Género: Epistolar
Editorial: Akal
SINOPSIS:
Edición actualizada y anotada de la correspondencia autógrafa que Felipe
II envió a sus hijas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela entre 1581
y 1585, así como la que continuó escribiendo a esta última hasta 1596.
Los originales del archivo de Estado de Turín fueron escritos de su
propio puño y letra por el monarca, quien comenta para sus dos hijas
hasta los más pequeños aspectos de su vida cotidiana, sin olvidar
comentarios sobre la vida pública y el panorama internacional de la
época.
OPINIÓN:
¿Demonio del Mediodía o Rey Prudente? ¿Monstruoso o piadoso? Como
siempre, salvo en la muerte y el amor, la verdad es tibia. Estas cartas
han sido usadas desde su publicación en 1884 para destacar el lado
humano del rey, o se han ignorado para negarlo. El rey muestra sentido
del humor, impaciencia feliz por reencontrarse con su hermana María,
cariño de abuelo, añoranza por los ausentes: "Y bien me acordaré yo de
esta noche, aunque viviese 1000 años",
escribe en el aniversario de la muerte de su sobrina y esposa Ana. Los
aspectos negativos no se ven, salvo que se intuye la cerrazón religiosa
que conocemos por otros medios.
De 1581 al 85 Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela reciben conjuntamente las cartas de su padre viajero (¿Quién dice que no se movía?) Como Isabel vivirá con su padre mientras este viva, a partir del 85 las cartas son para Catalina, duquesa de Saboya ya, en Turín. Algún reproche: "Me dicen que el duque y vos usáis en las cosas de Roma de mi autoridad sin mi orden y aún contra las que tienen mis ministros, no lo querría creer y menos de vos..." Pero muchos, muchos "Te quiero".
Verdadero cariño paternal hacia una joven que morirá con 30 años tras 10 partos. Joven influyente en la política de su marido el duque saboyano, mujer leal, respetuosa y nada abusadora de su posición. La última carta que le escribe su padre es de 1596; ella muere al año siguiente, Felipe en 1598.
Los remites de las cartas son, e interesa mucho la descripción de estos lugares que el rey hace, de Lisboa y alrededores, Madrid, El pardo, Aranjuez, El Escorial, distintos sitios de Valencia, Cataluña y Aragón, y alguno más.
Buena introducción, 419 notas, y bibliografia a cargo de Fernando Bouzas. Editó Akal en 1998. Compré la reedición de 2008 en la estupenda librería del museo de El Prado. 220 páginas, 18 euros.
De 1581 al 85 Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela reciben conjuntamente las cartas de su padre viajero (¿Quién dice que no se movía?) Como Isabel vivirá con su padre mientras este viva, a partir del 85 las cartas son para Catalina, duquesa de Saboya ya, en Turín. Algún reproche: "Me dicen que el duque y vos usáis en las cosas de Roma de mi autoridad sin mi orden y aún contra las que tienen mis ministros, no lo querría creer y menos de vos..." Pero muchos, muchos "Te quiero".
Verdadero cariño paternal hacia una joven que morirá con 30 años tras 10 partos. Joven influyente en la política de su marido el duque saboyano, mujer leal, respetuosa y nada abusadora de su posición. La última carta que le escribe su padre es de 1596; ella muere al año siguiente, Felipe en 1598.
Los remites de las cartas son, e interesa mucho la descripción de estos lugares que el rey hace, de Lisboa y alrededores, Madrid, El pardo, Aranjuez, El Escorial, distintos sitios de Valencia, Cataluña y Aragón, y alguno más.
Buena introducción, 419 notas, y bibliografia a cargo de Fernando Bouzas. Editó Akal en 1998. Compré la reedición de 2008 en la estupenda librería del museo de El Prado. 220 páginas, 18 euros.
Luis Miguel Sotillo Castro
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