23 de noviembre de 2013

“Los restos del día”, de Kazuo Ishiguro

Los restos del día Kazuo Ishiguro
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Angel Luis Hernández Francés
Editorial: Anagrama

SINOPSIS:
Inglaterra, julio de 1956. Stevens, el narrador, durante treinta años ha sido mayordomo de Darlington Hall. Lord Darlington murió hace tres años, y la propiedad pertenece ahora a un norteamericano. El mayordomo, por primera vez en su vida, hará un viaje. Su nuevo patrón regresará por unas semanas a su país, y le ha ofrecido al mayordomo su coche –que fuera de Lord Darlington– para que disfrute de unas vacaciones.
Y Stevens, en el antiguo, lento y señorial auto de sus patrones, cruzará durante días Inglaterra rumbo a Weymouth, donde vive la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Hall. Y, jornada a jornada, Ishiguro desplegará ante el lector una novela perfecta de luces y claroscuros, de máscaras que apenas se deslizan para desvelar una realidad mucho más amarga que los amables paisajes que el mayordomo deja atrás. Porque Stevens averigua que Lord Darlington fue un miembro de la clase dirigente inglesa que se dejó seducir por el fascismo y conspiró activamente para conseguir una alianza entre Inglaterra y Alemania. Y descubre, y también el lector, que hay algo peor incluso que haber servido a un hombre indigno...

OPINIONES:
Fue la lectura de mayo de 2021 en el Club de Lectura.

Aunque tenía buen recuerdo de la película (“Lo que queda del día”) el libro ha superado toda expectativa, me ha encantado. Mister Stevens es un mayordomo típicamente inglés que ha servido en la misma mansión durante más de 30 años. Después de muchos años, se dispone a hacer un viaje en coche con el fin de visitar a Miss Kenton, antigua ama de llaves de la mansión. Stevens nos describe el viaje, a la vez que va recordando su vida y reflexionando sobre ella. Creo que es absolutamente impresionante el retrato que hace el autor del protagonista, un personaje que aunque pueda parecer frío y sin sentimientos, es coherente hasta el fin con el ideal que tiene de su profesión, totalmente aferrado a su sentimiento del deber y que siempre se ha esforzado por mantener "la dignidad propia de su condición". El libro, muy bien narrado, te deja un sabor agridulce, pero en mi opinión es excelente.
Esther Rodríguez

Una historia conmovedora narrada en primera persona a través de nuestro personaje principal, Stevens, quién a pesar de intentar dedicarse a otros menesteres termina trabajando en la misma mansión a la que sirve su padre como mayordomo. Desde joven fue educado para servir, pero él tenía algo muy claro, si quería sobresalir del resto de la servidumbre debía poner todo su empeño y dedicación para aprender y lograr ser reconocido, para eso tuvo que introyectar ciertos requisitos que exigía dicho perfil: lealtad para con su patrón, sentido del orden, honestidad, pulcritud, responsabilidad, prudencia hasta el punto de que un buen mayordomo no ha de desnudar sus sentimientos, aunque en ocasiones su deber profesional le obligue a ir contra sus propios principios, pero sobre todo, confidencialidad porque lo que escuche o vea lo tenía que olvidar para conservar su empleo y sus cartas de recomendación, esos eran los valores dignos para que cuando alguien pensara en un gran mayordomo, casi por definición se vería obligado a pensar en un inglés.
Hasta ahí todo parecía encajar bien en la vida de nuestro amigo, Stevens, hasta que tiene que compartir techo con una ama de llaves, a la que en adelante tendrá en gran estima a pesar de sus momentos de desavenencias, entre él y miss Kenton surge una amistad por momentos tirante, son cómplices de alegrías, tristezas y despedidas.
El autor nos adentra en la historia valiéndose de un viaje que el mayordomo debe hacer para visitar a miss Kenton y ofrecerle nuevamente el puesto de ama de llaves, durante el recorrido, el cajón de los recuerdos se abre para Stevens y tendrá en adelante que enfrentarse con sus propios sentimientos ocultos por tantos años.
Su impavidez se verá tambaleada cuando ciertas cuitas que vivió, vuelven a su mente, desde la muerte de su padre, la despedida de miss Kenton y las alianzas que descubrió tuvo su antiguo patrón con los aliados durante la segunda guerra mundial, cosa que le defrauda completamente. Al seguir el recorrido se verá confrontada su ideología de lealtad con la de servilismo, esa ideología con la cual se educaba a la clase trabajadora desprovista de sus derechos elementales. Aquí podría pensarse que el autor de alguna manera trae a colación parte de sus raíces, la obediencia que el pueblo Japonés tenía a Hirohito y el rol que tuvo Japón ante el conflicto armado.
Durante el viaje con Stevens iremos apreciando los paisajes hermosos de una Inglaterra de esa época, del lenguaje tan cuidado entre damas y caballeros, de la finura de las vestimentas y del buen gusto, pero sobre todo iremos acompañando la tristeza de nuestro amigo, iremos recogiendo, el arrepentimiento a cada uno de sus actos equivocados, al creer que la vida no pasaría cobrándole la factura de haber dejado de hacer y decir lo que verdaderamente sentía y creía, o quizá, por no haberse dado la oportunidad de desaprender lo mal aprendido.
Bajo un paisaje lluvioso de un pueblo de Inglaterra seremos testigos de miradas llenas de frustración, sostendremos dos corazones derrotados.
Quizá ahora, los muchos Stevens debamos seguir el consejo de no pensar tanto en el pasado, y de mostrarnos más optimistas y de aprovechar el máximo lo que nos reste del día.
Terminó dejando para nuestro querido amigo Stevens las siguientes palabras citadas por Natalia Lewitan:

A la hora de amar, no te demores, ama con tu alma y hasta con tu sangre, que las horas que le dedicas a amar, jamás son horas perdidas. Ama durante el día, durante la noche y hasta en los atardeceres. Ama en la tibia serenidad de un mar en calma, o en la agitada revolución de la ciudad, porque el que ama, se hace fuerte sin perder la liviandad. Ama con las luces encendidas pero ten el valor para hacerlo aún dentro de la mas absoluta oscuridad, porque el que se anima a amar a oscuras, ama en su totalidad. Ama cuando tengas miedo, ama cuando ya no quede fe dentro de ti, ama en los días felices pero ama más cuando las lágrimas intenten cegar tu visión. Ama el ser que eres, con tus imperfecciones, con tus debilidades, no sólo en el éxito o cuando estés arriba de la cima, que el que se ama en el barro o cuando está lastimado, habrá aprendido la poderosa lección de elegirse por sobre todas las opciones. Ama a los que te rodean, aunque sea algo trillado y que hayas leído en frases de sobrecitos de azúcar, porque el que ama a quien tiene cerca, habrá colaborado con hacer su parte en construir un mundo de paz. Ama también el tiempo que le hayas dedicado a tus sueños, a tus intentos, porque cada segundo habrá sido acunado en los brazos del triunfo. Ama con pasión a las tormentas, asegúrate de quedarte un rato bajo la lluvia, para no perder la serenidad cuando la tormenta la lleves dentro. Ama el sol y la luna, a la flor y al musgo, amalo todo, todo el tiempo, no dudes de este poderoso don que es amar, porque el amor te hace grande y responsable, porque el amor es la herida que al fin cicatriza tras el dolor. Porque el amor es todo lo que tú eres, ¡AMA YA, AMA YA!
Blanca Toral

El japonés nacionalizado británico Kazuo Ishiguro, Premio Nóbel de Literatura 2017, es el autor de esta genial novela, que ha sido llevada al celuloide, y fue la lectura del mes de Mayo de 2021 en el Club de Lectura de Literatura +1.
Genial, porque Kazuo nos mangonea a los lectores como títeres, pues, poco a poco, como quien va quitando capas a una cebolla, nos va llevando a experimentar diversos y encontrados sentimientos por el protagonista: va de convertir nuestra primera apreciación del narrador-protagonista, de "un alma sencilla y humilde" a un antihéroe odioso, egoísta y que parece estar afectivamente incapacitado, que vive en la hipocresía y negación de la realidad ... y quien por querer ser políticamente correcto (o por sobrevivir en su puesto de trabajo) se va revelando como antidemocrático y partidario de gobiernos totalitarios, antisemita y nazi ... ya desnuda su inicua personalidad camuflada con la eterna falsa sonrisa … Pero al final, con otra vuelta de tuerca, el personaje narrador vuelve a recuperar su aureola de santidad y aparece como un acomodaticio débil mental, ingenuo e inocente asperger leve, quien ciego de lealtad no comprende las implicaciones de las manipulaciones del embajador alemán a que es sometida la alta nobleza británica, liderada por su adorado señor Darlington (tonto también) “faltando a su magnánima y noble naturaleza”; y que además, por su misma condición psicológica, ignoró la oportunidad del amor de miss Kenton, ÚNICA MUJER QUE LO AMÓ. Entonces lo vemos con ojos de comprensión y misericordia: el pobre hombre sólo quiso conservar su puesto y su cordura. Vemos la historia de un ser simplemente humano, con un motto vitae parecido al de Santa Teresa de Calcuta: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.
Todos los personajes están hábilmente caracterizados y los de los dos protagonistas muy redondeados. Los nombres propios de lugares y personas tienen SIGNIFICADOS muy apropiados. El estilo es aburrido, como corresponde al de un estirado mayordomo inglés … hasta parece que lo estamos escuchando contar su historia, con eufemismos y disimulos.
Creo que es una gran novela psicológica; histórica y política; filosófica; con sátira social; mucha ironía y sutil humorismo. Del subgénero del perspectivismo, con un narrador intradiegético quien va contando, desde su miope PUNTO DE VISTA, su vida a retazos a través de recuerdos y meditaciones en un viaje de vacaciones que resulta ser iniciático y de posterior epifanía de autodescubrimiento y hasta tal vez, del enfoque definitivo del significado de su propia vida, la de su venerado señor y la de miss Kenton.
Vida ejemplo de DEFORMACIÓN PROFESIONAL, vida en total negación afectiva y auto engaño ... actuando casi como un robot ... sin vida privada ... nada propio ... porque no existe más que en función de su trabajo.
Él es un MAYORDOMO DE LOS GRANDES, fue entrenado por su padre, tiene conciencia de su valor profesional y se enorgullece de poseer la GRANDEZA de un mayordomo que cumple con sus tareas a la perfección, cuyos señores poseen EXCELENTE CALIDAD HUMANA y DISTINGUIDA POSICIÓN SOCIAL, que son parte de su misma GRANDEZA, como lo son la DIGNIDAD PROPIA DE SU CONDICIÓN, y el mantener la PLATA con un BRILLO DESLUMBRANTE. Su lema profesional, heredado de su padre, es, ante cualquier situación fuera de lo normal: «no quedará huella alguna de lo ocurrido».
No tiene familia ... ni conciencia social ni política ... pues como el ejemplo de su padre lo indica, su gremio llega al final de la vida sin tener nada propio, ni una casa, ni un coche, ni ropa, ni ahorros, ni familia, solo lealtad canina a un señor de equívoca moral.
Emprende un viaje de vacaciones en el Ford que el nuevo y democrático patrón yanqui le ha brindado en préstamo, además de pagarle la gasolina (prueba de su pobreza).
Es una excursión con la autoexcusa y subyacente propósito de ofrecer a miss Kenton (ahora mistress Benn, antigua ama de llaves que renunció para casarse hace veinte años) volver a trabajar en la mansión ... parece estar secretamente enamorado de ella, aunque conscientemente se dice a sí mismo que va por motivos profesionales y aunque no la ha visto en todo ese lapso, sí ha recibido varias cartas, la última muy nostálgica.
Sus recuerdos revelan, sin embargo, que la hostigaba constantemente por celos profesionales y rivalidad, y la acusaba, sin venir a cuento, de tener "poca experiencia". Se hacía el loco cuando ella le señalaba los errores causados por la decrepitud de su padre (también sirviente de la mansión) ... le ordena no llamar a su padre por su nombre de pila, siendo el padre subalterno de ella ... Hasta que miss Kenton se le enfrenta y le prohíbe que le hable ... Y cuando el padre enferma, ella lo cuida y demuestra ser más humana que él ... que sólo piensa en el olor a asado y grasa que despide el delantal de la llorosa cocinera en el cuarto del viejo gravemente enfermo ... Como ser humano APARENTA ser totalmente insensible, incapaz de amar ni siquiera a su padre ... es más ... ni siquiera se da cuenta de que el pobre anciano moribundo se estaba despidiendo …
En un episodio de antisemitismo, miss Kenton, en protesta, amenaza con renunciar, pero luego no lo hace, según su propia confesión, por cobardía … entonces él pasa meses mofándose de ella. Y omite darle el pésame cuando fallece su único familiar, una tía que fue como su madre y más bien se dedica a regañarla injustamente.
En un punto de sus meditaciones durante el viaje, el mayordomo Stevens parece tener su poca autoestima a punto del colapso ... porque se está dando cuenta que ha vivido en negación y su cacareada DIGNIDAD es una farsa ... Así como dos veces negó haber trabajado para Mr. Darlington, así se niega a sí mismo el hecho de que su admirado antiguo patrón no cumplía con el requisito indispensable exigido para considerarse amo de un "gran mayordomo": SER UN SEÑOR POSEEDOR DE GRANDES IDEALES y que contribuyera al BIEN de la HUMANIDAD y a la GRANDEZA del REINO Unido ... requisito que se exigen los grandes mayordomos, junto a tener la DIGNIDAD PROPIA de su CONDICIÓN, y mantener la PLATA con un BRILLO deslumbrante ... pues llega a comprender, con la ayuda de unos simples aldeanos, que su venerado Lord Darlington fue un individuo sin criterio, que se dejó manipular con ideas totalitarias antibritánicas, antidemocráticas y antiparlamentarias ... y que por lo tanto, su perruna LEALTAD estuvo DESPERDICIADA, pues en realidad, DIGNIDAD, significa ejercer las LIBERTADES ... todo lo contrario de FINGIR, DISIMULAR o “no desnudarse en público", que él consideraba como “DIGNIDAD PROPIA DE SU CONDICIÓN”…
Además, para más inri, recuerda que últimamente incurrió en un error Imperdonable: cuando su nuevo jefe Mr. Farraday estaba dispuesto a cenar, encontró que su tenedor estaba sucio, y aunque no reclamó, él sintió que su trabajo no estaba siendo eficiente con la plata, un fallo inaceptable para un mayordomo de su categoría … o tal vez señal de decadencia senil.
Pero, en otra vuelta de tuerca, se perdona a sí mismo diciendo que no es su culpa si su antiguo señor fue manipulado, y que todavía le quedan muchos años de SERVICIO. Decide dedicarse a aprender con más ahínco a decir bromas, pues comprende que es la “clave del calor humano”; “mostrarse optimista, y aprovechar el máximo lo que le resta del día”.
Para concluir, creo que además de la lección de optimismo y del “tratado” sobre el tema de la DIGNIDAD, palabra que aparece como 47 veces en las 237 páginas, los mensajes del autor Kazuo en Los restos del día son:

1) HASTA LAS PERSONAS BUENAS, DE MAGNÁNIMA Y NOBLE NATURALEZA, AUNQUE TONTAS, PERO AFICIONADAS EN LA POLÍTICA, PUEDEN COMETER DELITOS Y TRAICIONES SI SON MANIPULADAS O ENDOCTRINADAS POR CONSPIRADORES PROPAGANDISTAS PROFESIONALES.
2) A VECES HAY QUE DISIMULAR PARA PODER SOBREVIVIR.
He dicho … ja ja ja …
Lucila Argüello

Esta obra de Kazuo Ishiguro escrita en el año 1989, su tercera novela, desarrolla el cruce de caminos entre la historia política de Inglaterra en los años veinte y el devenir personal del personaje narrador que es el mayordomo Stevens. Stevens examina su vida años después, en 1956, a la par que emprende un viaje con el cual desea modificar su futura existencia al retomar el contacto con un personaje vital de su pasado, Miss Kenton. Esos recuerdos los recibiremos teñidos de grandeza al haber creído -y hacernos creer- que había servido a la humanidad por el simple hecho de cumplir con la dignidad que comporta su cargo y el estar a las órdenes del supuesto gran señor: Lord Darlington.
Es por ello por lo que el mayordomo Stevens se dedicará, a modo de justificación de lo que está por venir, a explicarnos la excelencia de su cargo que está lejos del aprendizaje de un recetario del buen servir y sí de la apropiación en cuerpo y alma de la dignidad requerida que consiste “en vivir su profesión con todas sus consecuencias” y no “tambalearse por acontecimientos externos, por sorprendentes, alarmantes o denigrantes que sean”. Discurso que es el propio de una conciencia alienada es decir de aquella que es capaz de teorizar su condición de servidumbre para darle la apariencia y la garantía de ser verdad. Asimismo, requiere servir a alguien de gran altura moral y cuyo objetivo sea el bien de la humanidad como es el caso de Lord Darlington.
No deja de asombrarme ese concepto de la dignidad desvinculada de la condición humana y del principio de Igualdad y Libertad (artículo nº 1 de la Declaración de los derechos humanos, 1948) y que a partir del Renacimiento se difundió -como dan fe numerosos tratados de la época sobre la dignitas humanis- y sí a un cargo o a un estatus que podían ostentar los ciudadanos romanos siempre pertenecientes a las clases sociales más altas (tribuno, senador o general) lo cual tiene su punto de comicidad. En la obra postula la tesis contraria Harry Smith que afirma “la dignidad no es algo que sólo tengan los caballeros" y más adelante “todos los hombres son libres, y gracias a esa libertad todo el mundo puede decir libremente lo que piensa y votar por que alguien gobierne, o deja de gobernar. En eso consiste la dignidad, si me permite usted decirlo.
El momento cumbre donde la dignidad del mayordomo y la gran altura moral de su señor llegará con la reunión oficiosa de altos mandatarios políticos de varias nacionalidades cuyo objetivo es suavizar el tratado de Versalles que castigaba duramente a Alemania. Esto ocurre en la última semana de 1923. Stevens tiene la convicción de que se está haciendo historia bajo los techos de la mansión de Lord Darlington, aprendiz de diplomático que creía posible apaciguar a Hitler y que colaboró con el fascismo y el antisemitismo. Stevens nunca lo reconocerá.
Este movimiento, Policy of appeasement, de Apaciguamiento que encabezó el primer ministro del Reino Unido Neville Chamberlain surge con la intención de no permitir que los horrores de la Primera Guerra Mundial se repitieran y frenar a la Unión Soviética. Desgraciadamente Alemania violó los acuerdos suscritos y los aliados del momento asistieron a la militarización de Renania, el rearme del ejército, la Wehrmacht, la anexión de Austria y la invasión de Polonia. Ya le dijo Churchill a Chamberlain: tuvo usted para elegir entre la humillación y la guerra, eligió la humillación y nos llevará a la guerra (Wikipedia).
La contención a nivel personal del mayordomo Stevens, que tiene su punto álgido mientras se celebra la confabulación, se manifiesta tanto en la agonía de su padre de la que está ausente como en el rechazo a los avances sentimentales de Miss Kenton. Su alienación es evidente por eso el amor no tiene cabida en su vida y apenas si lo tiene el dolor por la muerte de su padre, tristeza por la partida de Miss Kenton y mucho menos indignación por la injusta expulsión de las dos chicas judías… Entre el ser y la nada, gana la nada.
Pero la historia tiene la última palabra. Al unir la fuente de su orgullo y dignidad con Lord Darlington tendrá que asumir su vergüenza y deshonor y admitir que su profesionalidad no ha servido para nada como revelan los acontecimientos. Por eso rechaza conocer y haber trabajado con Lord Darlington dos veces y aunque es consciente de su actitud se niega a reconocer el motivo que no es otro de no querer participar en el deshonor en el que cayó Lord Darlington.
-Dígame, Stevens, ¿cómo era lord Darlington? Supongo que trabajó usted para él.
-No, señora.
Tendrán que pasar los años, una cruel guerra, la desaparición vergonzosa de Lord Darlington como símbolo de altura moral y la venta de la mansión a un rico norteamericano para que Stevens en un viaje, tanto físico como espiritual al pasado, nos dé su visión, muchas veces engañosa de su historia, la de una vida que se ha basado en la supresión y evasión de la verdad sobre sí mismo y sobre los demás. Reconoce resignadamente el tiempo perdido y enarbola la confianza de vivir con la máxima “dignidad” posible el futuro que le queda al servicio del nuevo señor. Amén.
Ana Ballester

1 comentario:

  1. De este autor leí "Nunca me abandones" y no sé si me gusta o no, fue una lectura extraña.

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