Género: Narrativa
Traducción: María Martoccia
Editorial: EmecéTraducción: María Martoccia
SINOPSIS:
"La casa de las bellas durmientes" sobresale en la obra de
Yasunari Kawabata por su perfección formal. Comienza con la visita del
viejo Eguchi a una casa secreta gobernada por una mujer ordinaria y
práctica que, al final, como él mismo, revelará su esencia inhumana. En
ese burdel, el protagonista, de sesenta y siete años, pasa varias
noches junto a los cuerpos de jóvenes vírgenes narcotizadas. A la vez
que admira el esplendor de las figuras dormidas, rememora su relación
con las mujeres: su esposa, su madre, su amante, sus hijas… Erotismo, lujuria masculina, vejez y violencia se entretejen en esta fulgurante novela breve que amalgama, como es típico en la obra del Premio Nobel de Literatura, motivos tradicionales de la estética japonesa con temas modernos en ambientes casi irreales. Magnífica pero profundamente perturbadora, "La casa de las bellas durmientes" es una escalofriante meditación sobre la sexualidad y la muerte.
OPINIONES:
Me encantó esta novela. Las temáticas
que aborda, la vejez, la soledad, la condición humana, la hombría, la
femineidad, son abordadas de una forma poco usual. El protagonista paga
por dormir con jóvenes vírgenes, y a través de ello, se disparan en su
mente y en el relato escenas del pasado. Todas las mujeres de Eguchi,
las decepciones, el placer fluyen a través del cristal de su vejez y de
la proximidad de su muerte. Para esto las jóvenes son como "Budas
secretos" ofrecen el perdón, la redención sin saberlo siquiera puesto
que están profundamente narcotizadas y jamás sabrán con quien estuvieron
durante la noche. El tono es bastante denso, algunas escenas son
bastante escalofriantes, la tensión va subiendo de manera constante
hasta el final inesperado. Me quedo con un extracto de la solapa de
Yukio Mishima que lo define perfectamente: "La casa de las bellas
durmientes es, con toda seguridad una obra maestra esotérica (...) Una
obra de ésta naturaleza no es dominada por su transparencia o claridad
sino por una opresión sofocante. En lugar de limpidez y pureza hallamos
densidad; más que un mundo amplio y abierto, encontramos una habitación
cerrada...". Excelente.
El autor nos transporta, de la mano del viejo Eguchi, a conocer la casa de las bellas durmientes, un lugar singular al que acuden ancianos para acostarse al lado de muchachas jóvenes que no despertarán. En sus visitas, el protagonista, de sesenta y siete años, deja libre su imaginación y pensamientos, y recuerda también pasajes de su vida relacionados con mujeres. Es una mezcla sensacional de belleza, sensualidad, erotismo, nostalgia, reflexiones sobre la vejez, la vida y la muerte. Una novela intimista, envolvente, tremendamente sencilla, pero brillante. El prólogo de la novela ("Velando su sueño, trémulo"), de Vargas Llosa, es también muy bueno.
Esther Rodríguez
"Dicen que las camelias traen mala suerte porque las flores se caen enteras del tallo, como cabezas cortadas; pero los capullos dobles de este gran árbol, que tenía cuatrocientos años y florecía en cinco colores diferentes, caían de pétalo en pétalo. Por ello se llamaba la camelia «de pétalos caídos»".
Hace algún tiempo leí esta novela breve del Premio Nobel japonés Yasunari Kawabata y no había podido escribir ni siquiera un pequeño comentario porque me dejó estupefacta.
He dejado pasar un tiempo y le he dado una segunda leída y sigo en el mismo estado de perturbación. Creo que debió ser una fantasía erótica del autor, pero el relato es perfecto: estético y lírico, humano, filosófico y sensual en su galanteo con la parca.
Y es que la novela es como una ventana abierta al alma de un hombre mayor ... que en forma muy extraña para mí, se despide de su virilidad en un burdel especial para ancianos, que da en visitar varias veces seguidas, como que se hubiera enviciado a ello.
Porque las bellas durmientes son vírgenes y están narcotizadas, y los ancianos solamente duermen con ellas. Únicamente las contemplan un rato y luego ellos también toman unas pastillitas para dormir tranquilos.
Hay un ambiente irreal y como de pesadilla, por los reflejos carmesíes de los cortinajes de terciopelo que cubren la habitación y el estruendo furioso de las olas del mar ... ocurre una tormenta ... lluvia, aguanieve, frío, noche, amanecer ... siempre perfumado con el olor a infante o fragancia de leche materna, que el viejo percibe en las muchachas, que lucen como ruborizadas por los reflejos de las cortinas ...
En esas contemplaciones, el protagonista tiene remembranzas de mujeres que han pasado por su vida, reminiscencias lujuriosas. Se acuerda también de sus hijas casadas, sobre todo de la menor, que fue violada por un pretendiente y luego se casó con otro. A menudo tiene tentaciones muy extrañas, como estrangular a la muchacha tendida a su lado, o violarla, ya que él aún no ha perdido esa capacidad (la primera vez vez casi lo hace, contraviniendo todas las reglas del lugar, pero se reprime al darse cuenta de la virginidad de la adolescente). Otras veces desea despertarla sacudiéndola en forma violenta, pero sabe que no se despertaría porque la anestesia es muy fuerte. También pide a la encargada que le dé la misma droga que a las muchachas, lo que le es denegado.
Suavemente les acaricia el cabello, las manos, los senos, los labios ... con sus dedos o con su boca de anciano (Esto me causaba repugnancia).
Otras veces la fragancia de las jóvenes le provoca ensueños muy primaverales y poéticos de flores bellísimas: orquídeas, jacintos, rododendros, glicinias, valerianas y sobre todo la camelia de pétalos caídos del templo de las camelias de Kyoto, que florece en cinco colores distintos y al caer pétalo por pétalo, es una alegoría de la vejez.
También tiene ideas de suicidio acompañado, y esto se lo comenta a la extraña y estricta encargada, quien a pesar de ello, continúa recibiéndolo en el local y le aguanta sus impertinencias. La encargada le hace comentarios de las chicas, en el sentido de que si esta tiene experiencia o esta otra se está entrenando ... algo que no se entiende pues las chicas no hacen nada más que dormir y exponerse a los toqueteos de los ancianos.
Comenta con ella que qué pasaría si uno de los ancianos falleciese durante el sueño en esas circunstancias ... ella le contesta que sería el fin de esa casa. Sin embargo, luego él se entera por un amigo, que un anciano murió y lo sacaron a escondidas y no pasó a más. Cuando se aproxima el final, el relato tiene un giro inesperado …
Se me ocurren muchas hipótesis sobre por qué Kawabata escribió esta novela tan extraña y perturbadora, él, que terminaría suicidándose ... a lo mejor, al plasmar sus sentimientos e ideas en boca de Eguchi, evocando tan realísticamente los cuerpos y las poses sensuales de las adolescentes desnudas dormidas, sus movimientos involuntarios y sus voces en sueños, quiso tal vez despedirse a su vez de la vida, porque ya la idea del suicidio le rondaba hacía tiempo ... es costumbre japonesa eso del suicidio, después de todo. Fue su despedirse de la sexualidad, de la primavera … un coqueteo con la muerte.
"¿Cómo sería un sueño parecido al de la muerte? Le atraía mucho la idea de dormir un sueño semejante a la muerte junto a una muchacha drogada hasta parecer muerta.
...
"¿Había entre los ancianos algunos que anhelaran secretamente dormir para siempre junto a una muchacha narcotizada? Parecía haber cierta tristeza en el cuerpo de una muchacha que inspiraba a un anciano la nostalgia de la muerte. Pero entre los ancianos que visitaban la casa, Eguchi era, tal vez, el que más fácilmente se emocionaba; y quizá la mayoría de ellos sólo quería beber la juventud de las muchachas dormidas, disfrutar de ellas sin que se despertaran".
Hace algún tiempo leí esta novela breve del Premio Nobel japonés Yasunari Kawabata y no había podido escribir ni siquiera un pequeño comentario porque me dejó estupefacta.
He dejado pasar un tiempo y le he dado una segunda leída y sigo en el mismo estado de perturbación. Creo que debió ser una fantasía erótica del autor, pero el relato es perfecto: estético y lírico, humano, filosófico y sensual en su galanteo con la parca.
Y es que la novela es como una ventana abierta al alma de un hombre mayor ... que en forma muy extraña para mí, se despide de su virilidad en un burdel especial para ancianos, que da en visitar varias veces seguidas, como que se hubiera enviciado a ello.
Porque las bellas durmientes son vírgenes y están narcotizadas, y los ancianos solamente duermen con ellas. Únicamente las contemplan un rato y luego ellos también toman unas pastillitas para dormir tranquilos.
Hay un ambiente irreal y como de pesadilla, por los reflejos carmesíes de los cortinajes de terciopelo que cubren la habitación y el estruendo furioso de las olas del mar ... ocurre una tormenta ... lluvia, aguanieve, frío, noche, amanecer ... siempre perfumado con el olor a infante o fragancia de leche materna, que el viejo percibe en las muchachas, que lucen como ruborizadas por los reflejos de las cortinas ...
En esas contemplaciones, el protagonista tiene remembranzas de mujeres que han pasado por su vida, reminiscencias lujuriosas. Se acuerda también de sus hijas casadas, sobre todo de la menor, que fue violada por un pretendiente y luego se casó con otro. A menudo tiene tentaciones muy extrañas, como estrangular a la muchacha tendida a su lado, o violarla, ya que él aún no ha perdido esa capacidad (la primera vez vez casi lo hace, contraviniendo todas las reglas del lugar, pero se reprime al darse cuenta de la virginidad de la adolescente). Otras veces desea despertarla sacudiéndola en forma violenta, pero sabe que no se despertaría porque la anestesia es muy fuerte. También pide a la encargada que le dé la misma droga que a las muchachas, lo que le es denegado.
Suavemente les acaricia el cabello, las manos, los senos, los labios ... con sus dedos o con su boca de anciano (Esto me causaba repugnancia).
Otras veces la fragancia de las jóvenes le provoca ensueños muy primaverales y poéticos de flores bellísimas: orquídeas, jacintos, rododendros, glicinias, valerianas y sobre todo la camelia de pétalos caídos del templo de las camelias de Kyoto, que florece en cinco colores distintos y al caer pétalo por pétalo, es una alegoría de la vejez.
También tiene ideas de suicidio acompañado, y esto se lo comenta a la extraña y estricta encargada, quien a pesar de ello, continúa recibiéndolo en el local y le aguanta sus impertinencias. La encargada le hace comentarios de las chicas, en el sentido de que si esta tiene experiencia o esta otra se está entrenando ... algo que no se entiende pues las chicas no hacen nada más que dormir y exponerse a los toqueteos de los ancianos.
Comenta con ella que qué pasaría si uno de los ancianos falleciese durante el sueño en esas circunstancias ... ella le contesta que sería el fin de esa casa. Sin embargo, luego él se entera por un amigo, que un anciano murió y lo sacaron a escondidas y no pasó a más. Cuando se aproxima el final, el relato tiene un giro inesperado …
Se me ocurren muchas hipótesis sobre por qué Kawabata escribió esta novela tan extraña y perturbadora, él, que terminaría suicidándose ... a lo mejor, al plasmar sus sentimientos e ideas en boca de Eguchi, evocando tan realísticamente los cuerpos y las poses sensuales de las adolescentes desnudas dormidas, sus movimientos involuntarios y sus voces en sueños, quiso tal vez despedirse a su vez de la vida, porque ya la idea del suicidio le rondaba hacía tiempo ... es costumbre japonesa eso del suicidio, después de todo. Fue su despedirse de la sexualidad, de la primavera … un coqueteo con la muerte.
"¿Cómo sería un sueño parecido al de la muerte? Le atraía mucho la idea de dormir un sueño semejante a la muerte junto a una muchacha drogada hasta parecer muerta.
...
"¿Había entre los ancianos algunos que anhelaran secretamente dormir para siempre junto a una muchacha narcotizada? Parecía haber cierta tristeza en el cuerpo de una muchacha que inspiraba a un anciano la nostalgia de la muerte. Pero entre los ancianos que visitaban la casa, Eguchi era, tal vez, el que más fácilmente se emocionaba; y quizá la mayoría de ellos sólo quería beber la juventud de las muchachas dormidas, disfrutar de ellas sin que se despertaran".
Lucila Argüello
Ha sido mi primera lectura de este año (2018) y mi segunda lectura de Kawabata. Me reafirmo en la opinión de que Kawabata es un autor sensible. Sus obras no cuentan grandes hechos, ni tienen acción, pero describe con sumo detalle el interior de los personajes, los lugares y paisajes. Un encanto. Por lo demás, estoy de acuerdo con las opiniones. Lo seguiré leyendo.
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