"Diario de un librero", de Shaun Bythell

FICHA TÉCNICA:

Género: Narrativa
Traducción: Antonio Lozano

Editorial: Malpaso

SINOPSIS:

La introducción perfecta a los placeres y miserias que comporta regentar una librería. Un tragicómico y sentido cántico a una vida entre libros.

“Cuando compré The Bookshop en 2001 tenía una vaga idea de cómo creía que podía funcionar una librería. Ninguna de mis expectativas se cumplió. Siguen sorprendiéndome a diario las preguntas que me hacen los clientes así como las suposiciones que la mayoría de la gente alberga sobre cómo gestionamos este negocio -extrañas conjeturas con las que creen poder adivinar el modo de adquirir los libros o cómo elucubramos los precios de venta al público-. Toda la especie desfila por la tienda: algunos regatean, algunos recomiendan libros, algunos son espectacularmente groseros, otros quieren contarte impúdicamente la historia de su vida, y otros se atreven a sonsacarte detalles de la tuya. Este diario pretende consignar algunos de los encuentros más memorables.” Shaun Bythell

OPINIÓN:

A lo largo de un año Shaun Bythell, propietario de la librería de segunda mano más grande de Escocia –”The Book Shop”, en Wigtown–, escribe un diario con una breve entrada diaria en la que describe el día a día y las anécdotas que suceden en su establecimiento.
El autor aborda los temas que se refieren a la gestión de una librería de viejo con mucha frescura y humor. Nos habla de sus empleadas, como la extravagante e irreverente Nicky –testigo de Jehová que recoge comida de la que tiran en el supermercado e ignora reiteradamente las indicaciones de su jefe–; de sus clientes, de los habituales y de los esporádicos, se fija en las peticiones y preguntas más extravagantes; nos cuenta sus visitas a casas y lugares diversos para comprar libros; del descenso de las ventas por la crisis económica y sobre todo por la aparición de Amazon y sus secuaces, lo que esto implica para las librerías hoy en día y cómo va camino de acabar con el negocio del mundo del libro tradicional; conocemos un poco sobre el mundo bohemio que gira alrededor de su librería, el club de lectura, su participación en festivales, encuentros y visitas de escritores; aparte de las propias aficiones y salidas del autor cuando el trabajo le deja un rato libre. 
En mi opinión todos estos aspectos –y los que me dejo en el tintero– hacen de esta una lectura atractiva, pero la singularidad está en el narrador, ese librero aparentemente malhumorado cuya ironía con los clientes roza a veces el sarcasmo, cuya paciencia exterior explota en su escritura, cuya crítica feroz se materializa disparando contra un “kindle”. Es su estilo, humor e ironía, los que dan el toque genial a este libro. De hecho cuando llevaba unos pocos meses leídos temí que se volviese una lectura monótona –por el formato de diario que tiene, que puede parecer repetitivo–, pero la variedad de situaciones y personajes es tal que es algo que no llega a suceder.
Otro aspecto interesante son los trece fragmentos de George Orwell, pertenecientes a su “Bookshop Memories” –memorias basadas en su experiencia cuando trabajó en una librería de segunda mano, publicadas en 1936–, que introducen cada uno de los meses del diario, y sobre los que el autor reflexiona y compara la situación pasada con la presente.
Y como era de esperar en un diario sobre una librería con un fondo, nada despreciable, de 100.000 libros, incluye referencias a muchos títulos, algo siempre inspirador pero que me hace constatar lo mucho que quiero y me queda por leer.
Shaun Bythell, con su humor mordaz, desmonta toda imagen idílica y romántica que pudiéramos tener sobre lo que implica regentar una librería de segunda mano y nos da una ducha de realidad, no por ello pesimista, mostrando los claroscuros de su profesión en una lectura amena y muy divertida.

No es ninguna obra maestra literariamente hablando –no creo que fuese esa tampoco la intención con la que se escribió–, pero me ha gustado mucho y me parece muy recomendable para los lectores en general y para los que disfrutan de las librerías de viejo en particular.

Esther Rodríguez