque el relato deja una sensación de desesperanza, me
ha parecido excelente, tanto en forma como en contenido.
Esther Rodríguez
Camus me 'movió el piso' cuando leí primero “El Extranjero” y después “La Peste”
ResponderEliminarPorque (como yo lo veo) sus personajes no tienen esperanzas, pero tampoco desesperación.
No creen que haya una metafísica de la historia. Descreen de un fin previa e inteligentemente elaborado por la Naturaleza (así, con mayúsculas) que le dé sentido a la evolución, a la vida misma.
Para ellos el mundo, el Universo todo, es azaroso, se mueve por la inercia propia de su loco sinsentido, como el niño que construye y destruye sin darse verdadera cuenta de las consecuencias de sus actos.
Esas grandes preguntas que solemos hacernos, si hubo un origen, si habrá un final, por qué todo tiene que ser así y no de otra manera, y ni qué hablar de la vieja cuestión filosófica de por qué hay ser en vez de nada, si en todo caso sería más fácil que no hubiera nada, precisamente esas preguntas son absurdas para los personajes de Camus. Los pobres están arrojados al mundo sin saber para qué ni por qué, pero no se torturan ni se desgarran. Viven, simplemente viven.
Es como si en determinado momento se hubieran dado cuenta de la verdad, se les hubiera caído el velo de la ignorancia y a partir de ese momento debieran sobrellevar la pesada mochila del desencanto para todo el resto de su vida.
Peor aún. Saben que no hay premio al final de la carrera. Del cielo ó de los demás. Quizá por eso el arquetipo de sus personajes es de una honestidad tan brutal que conmueve y estremece. No pide nada y es capaz de despojarse de todo su orgullo porque sabe que todo es inútil, vano, fatuo.
De suerte que el hombre de Camus es todo menos soberbio y antropocéntrico. Se sabe un ser más del Universo pero para nada el eje central de la historia, el actor principal de la película. Más bien tiene la lucidez de verse a sí mismo como una hoja a merced del viento.
Tampoco pide que lo acompañen en su credo ni arrastra a nadie en sus cavilaciones. Pero es exactamente eso, su desamparo, lo que lo hace fuerte y un poco héroe.
El hombre de Camus cae. Solo cae (al decir de Nietzsche). Le quitaron (ó mejor, el mismo se lo sacó de encima) el piso de una seguridad falsamente construida a base de mitos y mentiras. Cae a un abismo que no sabe dónde ni cuándo termina. Pero no le importa. Sabe que es lo que le toca y no busca excusas. Lo enfrenta en silencio. Como un verdadero guerrero. La valentía que tanto admiraba Borges, ¿se acuerdan?
La genialidad de Camus, a mi entender, es dar vuelta el pastel. Revierte una posibilidad francamente pesimista, desesperanzadora y al borde del peligroso abismo nihilista y la transforma en un canto al ser humano, con todo lo que el hombre tenga de barro y miseria, pero también de maravilloso y enigmático.
Eso es lo que, por lo menos a mí, y en mi ignorancia, me dejaron estos dos libros.
Gracias le doy a Fernando Savater porque la lectura de su vocablo “Naturaleza” en su “Diccionario Filosófico“ me apresuro a escribir estas confusiones y desvarios. Sepan disculpar.
Aurelio Lopez.
¡Qué buena lectura y comentario de estos libros de Camus, Aurelio! Aunque todavía no leí "La peste", entiendo y comparto lo que dices.
EliminarGracias por la reflexión, un saludo.