FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Anagrama
SINOPSIS:
Editorial: Anagrama
SINOPSIS:
Durante un vuelo, a Marta Sanz le duele algo que antes nunca le había dolido. Un mal oscuro o un flato. A partir de ese instante crece el cómico malestar que desencadena Clavícula: «Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado. La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.»
Aquí, la narración del episodio autobiográfico se fractura como el mismo cuerpo que se deforma, recompone o resucita al ritmo que marcan las violencias de la realidad. La descomposición del cuerpo parece indisoluble de la descomposición de un tipo de novela orgánica donde se mienten las verdades y se usan trampillas y otros trucos de prestidigitación.
En Clavícula –o Mi clavícula y otros inmensos desajustes– no: aquí la palabra busca dar cuenta de los hechos, más o menos difuminados, para llegar a entender.
La dificultad de nombrar el dolor suscita grotescas reflexiones: ¿primero me duele y luego enloquezco?, ¿me duele porque he enloquecido?, ¿el dolor nace del dentro o del fuera?, ¿primero me explotan, luego enloquezco y después me duele?, ¿o me duele y me hago consciente de que me explotan?
Al hilo de ellas se aborda una retahíla de temáticas: el filo que separa el cuerpo de sus relatos científicos y su imaginación; la intolerancia ante el desequilibro psicológico y el desequilibrio como síntoma cada vez menos excepcional; la ansiedad como patología del capitalismo avanzado y, frente a los grandes titulares, la situación concreta de un centro público de salud; lo psicosomático; la hipocondría y las enfermas quizá no tan imaginarias; las enfermedades y el dolor específicamente femeninos; la sobreexplotación y el miedo a la pobreza que castiga, sobre todo, a las mujeres; el dinero y las cuentas familiares, la cifra exacta que agudiza una molestia ósea persistente.
Marta Sanz retoma el tono autobiográfico de La lección de anatomía, pero en lugar de hacer memoria y reconstruir históricamente el propio cuerpo, esta vez se concentra en un solo punto. Un libro sobre el lado patético o reivindicativo del quejarse que, con sentido del humor, negro y autocrítico, conjuga la mirada social con una mirada sobre la literatura misma. Porque la carne a veces se hace palabra y la palabra a veces se hace carne. La segunda posibilidad da mucho miedo.
Aquí, la narración del episodio autobiográfico se fractura como el mismo cuerpo que se deforma, recompone o resucita al ritmo que marcan las violencias de la realidad. La descomposición del cuerpo parece indisoluble de la descomposición de un tipo de novela orgánica donde se mienten las verdades y se usan trampillas y otros trucos de prestidigitación.
En Clavícula –o Mi clavícula y otros inmensos desajustes– no: aquí la palabra busca dar cuenta de los hechos, más o menos difuminados, para llegar a entender.
La dificultad de nombrar el dolor suscita grotescas reflexiones: ¿primero me duele y luego enloquezco?, ¿me duele porque he enloquecido?, ¿el dolor nace del dentro o del fuera?, ¿primero me explotan, luego enloquezco y después me duele?, ¿o me duele y me hago consciente de que me explotan?
Al hilo de ellas se aborda una retahíla de temáticas: el filo que separa el cuerpo de sus relatos científicos y su imaginación; la intolerancia ante el desequilibro psicológico y el desequilibrio como síntoma cada vez menos excepcional; la ansiedad como patología del capitalismo avanzado y, frente a los grandes titulares, la situación concreta de un centro público de salud; lo psicosomático; la hipocondría y las enfermas quizá no tan imaginarias; las enfermedades y el dolor específicamente femeninos; la sobreexplotación y el miedo a la pobreza que castiga, sobre todo, a las mujeres; el dinero y las cuentas familiares, la cifra exacta que agudiza una molestia ósea persistente.
Marta Sanz retoma el tono autobiográfico de La lección de anatomía, pero en lugar de hacer memoria y reconstruir históricamente el propio cuerpo, esta vez se concentra en un solo punto. Un libro sobre el lado patético o reivindicativo del quejarse que, con sentido del humor, negro y autocrítico, conjuga la mirada social con una mirada sobre la literatura misma. Porque la carne a veces se hace palabra y la palabra a veces se hace carne. La segunda posibilidad da mucho miedo.
OPINIÓN:
Es el primer libro que leo de Marta Sanz y siento decir que me ha decepcionado bastante, sobre todo tras haber escuchado una entrevista a la autora que me había gustado, tanto cómo hablaba como lo que contaba sobre el libro.
No es una novela al uso y es difícil englobarla dentro de un género concreto. El libro lo forman textos variados organizados en fragmentos cortos, en general a modo de anotaciones en un diario personal, entre los que se intercalan puntualmente otros formatos: cuentos, correos electrónicos... El nexo que los une es cierto dolor desconocido que siente la protagonista y que le provoca todo tipo de reflexiones y cierta angustia latente a lo largo de las páginas. Entre visitas médicas en búsqueda de un diagnóstico la autora aborda múltiples temas, la enfermedad, el dolor y sus síntomas, la menopausia, el paso del tiempo, la precariedad laboral, sus viajes de promoción...
Me da la sensación de que el libro está escrito para paliar ese dolor fantasma tan mencionado; además, según la propia autora no es una obra autoficcional, sino propiamente autobiográfica, y puedo empatizar con el contenido pero no me ha gustado la forma. Es un trabajo introspectivo e intimista que personalmente no me aporta nada. Me parecieron interesantes las 30-40 primeras páginas, quizá por la novedad, pero el resto (tiene 200), me resultaron monótonas y aburridas, no sólo por el exceso de hipocondría de la protagonista sino por el derroche de palabras, por la verborrea plagada de pensamientos inconexos y el darle vueltas a todo una y otra vez sin llegar a nada. Se vale además del recurso de usar frases cortas, que si bien en otras lecturas me ha parecido acertado, aquí es más bien un generador de ideas deslavazadas y desordenadas. Me costaba avanzar y estuve a punto de abandonarlo en varias ocasiones. En mi opinión le falta algo que lo haga literariamente atractivo, además la prosa aparentemente poética de la autora apenas logra transmitir nada. En fin, que a mí no me ha gustado.
No es una novela al uso y es difícil englobarla dentro de un género concreto. El libro lo forman textos variados organizados en fragmentos cortos, en general a modo de anotaciones en un diario personal, entre los que se intercalan puntualmente otros formatos: cuentos, correos electrónicos... El nexo que los une es cierto dolor desconocido que siente la protagonista y que le provoca todo tipo de reflexiones y cierta angustia latente a lo largo de las páginas. Entre visitas médicas en búsqueda de un diagnóstico la autora aborda múltiples temas, la enfermedad, el dolor y sus síntomas, la menopausia, el paso del tiempo, la precariedad laboral, sus viajes de promoción...
Me da la sensación de que el libro está escrito para paliar ese dolor fantasma tan mencionado; además, según la propia autora no es una obra autoficcional, sino propiamente autobiográfica, y puedo empatizar con el contenido pero no me ha gustado la forma. Es un trabajo introspectivo e intimista que personalmente no me aporta nada. Me parecieron interesantes las 30-40 primeras páginas, quizá por la novedad, pero el resto (tiene 200), me resultaron monótonas y aburridas, no sólo por el exceso de hipocondría de la protagonista sino por el derroche de palabras, por la verborrea plagada de pensamientos inconexos y el darle vueltas a todo una y otra vez sin llegar a nada. Se vale además del recurso de usar frases cortas, que si bien en otras lecturas me ha parecido acertado, aquí es más bien un generador de ideas deslavazadas y desordenadas. Me costaba avanzar y estuve a punto de abandonarlo en varias ocasiones. En mi opinión le falta algo que lo haga literariamente atractivo, además la prosa aparentemente poética de la autora apenas logra transmitir nada. En fin, que a mí no me ha gustado.
Esther Rodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario