Género: Narrativa
Editorial: Lumen
SINOPSIS:
Érase una vez una saga familiar de terratenientes mexicanos y un niño rodeado de abejas. Con estos elementos Sofía Segovia ha creado una historia de amor por la tierra y del poder de la complicidad entre los seres humanos.
Una mañana cualquiera un hombre de avanzada edad toma un taxi en la ciudad de Monterrey rumbo a Linares, su ciudad natal. El viaje solo llevará unas horas, pero el viejo habla y no para, como si delante de él se desplegara todo su pasado. Así, el taxista y los lectores vamos a conocer la historia de una familia mexicana de terratenientes, los Morales Cortés, desde el principio del siglo XX hasta hoy.
De repente, en el fluir de las palabras, asoma el rostro amigo de un niño sabio que no puede hablar, pero oye lo que otros no saben o no quieren oír, y anda rodeado de abejas. Ellas son sus aliadas y las que sabrán guardar los secretos del caserón de Linares, un lugar donde viven mujeres hermosas y tercas y las naranjas tienen un sabor especial. Incluso la muerte es distinta en Linares, y el hombre lo sabe. Por eso viaja, habla, recuerda...
El murmullo de las abejas nos lleva a un mundo donde casi todo es posible si aceptamos que el cuerpo tiene más de cinco sentidos. Sofía Segovia nos invita a aguzar la vista, a estar atentos, para oler el aire, ver más allá de lo aparente y llegar a comprender lo que de verdad importa.
Una mañana cualquiera un hombre de avanzada edad toma un taxi en la ciudad de Monterrey rumbo a Linares, su ciudad natal. El viaje solo llevará unas horas, pero el viejo habla y no para, como si delante de él se desplegara todo su pasado. Así, el taxista y los lectores vamos a conocer la historia de una familia mexicana de terratenientes, los Morales Cortés, desde el principio del siglo XX hasta hoy.
De repente, en el fluir de las palabras, asoma el rostro amigo de un niño sabio que no puede hablar, pero oye lo que otros no saben o no quieren oír, y anda rodeado de abejas. Ellas son sus aliadas y las que sabrán guardar los secretos del caserón de Linares, un lugar donde viven mujeres hermosas y tercas y las naranjas tienen un sabor especial. Incluso la muerte es distinta en Linares, y el hombre lo sabe. Por eso viaja, habla, recuerda...
El murmullo de las abejas nos lleva a un mundo donde casi todo es posible si aceptamos que el cuerpo tiene más de cinco sentidos. Sofía Segovia nos invita a aguzar la vista, a estar atentos, para oler el aire, ver más allá de lo aparente y llegar a comprender lo que de verdad importa.
Una novela tierna y con alitas que te hace volar de una época a otra entre capítulo y capítulo. Para esta lectura, más que esfuerzo mental, pienso que se requiere un corazón dispuesto a soñar, a creer en la fantasía, a emocionarse por cada uno de los personajes y por la historia en general.
Simonopio y Francisco hijo, son los personajes más entrañables para mí, no puedo decidirme por uno, pero sí me he quedado corta con la participación de Simonopio. Esperaba más, mis expectativas de encontrar magia eran altas. Sí hubo, pero no me fue suficiente.
En cuanto a Anselmo Espiricueta, "el malo" de la novela, ha hecho cosas malas pero pudo haber sido una persona de bien. No creo que su naturaleza haya sido mala, sino que las circunstancias de la vida lo hicieron resentido, y no encontraba otro camino para cumplir sus sueños que a través de lo que hizo. No lo justifico de ninguna manera, pero no lo odio. Se merece su castigo pero no deja por eso, de ser un pobre campesino renegado queriendo alcanzar un sueño. Un sueño difícil que fue ennegreciendo su corazón.
Algunas experiencias contadas por el viejito Francisco, me parecían interminables. Pero le tuve paciencia, como se la tuviera a mi abuelito.
El contexto histórico fue interesante, no ha sido denso y creo que la autora dejó a criterio de los lectores el hecho de querer saber o investigar más sobre esas fechas y acontecimientos.
El comienzo de la novela y el final son las partes más hermosas. Todavía sigo pensando en ese final... Y me he tomado un poco de libertad al imaginarlo más allá de la narración de la autora.
Para terminar, les comparto éstas palabras que Francisco envió a decir a sus nietos, pero que podemos pensar que también nos envió a decir a nosotros.
"Diles que caminen por la sombra. Que escuchen con los ojos, que vean con la piel y que sientan con los oídos, porque la vida nos habla a todos y sólo debemos saber y querer escucharla, verla, sentirla".
Simonopio y Francisco hijo, son los personajes más entrañables para mí, no puedo decidirme por uno, pero sí me he quedado corta con la participación de Simonopio. Esperaba más, mis expectativas de encontrar magia eran altas. Sí hubo, pero no me fue suficiente.
En cuanto a Anselmo Espiricueta, "el malo" de la novela, ha hecho cosas malas pero pudo haber sido una persona de bien. No creo que su naturaleza haya sido mala, sino que las circunstancias de la vida lo hicieron resentido, y no encontraba otro camino para cumplir sus sueños que a través de lo que hizo. No lo justifico de ninguna manera, pero no lo odio. Se merece su castigo pero no deja por eso, de ser un pobre campesino renegado queriendo alcanzar un sueño. Un sueño difícil que fue ennegreciendo su corazón.
Algunas experiencias contadas por el viejito Francisco, me parecían interminables. Pero le tuve paciencia, como se la tuviera a mi abuelito.
El contexto histórico fue interesante, no ha sido denso y creo que la autora dejó a criterio de los lectores el hecho de querer saber o investigar más sobre esas fechas y acontecimientos.
El comienzo de la novela y el final son las partes más hermosas. Todavía sigo pensando en ese final... Y me he tomado un poco de libertad al imaginarlo más allá de la narración de la autora.
Para terminar, les comparto éstas palabras que Francisco envió a decir a sus nietos, pero que podemos pensar que también nos envió a decir a nosotros.
"Diles que caminen por la sombra. Que escuchen con los ojos, que vean con la piel y que sientan con los oídos, porque la vida nos habla a todos y sólo debemos saber y querer escucharla, verla, sentirla".
Yesica Pinto
Esta novela me resultó tan relajante desde el primer momento ...
Creo que tal vez el nombre me susurraba al oído una canción de cuna onomatopéyica, mientras me adormecía sorbiendo en mis labios la panacea universal de la miel ... envuelta en el delicado perfume de inmaculados azahares ... leyendo esta novela mi nombre se tornó Melisa.
Fue mi primer encuentro con la autora mexicana de esta mágica novela, Sofía Segovia, y he quedado prendada de su estilo real maravilloso.
En el relato suceden tragedias debido a la situación histórica ... revoluciones constantes ... gran inestabilidad política que dura varias generaciones.
También histórica es la narración de la epidemia de peste que fue parte de una pandemia mundial. Esta trágica relación tiene una anécdota tragicómica ... la del falso resucitado Lázaro y unas secuencias en lenguaje coloquial de clásico estilo cantinflesco muy humorísticas.
Pero qué ternura de estilo; qué amor tan grande destila, a la familia y a la tierra, con personajes tan entrañables como el de la nodriza de varias generaciones la Nana Reja...
El protagonista principal es un niño vidente con labio leporino llamado Simonopio, expósito debajo de un puente, salvado por sus hadas madrinas las abejas y la Nana Reja, cuya vida es narrada por su hermano de leche y miel Francisco Chico, quién será su intérprete, ya que Simonopio no puede hacerse entender con los sonidos que le salen de su paladar hendido.
Al desarrollarse el argumento se vislumbra la tragedia: afila sus colmillos la fiera Espiricueta... Ignorancia y superstición, ambición y envidia, maldad y vicio harán emerger su nagual o animal alter ego: El Coyote. Y así culminará el crimen y luego el mágico vuelo justiciero del enjambre que aguijoneará la venganza.
Luego sobreviene la separación - abandono de los hermanos de leche y miel, que volverán a verse únicamente al final del camino, cuando Francisco contará al conductor del taxi toda la historia, durante el viaje que lo lleva a reunirse con Simonopio.
Y el ocaso de la historia de estos hermanos de leche y miel, es tan apacible y dulce como su alborada.
Esta novela me resultó tan relajante desde el primer momento ...
Creo que tal vez el nombre me susurraba al oído una canción de cuna onomatopéyica, mientras me adormecía sorbiendo en mis labios la panacea universal de la miel ... envuelta en el delicado perfume de inmaculados azahares ... leyendo esta novela mi nombre se tornó Melisa.
Fue mi primer encuentro con la autora mexicana de esta mágica novela, Sofía Segovia, y he quedado prendada de su estilo real maravilloso.
En el relato suceden tragedias debido a la situación histórica ... revoluciones constantes ... gran inestabilidad política que dura varias generaciones.
También histórica es la narración de la epidemia de peste que fue parte de una pandemia mundial. Esta trágica relación tiene una anécdota tragicómica ... la del falso resucitado Lázaro y unas secuencias en lenguaje coloquial de clásico estilo cantinflesco muy humorísticas.
Pero qué ternura de estilo; qué amor tan grande destila, a la familia y a la tierra, con personajes tan entrañables como el de la nodriza de varias generaciones la Nana Reja...
El protagonista principal es un niño vidente con labio leporino llamado Simonopio, expósito debajo de un puente, salvado por sus hadas madrinas las abejas y la Nana Reja, cuya vida es narrada por su hermano de leche y miel Francisco Chico, quién será su intérprete, ya que Simonopio no puede hacerse entender con los sonidos que le salen de su paladar hendido.
Al desarrollarse el argumento se vislumbra la tragedia: afila sus colmillos la fiera Espiricueta... Ignorancia y superstición, ambición y envidia, maldad y vicio harán emerger su nagual o animal alter ego: El Coyote. Y así culminará el crimen y luego el mágico vuelo justiciero del enjambre que aguijoneará la venganza.
Luego sobreviene la separación - abandono de los hermanos de leche y miel, que volverán a verse únicamente al final del camino, cuando Francisco contará al conductor del taxi toda la historia, durante el viaje que lo lleva a reunirse con Simonopio.
Y el ocaso de la historia de estos hermanos de leche y miel, es tan apacible y dulce como su alborada.
Lucila Argüello
Una lectura tierna, hermosa, a veces lenta, como la vida en el campo, como la vida de un niño pequeño, para quien cualquier plazo se vuelve eterno, como la vida que se le escapa a un cuerpo envejecido.
Esta historia, a pesar de contar ciertos hechos trágicos, tendrá para mí y para siempre, un sabor y olor dulce a miel, a Simonopio. Este niño tan tierno, extrasensorial, se ganó para siempre mi cariño incondicional. No puedo pensar en su dolor debido a la partida de Francisco “ya en seco” sin que se me llenen los ojos de lágrimas.
Lloré desde el inicio del paseo del cumpleaños número siete de Francisco chico. Tal Somonopio saliendo de su piedra, me hubiera gustado gritarles a los Franciscos, padre y chico, que no fueran a visitar las tierras del coyote. Se presiente, desde el inicio de este recorrido, un final trágico.
El coyote representa todo lo que uno puede aborrecer en la vida: la locura, la codicia, la maldad, el resentimiento, la falta de sentido común y los celos. Se mereció su final, porque nada justifica tanta cobardía, a pesar de la dureza de la vida. Cada quien puede escoger vivir resentido con ella, con todos, o vivir agradeciendo cada amanecer.
Los pensamientos de Francisco padre al morir, su lenta agonía, su inmenso amor por su familia, son terriblemente hermosos y dolorosos.
Los llamados y lamentos silenciosos de Beatriz por su Francisco chico perdido, sentada a la par del féretro de su Francisco asesinado, su lenta caída en el infierno, son sumamente reales y desgarradores.
En fin, esta historia de amor inmenso de Somonopio por su familia adoptiva y sobre todo, por su hermano, me conmovió muchísimo.
Sin embargo, ¡qué sentimiento de desperdicio!
Una lectura tierna, hermosa, a veces lenta, como la vida en el campo, como la vida de un niño pequeño, para quien cualquier plazo se vuelve eterno, como la vida que se le escapa a un cuerpo envejecido.
Esta historia, a pesar de contar ciertos hechos trágicos, tendrá para mí y para siempre, un sabor y olor dulce a miel, a Simonopio. Este niño tan tierno, extrasensorial, se ganó para siempre mi cariño incondicional. No puedo pensar en su dolor debido a la partida de Francisco “ya en seco” sin que se me llenen los ojos de lágrimas.
Lloré desde el inicio del paseo del cumpleaños número siete de Francisco chico. Tal Somonopio saliendo de su piedra, me hubiera gustado gritarles a los Franciscos, padre y chico, que no fueran a visitar las tierras del coyote. Se presiente, desde el inicio de este recorrido, un final trágico.
El coyote representa todo lo que uno puede aborrecer en la vida: la locura, la codicia, la maldad, el resentimiento, la falta de sentido común y los celos. Se mereció su final, porque nada justifica tanta cobardía, a pesar de la dureza de la vida. Cada quien puede escoger vivir resentido con ella, con todos, o vivir agradeciendo cada amanecer.
Los pensamientos de Francisco padre al morir, su lenta agonía, su inmenso amor por su familia, son terriblemente hermosos y dolorosos.
Los llamados y lamentos silenciosos de Beatriz por su Francisco chico perdido, sentada a la par del féretro de su Francisco asesinado, su lenta caída en el infierno, son sumamente reales y desgarradores.
En fin, esta historia de amor inmenso de Somonopio por su familia adoptiva y sobre todo, por su hermano, me conmovió muchísimo.
Sin embargo, ¡qué sentimiento de desperdicio!
Caroline Sakaël
No hay comentarios:
Publicar un comentario