Género: Narrativa
Editorial: Stirner
Editorial: Stirner
SINOPSIS:
En Pornmutaciones, cuarta obra de ficción del autor, asistimos a la delirante mise en place de doce cuentos o historietas de terror aderezadas con la savia de un humor surrealista, en los que claustrofobia y erotismo hunden su escalpelo hacia las extremidades de una conciencia ajena que sin embargo reconocemos como propia, ramificada desde el tronco de la imaginación humana. Radiografía del deseo como deformación, y de la vida como quirófano en sentido amplio, Diego Luis Sanromán (Madrid, 1970) se aventura con pulso firme a trazar líneas maestras y bombardear pilares de carga, con la determinación de un espeleólogo y la sensibilidad del minero.
OPINIÓN:
Pornmutaciones es ese libro que estás esperando que llegue. Uno pasa los días, los meses, el año leyendo con más o menos acierto al elegir, disfrutando unas obras, simplemente entreteniéndose con otras y abandonando algunas (las menos, afortunadamente) al principio o a la mitad; casi siempre se trata de obras de corte estándar, que siguen un cierto canon de ‘normalidad’. Y entonces aparece ESE LIBRO, que suele ser de una editorial independiente como Jekil & Jill, Tolstoievski o Aristas Martínez. En este caso hay que agradecer el esfuerzo a Stirner.
«Acariciar pelo muerto me tranquiliza». Así comienza el libro, esa es la primera frase. Ya me dirán quién puede resistirse a eso. Luego ves que el (primer) relato transcurre en una peluquería y la frase se revela hasta normal. No así el relato, que toma unos derroteros que ya no se abandonarán durante el resto de la obra.
Así encontraremos como segundo relato un aquelarre vampírico en la consulta de un psiquiatra, una de las menos «porn» de estas «pornmutaciones» («mutaciones pornográficas», creo que sería la expresión expandida), y cerrando la terna de entrada, un cadáver exquisito compuesto con retales (escritos, obviamente) de una operación de cirugía, un vídeo porno y un manual de mecánica. Este es, sin duda, el más arriesgado de los relatos, pero también el más lento, sobre todo la segunda mitad, que llega a atragantarse un poco.
Y a partir de aquí, al menos por mi parte, no hay ningún pero que ponerle al libro: el humor negro roza sus límites (suponiendo que los tenga, que yo creo que no (debería)) con el amor que un asesino siente por su víctima; nos encontraremos con familias de tantos miembros que pierden la cuenta de sus hijos y se ven obligados a numerarlos, sin tener claro quién es quién, lo cual tampoco importa, pues todos vienen a hacer lo mismo. Hay lugar, también, para un pequeño (por extensión) chiste en la página 63, metahumor puro y duro: el hecho de intercalar el chiste es también un chiste en sí.
La recta final de la obra está compuesta por una meticulosa descripción de lo que podría ser la desintegración de un ser en materia, pero también la integración de dicha materia en un ser (todo dentro de un cubo, dicho sea de paso), un coito que no se deja impresionar por la muerte (ni sus ejecutores, los del coito), un curioso ejercicio de novelización (en lugar de novelizar películas, Sanromán ‘relatiza’ vídeos porno), una narración a caballo entre el relato negro y la crónica de sucesos donde se nos cuenta el macabro final de varias estrellas del porno y una escena final con los entresijos, lo que hay tras el telón, de este peculiar sector del séptimo arte, un relato que por momentos se aproxima a una feria de fenómenos a lo Tod Browning.
En resumen, una editorial llamada a brindar grandes momentos a sus lectores (ya hablé en su día aquí de ‘Mandioca’, del mismo sello) y un autor a quien acabo de descubrir, que me ha dejado una estupenda y certera primera impresión, y a quien seguiré de cerca pues ya obra en mi poder su traducción de ‘El par de senos más bello del mundo’, de Roland Topor, para Pepitas de Calabaza.
Dejen respirar a Planeta y Random House este verano y regálense unas horas de literatura independiente, sus sentidos lo agradecerán.
«Acariciar pelo muerto me tranquiliza». Así comienza el libro, esa es la primera frase. Ya me dirán quién puede resistirse a eso. Luego ves que el (primer) relato transcurre en una peluquería y la frase se revela hasta normal. No así el relato, que toma unos derroteros que ya no se abandonarán durante el resto de la obra.
Así encontraremos como segundo relato un aquelarre vampírico en la consulta de un psiquiatra, una de las menos «porn» de estas «pornmutaciones» («mutaciones pornográficas», creo que sería la expresión expandida), y cerrando la terna de entrada, un cadáver exquisito compuesto con retales (escritos, obviamente) de una operación de cirugía, un vídeo porno y un manual de mecánica. Este es, sin duda, el más arriesgado de los relatos, pero también el más lento, sobre todo la segunda mitad, que llega a atragantarse un poco.
Y a partir de aquí, al menos por mi parte, no hay ningún pero que ponerle al libro: el humor negro roza sus límites (suponiendo que los tenga, que yo creo que no (debería)) con el amor que un asesino siente por su víctima; nos encontraremos con familias de tantos miembros que pierden la cuenta de sus hijos y se ven obligados a numerarlos, sin tener claro quién es quién, lo cual tampoco importa, pues todos vienen a hacer lo mismo. Hay lugar, también, para un pequeño (por extensión) chiste en la página 63, metahumor puro y duro: el hecho de intercalar el chiste es también un chiste en sí.
La recta final de la obra está compuesta por una meticulosa descripción de lo que podría ser la desintegración de un ser en materia, pero también la integración de dicha materia en un ser (todo dentro de un cubo, dicho sea de paso), un coito que no se deja impresionar por la muerte (ni sus ejecutores, los del coito), un curioso ejercicio de novelización (en lugar de novelizar películas, Sanromán ‘relatiza’ vídeos porno), una narración a caballo entre el relato negro y la crónica de sucesos donde se nos cuenta el macabro final de varias estrellas del porno y una escena final con los entresijos, lo que hay tras el telón, de este peculiar sector del séptimo arte, un relato que por momentos se aproxima a una feria de fenómenos a lo Tod Browning.
En resumen, una editorial llamada a brindar grandes momentos a sus lectores (ya hablé en su día aquí de ‘Mandioca’, del mismo sello) y un autor a quien acabo de descubrir, que me ha dejado una estupenda y certera primera impresión, y a quien seguiré de cerca pues ya obra en mi poder su traducción de ‘El par de senos más bello del mundo’, de Roland Topor, para Pepitas de Calabaza.
Dejen respirar a Planeta y Random House este verano y regálense unas horas de literatura independiente, sus sentidos lo agradecerán.
Qué buena reseña! Ya me dieron ganas de leerlo. Gracias
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