Género: Narrativa, Relatos
Editorial: Salto de Página
SINOPSIS:
Editorial: Salto de Página
SINOPSIS:
La identidad es siempre el objeto huidizo y esquivo de una
búsqueda más o menos desesperada. O quizá ocurre, simplemente, que no
formulamos la pregunta adecuada. Quizá la pregunta no sea quiénes somos sino cuántos.
Un payaso ex toxicómano al que un león le arrancó un brazo durante su
última actuación; un reputado oftalmólogo que pierde el hilo de su
discurso durante una ponencia y no logra recuperarlo; un profesor de
literatura que busca el amor en los servicios de las estaciones de
autobuses; una adolescente bulímica que se considera culpable de la
separación de sus padres; un enfermo de cáncer terminal que recobra las
ganas de vivir tras ser víctima de un atentado..., todos ellos narran de
viva voz un fragmento crucial de sus vidas y retan al lector a
replantearse sus prejuicios y juzgarlos —y juzgarse— con imparcialidad.
Son parte del haz de voces que Carmona del Barco despliega con asombrosa versatilidad y oficio de narrador. Una invitación a asomarnos a la oscura complejidad del alma humana, encerrada en estos relatos como insectos atrapados en ámbar.
Son parte del haz de voces que Carmona del Barco despliega con asombrosa versatilidad y oficio de narrador. Una invitación a asomarnos a la oscura complejidad del alma humana, encerrada en estos relatos como insectos atrapados en ámbar.
OPINIÓN:
Cuatro ideas de la sinopsis planean constantemente sobre la obra:
juicios (de valor) imparciales, oficio de narrador, identidad y
complejidad del alma humana.
Debe aclararse lo de los juicios de valor: no necesariamente están, sino que pueden producirse en el lector. Esto depende de la distancia que cada uno quiera tomar con la lectura. Pero el autor ni los hace ni los propone: Miguel Ángel Carmona no juzga, sólo muestra, describe, cuenta. Y lo hace, además, de maravilla, desbordando ese oficio de narrador que se nos anuncia en la sinopsis.
La complejidad del alma humana, o del ser humano, por si a alguien le resulta un tanto ajeno el concepto de alma (a mí me ocurre a veces), no sólo está presente en todos los relatos, sino que es, a su vez, el hilo conductor de la narración. Porque aunque es un libro de relatos sin conexión entre ellos (mejor dicho, de historias independientes: sí existe cierta conexión, como expongo a continuación), existe algo que da cuerpo al libro, y es algo que va más allá de barreras de temática y estilo. Poco tiene que ver el (personaje del) payaso toxicómano con la niña bulímica, la inmigrante que busca convalidar su título universitario o el policía antidisturbios, pero sus historias sí navegan en las mismas aguas, que no son otras que los ojos de quien mira y se siente distinto, ajeno y alejado de todo aquello.
La calidad de la obra y el buen hacer de su autor se notan desde el principio, cuando al terminar una historia rural, atemporal y eminentemente dramática (‘Hilvanes’), protagonizada por un payaso manco y toxicómano que sobrevive casi por inercia, pasamos a un texto urbano y actual (‘El hilo’), de corte surrealista (homenaje, intuyo por la mención expresa, a Buñuel) y salpicado de cierto humor negro.
Me sabe a poco dar una visión global de una obra tan coral, por lo que expongo brevemente algunas ideas o impresiones de los que más me han gustado.
En ‘Mínima alma mía’, uno de los relatos más crudos, un profesor homosexual pasea su búsqueda por los servicios de las estaciones de autobuses (su condición de profesor le impide acudir a museos y bibliotecas). Huyendo de tópicos y de historias que ya nos han contado muchas veces, enfrenta al personaje con una némesis igual de icónica aunque menos trabajada: el homosexual reprimido, negado, una verdadera bestia que se avergüenza y huye de sí misma refugiándose en la violencia.
‘Una parcela en el infierno’ me ha parecido el mejor de todos. Una historia de intemperie urbana, con cierto toque onírico, que combina venganza y mundos desmoronados con un magnífico reparto, en una historia con entidad suficiente para componer una novela, y que el autor lleva magistralmente al terreno del relato corto.
‘Más sola que la luna’ nos acerca al universo de una niña bulímica ofreciendo un plus a los relatos que han tratado previamente el tema: a sus miedos y complejos ocasionados por sus propios delirios y el trato que sufre por parte de terceros, se añade un insoportable sentimiento de culpa ante la ruptura de sus padres, algo de lo que se siente a todas luces responsable.
‘Sal de mi alma’ redunda en el tema de la identidad. Su protagonista es una prostituta, pero el relato no entra, cámara en mano, en ese mundo, sino que tiene lugar, casi en su totalidad, mientras Yurena/Marlene espera ser atendida en la pescadería. Una interesante vuelta de tuerca para ver un tema clásico desde otra perspectiva.
En ‘Cargas familiares’ pesa la disyuntiva y, nuevamente, los conflictos de identidad. ¿Cómo afronta un agente antidisturbios el juicio de sus hijos, dos ‘antisistemas’? ¿Por qué no entienden (y asumen) estos hijos, para quienes encarna al enemigo, que son gran parte de lo que son gracias al dinero y esfuerzo de su padre?
He disfrutado muchísimo estos relatos, que en su mayoría he releído al acabar, y los recomiendo sin duda.
Debe aclararse lo de los juicios de valor: no necesariamente están, sino que pueden producirse en el lector. Esto depende de la distancia que cada uno quiera tomar con la lectura. Pero el autor ni los hace ni los propone: Miguel Ángel Carmona no juzga, sólo muestra, describe, cuenta. Y lo hace, además, de maravilla, desbordando ese oficio de narrador que se nos anuncia en la sinopsis.
La complejidad del alma humana, o del ser humano, por si a alguien le resulta un tanto ajeno el concepto de alma (a mí me ocurre a veces), no sólo está presente en todos los relatos, sino que es, a su vez, el hilo conductor de la narración. Porque aunque es un libro de relatos sin conexión entre ellos (mejor dicho, de historias independientes: sí existe cierta conexión, como expongo a continuación), existe algo que da cuerpo al libro, y es algo que va más allá de barreras de temática y estilo. Poco tiene que ver el (personaje del) payaso toxicómano con la niña bulímica, la inmigrante que busca convalidar su título universitario o el policía antidisturbios, pero sus historias sí navegan en las mismas aguas, que no son otras que los ojos de quien mira y se siente distinto, ajeno y alejado de todo aquello.
La calidad de la obra y el buen hacer de su autor se notan desde el principio, cuando al terminar una historia rural, atemporal y eminentemente dramática (‘Hilvanes’), protagonizada por un payaso manco y toxicómano que sobrevive casi por inercia, pasamos a un texto urbano y actual (‘El hilo’), de corte surrealista (homenaje, intuyo por la mención expresa, a Buñuel) y salpicado de cierto humor negro.
Me sabe a poco dar una visión global de una obra tan coral, por lo que expongo brevemente algunas ideas o impresiones de los que más me han gustado.
En ‘Mínima alma mía’, uno de los relatos más crudos, un profesor homosexual pasea su búsqueda por los servicios de las estaciones de autobuses (su condición de profesor le impide acudir a museos y bibliotecas). Huyendo de tópicos y de historias que ya nos han contado muchas veces, enfrenta al personaje con una némesis igual de icónica aunque menos trabajada: el homosexual reprimido, negado, una verdadera bestia que se avergüenza y huye de sí misma refugiándose en la violencia.
‘Una parcela en el infierno’ me ha parecido el mejor de todos. Una historia de intemperie urbana, con cierto toque onírico, que combina venganza y mundos desmoronados con un magnífico reparto, en una historia con entidad suficiente para componer una novela, y que el autor lleva magistralmente al terreno del relato corto.
‘Más sola que la luna’ nos acerca al universo de una niña bulímica ofreciendo un plus a los relatos que han tratado previamente el tema: a sus miedos y complejos ocasionados por sus propios delirios y el trato que sufre por parte de terceros, se añade un insoportable sentimiento de culpa ante la ruptura de sus padres, algo de lo que se siente a todas luces responsable.
‘Sal de mi alma’ redunda en el tema de la identidad. Su protagonista es una prostituta, pero el relato no entra, cámara en mano, en ese mundo, sino que tiene lugar, casi en su totalidad, mientras Yurena/Marlene espera ser atendida en la pescadería. Una interesante vuelta de tuerca para ver un tema clásico desde otra perspectiva.
En ‘Cargas familiares’ pesa la disyuntiva y, nuevamente, los conflictos de identidad. ¿Cómo afronta un agente antidisturbios el juicio de sus hijos, dos ‘antisistemas’? ¿Por qué no entienden (y asumen) estos hijos, para quienes encarna al enemigo, que son gran parte de lo que son gracias al dinero y esfuerzo de su padre?
He disfrutado muchísimo estos relatos, que en su mayoría he releído al acabar, y los recomiendo sin duda.
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