13 de febrero de 2015

"El inocente", de Ian McEwan

El inocente Ian McEwan
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Maribel De Juan
Editorial: Anagrama

SINOPSIS:
Berlín, 1955, en plena guerra fría. Leonard, un joven técnico en comunicaciones -inglés, virgen y escasamente mundano-, es enviado a trabajar en un proyecto conjunto de los servicios de inteligencia británicos y americanos, la «Operación Oro». Tras una breve exploración de los kafkianos vericuetos de la vida berlinesa, Leonard descubre la naturaleza del proyecto: la instalación de una central teléfonica destinada a intervenir las comunicaciones entre el ejército soviético de ocupación y Moscú, en un túnel que penetra en el Berlín ruso y que están cavando en secreto y a marchas forzadas. Pero Berlín será mucho más que un laberinto de espías para el inocente británico: Leonard conocerá a Maria, una alemana divorciada y algo mayor que él, y los trabajos del túnel se alternarán con los del amor. Maria y Berlín serán la iniciación del joven a casi todas las «cosas de la vida».
Una extraordinaria incursión literaria en una de las épocas más candentes de nuestra historia, cuyo final se abre ambiguamente al porvenir, tal como ambiguamente se abriera la historia tras la caída del muro de Berlín.

OPINIONES:
He leído “El inocente”, de Ian McEwan y me ha dejado unos sentimientos encontrados.
Situada en el Berlín de los años 50, cuyas calles (grises y llenas de escombros en un sector y recomponiéndose de sus cenizas y vibrantes en el otro) son también protagonistas de la historia, al principio pensé que se trataba de una novela sobre la guerra fría, en la que un pardillo que nunca había salido de su pueblo, es destinado a trabajar en un ambicioso proyecto de espionaje en Berlín oriental, pero la novela es mucho más que eso.
El protagonista, un joven británico, que hasta entonces había vivido y trabajado con sus padres, efectivamente es un novato para el que el hecho de disponer de un apartamento para él solo, o poder comer todos los días un filete con patatas fritas en la cantina de la obra, es tan asombroso como la experiencia de enamorarse y tener relaciones plenas con una mujer por primera vez.
Vemos como el inocente va descubriendo el amor, adquiriendo confianza en su trabajo y haciendo planes con los que nunca hubiera soñado, hasta que de repente, una vuelta de tuerca de McEwan, hace que el sentido de la historia cambie y la novela se vuelva sumamente inquietante, con escenas muy perturbadoras que tienen al asombrado lector en vilo, mientras la tensión se va multiplicando y se llega al final de la lectura con una cierta sensación de alivio.
Yolanda Castilla Galdos

La novela está ambientada en Berlín, han pasado diez años desde el fin de la II Guerra Mundial –aunque los destrozos de los bombardeos siguen presentes– y la ciudad está dividida en dos sectores, el oriental, dominado por los rusos, y el occidental, compartido por americanos y británicos. En este contexto, Leonard, un inocente joven inglés, es enviado allí para colaborar con los estadounidenses en un proyecto secreto. Este aspecto –guerra fría, espionaje, alto secreto...– me sonaba muy peliculero, y resulta sorprendente descubrir que está basado en hechos reales.
La ciudad alemana será para Leonard un despertar a la vida en muchos aspectos, por un lado tiene un trabajo que le apasiona, por otro descubre el amor por primera vez; pero un giro siniestro e inesperado hará que la tensión, la intriga y el ritmo, se disparen hasta el final.
No he leído muchos libros de McEwan, pero los que he leído lo están convirtiendo en uno de mis autores preferidos, y este no ha sido una excepción. Sus personajes, situaciones y descripciones son tan verosímiles que no puedes dejar de pasar páginas. Siendo un tema y una época que a priori no me llamaban mucho la atención, la historia te atrapa con su maravillosa prosa y estilo. 
Ambientación histórica, personajes y trama se unen para lograr esta magnífica novela. Me ha encantado, me parece una lectura muy amena y más que recomendable para cualquier amante de la buena literatura.
Esther Rodríguez

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