7 de agosto de 2018

"Caminar", de William Hazlitt & Robert Louis Stevenson

Caminar - Hazlitt & Stevenson
FICHA TÉCNICA:
Género: Ensayo
Traducción: Enrique Maldonado Roldán
Ilustraciones: Juan Palomino
Editorial: Nórdica

SINOPSIS:
«Pasear es un entretenimiento distinguido, burgués, ocioso, elegante…; caminar es más bien algo instintivo, natural, salvaje. Pasear es un rito civil, y caminar es un acto animal. Pasear es algo social, y caminar algo más bien selvático, aunque sea por las calles de una ciudad. El que pasea se imagina paseando, o gusta de observarse según la perspectiva de los otros; el que camina es, en ese sentido, extrovertido, solo le importa el afuera. El que pasea coquetea diciendo que sale a buscarse a sí mismo, a conversar machadianamente con uno mismo, a reunirse consigo mismo, a reencontrarse o reconstruirse…; el que camina tampoco sabe nada pero por lo menos ya ha alcanzado a darse cuenta de que hay poco que escarbar dentro de sí, y rastrea vorazmente el exterior, las calles, los campos, los cielos. [...] Caminar es algo que está decisivamente relacionado con la independencia y con la libertad».

OPINIÓN:
Este libro recoge dos breves pero excelentes ensayos sobre el arte de caminar. El primero, “De las excursiones a pie”, es de William Hazlitt. Este escritor inglés, conocido por sus ensayos humanísticos y sus críticas literarias, hace aquí una férrea defensa de las caminatas por la naturaleza en soledad.
“Una de las experiencias más placenteras de la vida es una excursión a pie. Eso sí, yo prefiero hacerlas a solas. Puedo disfrutar de la compañía en un salón, pero al aire libre la naturaleza es compañía suficiente para mí. Nunca me hallo en esos momentos menos solo que cuando me encuentro a solas.”
Así empieza el texto el autor, con una declaración de principios que a continuación expone y argumenta. Profundiza en aspectos como la soledad –excepto en los viajes al extranjero, que también comenta–, elogia el anonimato que se adquiere durante el camino o el placer de la llegada a la posada y la expectativa de la cena. Se incluyen versos y fragmentos de otros escritores ingleses anteriores y contemporáneos a él (Shakespeare, Milton, Coleridge...). Me ha gustado mucho, tanto las reflexiones que hace como la prosa bella y poética que usa. Escrito hace casi dos siglos, ensalza una idea romántica de las excursiones a pie ligeramente distinta a la que se tiene hoy en día, pero es una verdadera delicia de leer. Podría citar muchos fragmentos que me han encantado, aquí van algunos:
“El alma de una excursión es la libertad, la completa libertad para pensar, sentir y hacer exactamente lo que uno desee. Salimos de excursión principalmente para hallarnos libres de todo impedimento y toda inconveniencia, para dejarnos a nosotros mismos atrás en mucha mayor medida que para librarnos de otros.”
“Denme el limpio cielo azul sobre la cabeza, el verde pasto bajo los pies, un camino sinuoso ante mí y tres horas de marcha hasta la cena... y entonces: ¡a pensar!” 
“Estas horas son sagradas para el silencio y la meditación, para ser atesoradas en la memoria y alimentar en adelante la fuente de pensamientos felices. Prefiero no desperdiciarlas en charla vana” 
“Dejamos, pues, de ser ciudadanos del mundo (...) El anonimato de una posada es uno de sus más notables privilegios: «dueño de uno mismo, libre de nombres». Oh, ¡magnífico es retirar las trabas del mundo y de la opinión pública!; perder nuestra importuna, tormentosa e imperecedera identidad personal en los elementos de la naturaleza y convertirse en criatura del momento, libre de toda atadura (...) ¡no ser conocido por otro título más que el de «el caballero del salón»!
Robert Louis Stevenson (1850-1894), autor del segundo texto, (“Caminatas”), vivió posteriormente a Hazlitt (1778-1830), al que admira, y en parte su escrito se basa en el de su predecesor, del que opina que es: “un texto de tanta calidad que tendrían que penar con un impuesto a todo aquel que no lo haya leído”. Ya en la primera página escribe:
“Aquel que verdaderamente pertenece a la hermandad caminante no pasea a la búsqueda de lo pintoresco, sino de ciertos agradables estados de ánimo: la esperanza y la energía con las que comienza la marcha en la mañana, así como la paz y la saciedad espiritual del descanso de la noche.”
Stevenson cita en varias ocasiones a Hazlitt, y también él defiende el caminar en solitario:
“Una excursión a pie ha de realizarse a solas porque la libertad forma parte de su esencia, porque uno ha de ser capaz de detenerse y seguir, continuar por una senda o por otra, según lo dirija la voluntad, y también porque uno tiene que marcar su propio ritmo y no trotar junto a un caminante de campeonato ni dar pasos remilgados al compás de una muchacha.”
Además de los mismos temas de los que ya habla Hazlitt (y alguno con el que discrepa), Stevenson discurre sobre otros, como el tiempo, y ya anticipa un problema que ha llegado hasta nuestros días:
“No controlar el paso de las horas durante toda una vida es (...) vivir para siempre. No se hacen idea, a no ser que lo hayan probado, de lo infinitamente largo que es un día de verano que únicamente medimos por el hambre y que solo concluye cuando uno comienza a adormilarse.” 
“Estamos tan ocupados, tenemos tantos proyectos lejanos que realizar y tantos castillos en el aire que convertir en mansiones sólidas y habitables sobre un suelo de gravilla, que no podemos encontrar tiempo para viajes de placer a la Tierra del Pensamiento y entre las Colinas de la Vanidad. (...) Vivimos con tal premura para hacer, para escribir, para acumular bártulos, para hacer nuestra voz audible durante un momento en el burlón silencio de la eternidad, que olvidamos esa cosa de lo que todo lo anterior no es más que fragmentos, a saber: vivir.”
En este segundo ensayo no hay tantas citas (ni notas del traductor) como en el primero, lo que se agradece, y el estilo es más ligero y fresco, pero igual de interesante. Ambos escritos enlazan la idea del caminar con la libertad y la felicidad y aportan reflexiones interesantes. Aunque ensayo, no son nada complicados de leer y en mi opinión se disfrutan igual que una novela. 
No quiero dejar de mencionar el prólogo y las ilustraciones. El primero, aportación de Juan Marqués, y un fragmento del cual aparece como sinopsis en la contraportada, tiene entidad por sí mismo. En cuanto a las ilustraciones, de Juan Palomino, son evocadoras y entrañables, y acompañan magníficamente a ese caminar al que nos invitan los dos escritores. No sé si esta lectura apasionará a otros lectores como lo ha hecho conmigo, pero en mi opinión es muy recomendable para aquellos que han gozado a fondo la experiencia del caminar, o simplemente para aquel al que le llame la atención el tema. 
Esther Rodríguez

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