Género: Narrativa
Traducción: Miguel Martínez-Lage
Editorial: Libros del Asteroide
SINOPSIS:
Traducción: Miguel Martínez-Lage
Editorial: Libros del Asteroide
SINOPSIS:
Norman Moonbloom es un perdedor, un pacífico inadaptado que, tras alargar sus años de universidad hasta la treintena, se ve obligado a aceptar el trabajo que le ofrece su hermano como administrador de unos apartamentos en Manhattan. Durante las visitas a los inquilinos, en las que tendrá que soportar sus indignadas quejas sobre el estado de las viviendas, conocerá una variopinta galería de personajes que son, en realidad, arquetipos del Nueva York de los cincuenta. Poco a poco, Norman irá asomándose a las vidas de sus arrendatarios, descubriendo sus más íntimos deseos y penas. Su trato será el detonante de importantes cambios en la vida de Moonbloom quien, desoyendo las exigencias de rentabilidad de su hermano y las indicaciones del sentido común, se embarcará en un desesperado intento por mejorarles la vida. Los inquilinos de Moonbloom compone con trazo enérgico, festivo y nostálgico, un imponente fresco sobre la Gran Manzana y el rigor de la vida urbana. Una gran muestra de la literatura americana de los sesenta, de un escritor llamado a figurar entre los grandes de su generación y al que sólo su temprana desaparición privó de un reconocimiento más amplio.
OPINIÓN:
Es una novela bastante singular, incluso extraña. En ella conocemos a Norman Moonbloom, un treintañero que lleva una vida mediocre y gris, que trabaja para su hermano cobrando semanalmente los alquileres de cuatro edificios de apartamentos. Norman debe encargarse también de las quejas y reparaciones que le solicitan, aunque el presupuesto para ello sea escaso.
Destacaría del libro las visitas a los inquilinos, una veintena, personajes peculiares, extravagantes, de orígenes diversos, que representan un cuadro humano de lo más variopinto y probablemente muy representativo del Nueva York de mediados del siglo XX. Norman tiene que lidiar con sus numerosas quejas –no solo respecto a las viviendas sino también sobre sus vidas–, y el contacto con los inquilinos y sus miserias provocará a la larga un sorprendente cambio redentor en su propia vida. Es una pena que al ser tantos los inquilinos –me ha sido muy útil hacerme un pequeño esquema– no se profundiza en ellos, pero algunas de sus tragicómicas historias son muy divertidas y lo que más he disfrutado de la lectura.
Lo que menos me ha gustado es el lenguaje, a veces culto a veces vulgar –en boca de algunos personajes–, pero no ha dejado de parecerme una traducción algo extraña que me ha impedido conectar del todo con la historia. No obstante mi valoración global es positiva. Según indica en el prólogo Rodrigo Fresán, el autor se mudó a un ruinoso edificio de apartamentos en el “downtown” de la ciudad para documentarse, y quizá sea eso lo que le da una mirada muy realista.
Destacaría del libro las visitas a los inquilinos, una veintena, personajes peculiares, extravagantes, de orígenes diversos, que representan un cuadro humano de lo más variopinto y probablemente muy representativo del Nueva York de mediados del siglo XX. Norman tiene que lidiar con sus numerosas quejas –no solo respecto a las viviendas sino también sobre sus vidas–, y el contacto con los inquilinos y sus miserias provocará a la larga un sorprendente cambio redentor en su propia vida. Es una pena que al ser tantos los inquilinos –me ha sido muy útil hacerme un pequeño esquema– no se profundiza en ellos, pero algunas de sus tragicómicas historias son muy divertidas y lo que más he disfrutado de la lectura.
Lo que menos me ha gustado es el lenguaje, a veces culto a veces vulgar –en boca de algunos personajes–, pero no ha dejado de parecerme una traducción algo extraña que me ha impedido conectar del todo con la historia. No obstante mi valoración global es positiva. Según indica en el prólogo Rodrigo Fresán, el autor se mudó a un ruinoso edificio de apartamentos en el “downtown” de la ciudad para documentarse, y quizá sea eso lo que le da una mirada muy realista.
Novela bien construida, amena y divertida, que recomiendo por su originalidad –o extravangancia–.
Esther Rodríguez
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