16 de marzo de 2019

"El tesoro de Jacinto Montiel", de Ismael Orcero Marín

el tesoro de jacinto montiel
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: El Transbordador

SINOPSIS: 
Jacinto, desde su infancia, ha estado rodeado de los personajes de las leyendas de Villa de Fuentes. Como cronista de su pueblo, ha tomado nota de muchos de los cuentos donde gnomos, monstruos y tesoros conviven con los hechos más memorables de la historia local.
Sin embargo, después de los asesinatos de su primo y su mejor amigo, esas narraciones pasarán a formar parte de la realidad de sus vecinos, y su investigación no sólo lo llevará a seguir la pista de los asesinos de estos, sino a la búsqueda de una verdad que ha perseguido durante toda su vida.

OPINIÓN:
Ismael Orcero, obviando las modas literarias del momento (hace tres días la novela histórica, ayer la novela negra y hoy mismo eso que hemos denominado 'autoficción') irrumpió hace poco más de un año con un libro de relatos de realismo mágico (‘El fin del mundo’, que yo mismo tuve el placer de editar), una novela juvenil ilustrada (‘Historias de una ciudad inundada’) y vuelve ahora con un relato / novela corta que, por no perder tiempo buscando inservibles etiquetas, voy a llamar simplemente ‘clásica’: una historia con comienzo, nudo y desenlace que bebe de Lovecraft, Verne, Dickens o Cunqueiro, articulada con una prosa cuidada a la par que sencilla con la que el lector cae fácilmente dentro de las páginas para divertirse y sorprenderse (que es de lo que se trata).
La obra se inicia con una referencia al año 1986, por lo que los hechos narrados se pueden contextualizar en los 70 o primeros 80. Es, sin embargo, una de las señas de identidad del autor la atemporalidad de sus escritos. Como ya ocurriera en algunos relatos de 'El fin del mundo', la naturaleza de los temas tratados (prejuicios, miedo a lo desconocido, folclore rural...) sumado a la ausencia de referencias tecnológicas (no hay ordenadores ni teléfonos móviles, creo que ni siquiera se mencionan vehículos a motor) hace que la historia pueda situarse tanto en el siglo XIX como ayer mismo.
Jacinto Montiel es el cronista de un pueblo que imagino inventado (aunque podría no serlo, pues me consta que el autor, por motivos de trabajo, ha recalado en zonas muy aisladas de nuestra geografía) y, como tal, un apasionado de la historia y leyendas de la zona, sintiendo predilección por la de un fraile medieval que investigaba la existencia de una suerte de gnomos, que la gente del lugar llama chatos, y La Arrastrada, una mujer-reptil capaz de arrasar con todo por mera vanidad. Cuando la Guardia Civil anuncia al cronista la muerte del farmacéutico y su ayudante (éste último su primo) todo parece indicar que se trata de un animal salvaje, lo que sitúa el punto de mira en los zíngaros que acampan a las afueras, concretamente en el oso que les acompaña. Pero nuevas muertes y agresiones cada vez más extravagantes, como la que destroza la iglesia, hacen que Montiel deje de seguir las pistas falsas que sigue la muchedumbre como una zanahoria al final de un palo para plantearse si no será el momento de tomar en serio los mitos y leyendas que lleva siglos estudiando y que tienen una sólida base histórica. De este modo todo se precipita para darnos una segunda mitad trepidante con hordas incendiarias, sangre en el burdel y extrañas criaturas de circo que llevarán a nuestro protagonista a hacerse preguntas que hasta entonces había obviado y enfrentarse cara a cara con la leyenda y, por tanto, con el trabajo de toda su vida.
Poco más se puede decir de una historia de apenas 100 páginas (43 a doble columna) sin incurrir en spoiler, salvo desear que disfruten la lectura como yo la he disfrutado (y desconfíen de los hechos —accidentes de caza, ajustes de cuentas...— a los que prensa y autoridades dieron carpetazo demasiado rápido).

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