Género: Narrativa
Editorial: Cátedra
SINOPSIS:
Enrique Jardiel Poncela consideró siempre el humor no como un rasgo estilístico, sino como un género literario en sí mismo. Para él, el humor es un lujo del espíritu que no todos pueden alcanzar. "Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?" es una novela que partiendo de los planteamientos misóginos del protagonista, concluye con el triunfo de la mujer sobre el hombre. Es posiblemente una de las primeras manifestaciones literarias de una transformación que no culminó hasta muchos años más tarde: la de una propuesta de nuevos esquemas para las relaciones sexuales.
OPINIÓN:
"¿Pero usted cree que en el mundo puede hacerse algo mejor que repartir cartas? A lo cual Valdivia contestó con una respuesta más desconcertante todavía: —Tiene usted razón. Lo mejor que se puede hacer en el mundo es repartir cartas. Así es que repártanse ustedes estas… Y arrojó sobre el tapete los doce sobres sin abrir —verdes, azules, rosa, beige— que acababa de entregarle el botones. 2 UNA PARTIDA DE PÓKER COMENZADA EN 1896 Acaso convenga decir que aquella partida de póker (entre el doctor López Laringólogo, el general Schneider, el catedrático Lerchundi y el abogado True Bill) había comenzado en 1896, y que desde entonces se desarrolló sin una sola interrupción que durara más de seis minutos. Y, sin embargo, en los últimos treinta y un años habían ocurrido bien de cosas. Pero cuando el Hombre se pierde en el abismo del póker, lo mismo que cuando se pierde en el abismo del mar Caribe, no hay cosa humana lo suficientemente poderosa para sacarlo a la superficie. Un día, en 1911, un criado (del «Casino de Ancianos Impotentes», donde jugaban entonces) se acercó a la mesa y le dijo a Schneider (que entonces era teniente coronel): —Telefonean de casa del señor que su hijo Gustavo acaba de morir. El coronel replicó: —Me tiene sin cuidado. Gustavo no era hijo mío, porque mi señora se entiende con el vecino del tercero desde que comenzamos la partida. Y repartió cartas. Otro día, mucho antes, en mayo de 1909 (hallándose en el «Círculo Hipócrita»), otro criado entró y lo que anunció fue el fallecimiento del padre del doctor López Laringólogo. El doctor, al saberlo, sin moverse de la silla, se limitó a decir: —Lo estaba temiendo, porque mi padre era mayor que yo. Y repartió cartas".
Leí está graciosa y sarcástica novela por recomendación de la lista de lecturas humorísticas que busqué para contrarrestar Los sufrimientos del COVID-19. A Enrique Jardiel Poncela ya lo conocía desde mi niñez pues era un autor que leía una tía materna.
Este libro, escrito en 1930, llama la atención por la modernidad de la tecnología, la ciencia y las costumbres ya vigentes en esa época y descritas en la novela.
Aunque está plagada de laísmos, que me parece era una costumbre de aquellos tiempos en la literatura popular, la novela es de una ingeniosidad asombrosa y no para uno de sonreír o carcajearse con las ideas que se le han ocurrido a este ingenioso autor, con toda clase de agudezas, comparaciones cómicas y retruécanos.
Por supuesto que el tema es misógino y machista, pero eso no me importó tanto porque es una licencia literaria para desarrollar el tema y que sea cómico ... y al mismo tiempo irónico y absurdo ... no exento de filosofía y de lecciones morales muy disimuladas en el sarcasmo.
El tema es la historia de un don Juan llamado Pedro, millonario e insensible, que por fin se enamora de la única mujer que lo rechaza, una femme fatale también rica e insensible, un don Juan femenino ... y de como ella sale triunfante, y él pierde todo, y por último decide suicidarse.
El final es triste, pero congruente con el tema que desarrolla la novela ... En conclusión, la considero una obra excelente, aunque no creo que será apreciada por todos. Me atrevo a recomendarla.
"–…pensar que la única mujer que yo creí distinta de las demás prepara un matrimonio con un viejo lelo… Como otra cualquiera… Y se oyó a Ramón, que recordaba una sentencia del propio Valdivia: –«Todas las mujeres son iguales, salvo las diferencias de color de piel, de presión arterial y de tamaño de clítoris…». Gimió Pedro. –Sí… Sí… Yo he dicho eso… Y lo más terrible es que, además, es ¡verdad! Volvió a hablar Ramón, que recordaba aún otro aforismo de su amo: –«El azúcar se disuelve en agua; la nicotina se disuelve en alcohol; la mujer se disuelve en dinero…». Y Pedro volvió a gemir a su vez: –¡También yo he dicho eso!… Sollozó, de pronto, hundiendo su cabeza en la almohada: –¡He dicho demasiadas verdades! ¡Me ahogo en verdades! Y suplicó angustiosamente: –¡Dime mentiras! ¡Necesito dormir…! ¡Por lo que más quieras, Ramón! ¡¡Dime mentiras!! Entonces aquel criado excepcional se inclinó sobre su amo y le dijo las mentiras siguientes: –La Empresa de este teatro cuenta con una obra de Jacinto Benavente. –Apunte tomado del natural. –Salida por las puertas laterales. –Visón legítimo. –On parle français. Para acabar con esta otra mentira, más estupenda que ninguna: –El señor es feliz… Y Pedro se durmió, ya tranquilo, sonriendo".
Lucila Argüello
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