Género: Narrativa
Editorial: 66 rpm
SINOPSIS:
Editorial: 66 rpm
SINOPSIS:
"Rocker, la generación de las hogueras", es un relato centrado en las
experiencias personales del autor, rocker desde su adolescencia, músico
que ha girado internacionalmente, escrito canciones para numerosos
grupos y miembro fundador de la banda más reputada del rockabilly
español, Nu Niles. Desde Badalona, en primera persona, narra ilusiones y
desengaños, pasión por la música y el cine y cómo se descubre y afianza
la amistad.
OPINIÓN:
OPINIÓN:
Ante
todo pedir disculpas por extenderme mucho más de lo habitual, pero esta
obra, por razones personalísimas, me ha tocado la fibra.
¡Al fin! Tras las tremendas decepciones que me llevé con ‘Rockers, desterrados de la movida’ (Lauren Jordán) y ‘Corre, rocker’ (Sabino Méndez), no por la calidad de las obras (algo en lo que no voy a entrar ahora) sino porque poco, en el primer caso, y nada, en el segundo, tienen que ver sus títulos y fotografías de portada con los respectivos textos, cae en mis manos esta crónica de la llamada generación de las hogueras.
El texto galopa entre el ensayo y la autobiografía. El autor comienza a destiempo en una suerte de road movie, narrando avatares sufridos en los trayectos en furgoneta de hotel a hotel con una de sus bandas, para hacer un stop a modo de bibliografía y arrancar, ahora sí, en su Badalona natal a finales de los ochenta. Habla de una moda que hace que, de la noche a la mañana, comiencen a verse tupés por todas partes, y explica el contexto que la condiciona, mayormente películas y discos de fácil acceso para cualquier adolescente del momento.
Se mencionan, como digo, infinidad de discos, canciones, bandas y películas, pero siempre por la relación que puedan tener con la forja de la personalidad del autor, sin convertirse la obra –como suele pasar- en una enumeración sin alma, un simple catálogo al que recurrir cuando se busca algo muy concreto. Igualmente, y siempre en relación al devenir de su protagonista, lugares de aquel entorno, no sólo locales musicales y tiendas de discos, sino también colegios o incluso la casa de algún amigo. De este modo las palabras emiten cierto calor que de inmediato se traduce en cercanía con el lector. Y eso, en mi opinión, es lo mejor del texto: su sinceridad, su honestidad. En ningún momento pretende sentar cátedra ni enumerar condiciones y características de ningún movimiento socio-cultural (me permito un exceso de pedantería para evitar la expresión ‘tribu urbana’, que nunca me ha gustado). Se limita a contar lo que ocurre en un lugar y momento dado, entre personas reales con nombre y apellido (aunque en estos escenarios suele primar el mote o apodo). Lo bueno, por añadidura, es saber –los que estamos ‘dentro’, al menos, lo sabemos- que algo se puede extrapolar y generalizar de lo vivido por su autor, pues ha sido partícipe de eso que unos llaman movimiento y otros escena, tanto en momentos de popularidad donde todo huele a años cincuenta, como cuando se cierra el telón y volvemos al segundo plano que (creo) es nuestro lugar natural. Y al saber el autor de lo que habla, porque lo ha vivido, la obra –algo que yo había dado ya por imposible- carece de tópicos. Baste decir que la palabra ‘brillantina’ no aparece en todo el texto y apenas se menciona a Loquillo un par de veces.
A título personal, leerlo ha sido un maravilloso flashback, pues –como a todos los que dentro de esa escena seguimos casi treinta años después, supongo- me ha resultado extremadamente entrañable el paralelismo de lo narrado con mi propia vida. Es curioso, soy tres años más joven que el autor y comencé en esto del rock and roll exactamente tres años después (esto es, aunque a destiempo, a la par: ambos teníamos entre 12 y 13 años). Muchos de los pasajes que cita en su Badalona del 87-88 podrían pertenecer, simplemente cambiando el nombre de los actores, a mi Cartagena del 90-91. Esa forma de ir adentrándote en algo que comienza siendo una simple música que te gusta y termina convirtiéndose en una cultura y un modo de vida, de manera que una canción te lleva a un artista, ese artista a bandas paralelas, la indumentaria de una de esas bandas a una película, y la película a un libro y a otra canción y vuelta a empezar y esto no acaba nunca (ya digo que ahí estamos ya treinta años, y algunos, esa generación del 77 que menciona varias veces, más aún).
No obstante, y como he leído ya en alguna reseña, es un libro que sólo puedo recomendar a quien está, de un modo u otro, ligado al rockabilly y el rock and roll clásico, por la proximidad que sentirá hacia el texto y su autor, o a quien quiera conocer cómo surgió el movimiento y adentrarse en este mundo a través de un texto que, insisto porque lo valoro mucho, carece de los estúpidos tópicos de siempre y no impone ningún tipo de idea predeterminada.
¡Al fin! Tras las tremendas decepciones que me llevé con ‘Rockers, desterrados de la movida’ (Lauren Jordán) y ‘Corre, rocker’ (Sabino Méndez), no por la calidad de las obras (algo en lo que no voy a entrar ahora) sino porque poco, en el primer caso, y nada, en el segundo, tienen que ver sus títulos y fotografías de portada con los respectivos textos, cae en mis manos esta crónica de la llamada generación de las hogueras.
El texto galopa entre el ensayo y la autobiografía. El autor comienza a destiempo en una suerte de road movie, narrando avatares sufridos en los trayectos en furgoneta de hotel a hotel con una de sus bandas, para hacer un stop a modo de bibliografía y arrancar, ahora sí, en su Badalona natal a finales de los ochenta. Habla de una moda que hace que, de la noche a la mañana, comiencen a verse tupés por todas partes, y explica el contexto que la condiciona, mayormente películas y discos de fácil acceso para cualquier adolescente del momento.
Se mencionan, como digo, infinidad de discos, canciones, bandas y películas, pero siempre por la relación que puedan tener con la forja de la personalidad del autor, sin convertirse la obra –como suele pasar- en una enumeración sin alma, un simple catálogo al que recurrir cuando se busca algo muy concreto. Igualmente, y siempre en relación al devenir de su protagonista, lugares de aquel entorno, no sólo locales musicales y tiendas de discos, sino también colegios o incluso la casa de algún amigo. De este modo las palabras emiten cierto calor que de inmediato se traduce en cercanía con el lector. Y eso, en mi opinión, es lo mejor del texto: su sinceridad, su honestidad. En ningún momento pretende sentar cátedra ni enumerar condiciones y características de ningún movimiento socio-cultural (me permito un exceso de pedantería para evitar la expresión ‘tribu urbana’, que nunca me ha gustado). Se limita a contar lo que ocurre en un lugar y momento dado, entre personas reales con nombre y apellido (aunque en estos escenarios suele primar el mote o apodo). Lo bueno, por añadidura, es saber –los que estamos ‘dentro’, al menos, lo sabemos- que algo se puede extrapolar y generalizar de lo vivido por su autor, pues ha sido partícipe de eso que unos llaman movimiento y otros escena, tanto en momentos de popularidad donde todo huele a años cincuenta, como cuando se cierra el telón y volvemos al segundo plano que (creo) es nuestro lugar natural. Y al saber el autor de lo que habla, porque lo ha vivido, la obra –algo que yo había dado ya por imposible- carece de tópicos. Baste decir que la palabra ‘brillantina’ no aparece en todo el texto y apenas se menciona a Loquillo un par de veces.
A título personal, leerlo ha sido un maravilloso flashback, pues –como a todos los que dentro de esa escena seguimos casi treinta años después, supongo- me ha resultado extremadamente entrañable el paralelismo de lo narrado con mi propia vida. Es curioso, soy tres años más joven que el autor y comencé en esto del rock and roll exactamente tres años después (esto es, aunque a destiempo, a la par: ambos teníamos entre 12 y 13 años). Muchos de los pasajes que cita en su Badalona del 87-88 podrían pertenecer, simplemente cambiando el nombre de los actores, a mi Cartagena del 90-91. Esa forma de ir adentrándote en algo que comienza siendo una simple música que te gusta y termina convirtiéndose en una cultura y un modo de vida, de manera que una canción te lleva a un artista, ese artista a bandas paralelas, la indumentaria de una de esas bandas a una película, y la película a un libro y a otra canción y vuelta a empezar y esto no acaba nunca (ya digo que ahí estamos ya treinta años, y algunos, esa generación del 77 que menciona varias veces, más aún).
No obstante, y como he leído ya en alguna reseña, es un libro que sólo puedo recomendar a quien está, de un modo u otro, ligado al rockabilly y el rock and roll clásico, por la proximidad que sentirá hacia el texto y su autor, o a quien quiera conocer cómo surgió el movimiento y adentrarse en este mundo a través de un texto que, insisto porque lo valoro mucho, carece de los estúpidos tópicos de siempre y no impone ningún tipo de idea predeterminada.
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