Género: Narrativa
Editorial: Páginas de Espuma
Editorial: Páginas de Espuma
SINOPSIS:
¿Qué distancia separa el dolor de la felicidad? Un pastor evangelista gitano proclama ante sus enardecidos fieles en un poblado chabolista que la distancia entre uno y otra es de ocho centímetros. En ese intervalo mínimo se sitúan las historias de Nuria Barrios, intensas y vibrantes: allí donde no todo está perdido, donde la escritura hace reconocibles umbrales que raramente se nos muestran. Estos once relatos tienen aristas y brillan con dureza. Son once diamantes. Cortan. ¿No es acaso lo que esperamos de la literatura? Que indague, que nos ilumine, que nos duela.
OPINIÓN:
Familias destrozadas por la droga y por enfermedades incurables; matrimonios que sobreviven a sus hijos y otros cuya dependencia se hace tan extrema que se sustentan en puro odio; la abuela muere en su lecho: mientras recibe las visitas del médico y el cura, su hija y su nieta, a pocos metros de allí, trabajan en el telar que heredaron de ella.
Asistí recientemente a una presentación de esta obra y, en ella, su editor, Juan Casamayor, decía que no publicaba «libros con cuentos», sino «libros DE cuentos». Llámese cuento o relato (y yo me inclino más bien por lo segundo, aunque admito que se me difumina mucho la línea entre ambos géneros), este libro es prueba fehaciente de aquellas palabras.
Hay un conjunto, un poso final de historia cerrada (circular, mejor dicho, porque ninguna historia se cierra nunca del todo) no sólo por el tono y la temática, sino porque además hay dos líneas narrativas (la familia que busca a la hija toxicómana y la chica que sufre una enfermedad incurable) que se desarrollan en varios relatos alternos, de manera que vamos entrando y saliendo de las vidas de sus personajes, dosificando de este modo nuestra percepción del dolor que padecen.
Y es que este es un libro sobre el dolor. El dolor físico, palpable, que te retuerce el rostro, pero también el interior, esa procesión que va por dentro y muchas veces no se muestra. Hay espasmos por síndrome de abstinencia y llagas por días y días sobre una cama de hospital, pero también insomnio y temblores de miedo y vergüenza, y no sólo por lo que se ve, sino por lo que se puede llegar a pensar o sentir en una situación extrema. Y todo esto narrado con una paradójica (y envidiable, para quienes escribimos) combinación de crudeza y exquisitez que hacen que la forma sea la guinda del pastel de unas historias que ya tenían un potentísimo fondo como tales.
Es lo primero que leo de Nuria Barrios y sin duda volveré a la autora. Si no me equivoco, esta obra es, a su vez, el comienzo de una trilogía que llama mucho mi atención (y que completaré en cuanto tenga ocasión), pues cualquier trilogía, saga o similar, suele mantener el formato de principio a fin, mientras que esta se completa con un poemario (La luz de la dinamo) y una novela que, creo, aún no está publicada.
Asistí recientemente a una presentación de esta obra y, en ella, su editor, Juan Casamayor, decía que no publicaba «libros con cuentos», sino «libros DE cuentos». Llámese cuento o relato (y yo me inclino más bien por lo segundo, aunque admito que se me difumina mucho la línea entre ambos géneros), este libro es prueba fehaciente de aquellas palabras.
Hay un conjunto, un poso final de historia cerrada (circular, mejor dicho, porque ninguna historia se cierra nunca del todo) no sólo por el tono y la temática, sino porque además hay dos líneas narrativas (la familia que busca a la hija toxicómana y la chica que sufre una enfermedad incurable) que se desarrollan en varios relatos alternos, de manera que vamos entrando y saliendo de las vidas de sus personajes, dosificando de este modo nuestra percepción del dolor que padecen.
Y es que este es un libro sobre el dolor. El dolor físico, palpable, que te retuerce el rostro, pero también el interior, esa procesión que va por dentro y muchas veces no se muestra. Hay espasmos por síndrome de abstinencia y llagas por días y días sobre una cama de hospital, pero también insomnio y temblores de miedo y vergüenza, y no sólo por lo que se ve, sino por lo que se puede llegar a pensar o sentir en una situación extrema. Y todo esto narrado con una paradójica (y envidiable, para quienes escribimos) combinación de crudeza y exquisitez que hacen que la forma sea la guinda del pastel de unas historias que ya tenían un potentísimo fondo como tales.
Es lo primero que leo de Nuria Barrios y sin duda volveré a la autora. Si no me equivoco, esta obra es, a su vez, el comienzo de una trilogía que llama mucho mi atención (y que completaré en cuanto tenga ocasión), pues cualquier trilogía, saga o similar, suele mantener el formato de principio a fin, mientras que esta se completa con un poemario (La luz de la dinamo) y una novela que, creo, aún no está publicada.
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