Género: Narrativa
Traducción: Anne-Hélène Suárez Girard
Traducción: Anne-Hélène Suárez Girard
SINOPSIS:
Publicadas por separado y en distintas épocas, estas tres nouvelles
ponen de nuevo en escena al infalible comisario Adamsberg, inmerso esta
vez en los bajos fondos parisinos y en el bizarro mundo de los clochards…
En «Salud y libertad», un estrafalario vagabundo se instala en un
banco, con todo su ajuar, ante la comisaría de Adamsberg mientras éste
recibe misteriosos anónimos amenazadores y una mujer aparece muerta
sobre las vías del tren. En «La noche de los brutos», Danglard y el
comisario investigan la extraña muerte de una mujer que aparece ahogada
debajo de un puente del Sena. En «Cinco francos unidad», un estrambótico
vendedor ambulante de esponjas presencia el intento de asesinato a una
rica dama, y el comisario conseguirá que colabore con la policía de un
modo realmente ingenioso.
OPINIÓN:
El libro lo componen tres relatos cortos protagonizados por el comisario Adamsberg y publicados inicialmente en distintas fechas y medios. Éste es mi primer encuentro con el comisario, y aunque, en mi opinión, no son historias nada destacables, sí que resultan entretenidas y ofrecen un rato de distracción, adecuado a veces entre otras lecturas más espesas.
En el primero de los casos, “Salud y libertad”, el título hace referencia a la frase con la que se despide en sus cartas anónimas, dirigidas al comisario, alguien que declara haber cometido un asesinato impunemente. El comisario, armado de paciencia, recibirá alguna que otra nota del presunto asesino, a la vez que la comisaría se ve sorprendida por la aparición de un extraño personaje que se ha instalado en un banco delante del edificio. Lo que más me ha sorprendido (o menos me ha gustado) en esta historia es como Adamsberg se saca la resolución del caso de la nada (o de la manga).
En “La noche de los brutos” el comisario, de guardia en Nochebuena, está convencido que esa noche siempre ocurre algún asesinato, y cuando unos días después aparece el cadáver de una mujer en el Sena sigue su poderosa intuición y enfoca la investigación en esa dirección.
“Cinco francos la unidad” es la última de las historias y la que más me ha gustado. El comisario en esta ocasión se limita a interrogar al único testigo de un asesinato, un peculiar vagabundo que vende esponjas. El diálogo que mantienen ambos me ha parecido original, incluso divertido.
La extensión de los tres relatos, que imagino limitada por los medios de comunicación en que se publicaron, no daba para mucho y creo que por eso no me han entusiasmado, aunque insisto en que no dejan de ser entretenidos para los que gustan del género. Espero poder leer pronto una novela más extensa protagonizada por Adamsberg, para poder opinar con mayor conocimiento.
OPINIÓN:
El libro lo componen tres relatos cortos protagonizados por el comisario Adamsberg y publicados inicialmente en distintas fechas y medios. Éste es mi primer encuentro con el comisario, y aunque, en mi opinión, no son historias nada destacables, sí que resultan entretenidas y ofrecen un rato de distracción, adecuado a veces entre otras lecturas más espesas.
En el primero de los casos, “Salud y libertad”, el título hace referencia a la frase con la que se despide en sus cartas anónimas, dirigidas al comisario, alguien que declara haber cometido un asesinato impunemente. El comisario, armado de paciencia, recibirá alguna que otra nota del presunto asesino, a la vez que la comisaría se ve sorprendida por la aparición de un extraño personaje que se ha instalado en un banco delante del edificio. Lo que más me ha sorprendido (o menos me ha gustado) en esta historia es como Adamsberg se saca la resolución del caso de la nada (o de la manga).
En “La noche de los brutos” el comisario, de guardia en Nochebuena, está convencido que esa noche siempre ocurre algún asesinato, y cuando unos días después aparece el cadáver de una mujer en el Sena sigue su poderosa intuición y enfoca la investigación en esa dirección.
“Cinco francos la unidad” es la última de las historias y la que más me ha gustado. El comisario en esta ocasión se limita a interrogar al único testigo de un asesinato, un peculiar vagabundo que vende esponjas. El diálogo que mantienen ambos me ha parecido original, incluso divertido.
La extensión de los tres relatos, que imagino limitada por los medios de comunicación en que se publicaron, no daba para mucho y creo que por eso no me han entusiasmado, aunque insisto en que no dejan de ser entretenidos para los que gustan del género. Espero poder leer pronto una novela más extensa protagonizada por Adamsberg, para poder opinar con mayor conocimiento.
Esther Rodríguez
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