3 de marzo de 2022

"La nieta del señor Linh", de Philippe Claudel

la nieta del senor linh
FICHA TÉCNICA:

Género: Narrativa
Traducción: José Antonio Soriano Marco
Editorial: Salamandra

SINOPSIS: 
Una fría mañana de noviembre, tras un penoso viaje en barco, un anciano desembarca en un país que podría ser Francia, donde no conoce a nadie y cuya lengua ignora. El señor Linh huye de una guerra que ha acabado con su familia y destrozado su aldea. La guerra le ha robado todo menos a su nieta, un bebé llamado Sang Diu, que en su idioma significa «Mañana dulce», una niña tranquila que duerme siempre que el abuelo tararee su nana, la melodía que han cantado durante generaciones las mujeres de la familia.
Instalado en un piso de acogida, el señor Linh solo se preocupa por su nieta, su única razón de existir hasta que conoce al señor Bark, un hombre robusto y afable cuya mujer ha fallecido recientemente. Un afecto espontáneo surge entre estos dos solitarios que hablan distintas lenguas, pero que son capaces de comprenderse en silencio y a través de pequeños gestos. Ambos se encuentran regularmente en un banco del parque hasta que, una mañana, los servicios sociales conducen al señor Linh a un hospicio que no está autorizado a abandonar. El señor Linh consigue, sin embargo, escapar con Sang Diu y adentrarse en la ciudad desconocida, decidido a encontrar a su único amigo.
Su coraje y determinación lo conducirán a un inesperado desenlace, profundamente conmovedor.
Una exquisita fábula sobre el exilio y la soledad.

OPINIÓN:
"¡Un regalo! —exclama. Y como el anciano duda, añade—: Sí, señor Taolai, es para usted. Un regalo. ¡Cójalo, por favor!
—El señor Linh lo hace con manos temblorosas. No está acostumbrado a recibir regalos—.
¡Vamos, ábralo! —Y lo anima haciendo el gesto de abrir un envoltorio.
El anciano desenvuelve el paquete con cuidado. Tarda lo suyo, porque lo hace meticulosamente y sus dedos ya no son muy hábiles. Una vez retirado el papel de regalo, aparece en sus manos una caja preciosa. —¡Vamos, vamos! —le urge el señor Bark mirándolo y sonriendo. El señor Linh levanta la tapa de la caja. En el interior hay una fina hoja de seda de un rosa muy pálido. La aparta. El corazón le da un vuelco y ahoga un grito. Ante sus ojos ha aparecido un vestido de princesa, delicado, suntuoso, plegado con gracia. Un vestido deslumbrante. ¡Un vestido para Sang Diu! —¡Va a estar preciosa! —exclama el señor Bark señalando a la pequeña con los ojos. El señor Linh apenas se atreve a tocar el vestido. Le da miedo estropearlo. Nunca ha visto un traje tan bonito. Y el hombre gordo acaba de regalárselo a su nieta. Un movimiento nervioso agita los labios del anciano, que no puede contenerlo. Deja el vestido en la caja, vuelve a cubrirlo con el papel de seda y coloca la tapa. Coge las manos del señor Bark y las aprieta entre las suyas con fuerza. Con mucha fuerza. Durante un buen rato. Luego coge a Sang Diu en brazos. Los ojos del señor Linh brillan; mira a su amigo, mira a la niña, y su voz, frágil, un poco rota y temblorosa, se eleva en el restaurante:
La mañana siempre vuelve,
siempre vuelve con su luz,
siempre hay un nuevo día,
y un día serás madre tú.
La canción ha acabado. El señor Linh se inclina ante el señor Bark, como para saludarlo.
—Gracias, señor Taolai —dice éste.
Al caer la tarde, el señor Bark lo acompaña a casa. Hace un tiempo agradable. El aire no es muy frío. El invierno toca a su fin. Cuando llegan ante el edificio del dormitorio común, se despiden como todos los días: el señor Bark le dice «adiós» al señor Buenos Días y el señor Linh le dice «buenos días» al señor Bark.
Y el anciano, feliz, sube al dormitorio estrechando a la niña contra su pecho".

Con esta novela corta de apenas 90 página estoy conociendo al escritor y cineasta francés Philippe Claudel (1962). Ha sido galardonado con el premio literario Renaudot 2003 y los premios de cinematografía BAFTA 2009 y Roman France Télévision 2000 y 2001.
El estilo dicen que es minimalista ... preciso, conciso, y directo ... pero tan bello, lleno de poesía y expresión ... sus descripciones no pueden ser menos que cinematográficas.
Desde el comienzo capta la atención y uno no puede dejar de leerlo hasta el inesperado final.
Es la conmovedora historia de un anciano refugiado de guerra que carga con su pequeña nieta, un bebé, y que conoce a otro anciano de quien se hace amigo a pesar de que no se pueden entender porque hablan diferentes idiomas. Surge una hermosa amistad entre ambos: comparten la soledad, la viudez y el recuerdo de lejano país del anciano inmigrante ... Ellos se sientan en un banco donde disfrutan el calor de la mutua compañía, sus conversaciones ininteligibles para el otro, el sol, el aire, las vistas del mar ... a veces van a restaurantes.
Hasta que repentinamente el anciano exiliado desaparece cuando es trasladado a una residencia y la amistad se interrumpe bruscamente.
Los temas que abarca son varios y muy claros: la crueldad de la guerra, el dolor del exilio, la soledad, la viudez, la indefensión de la vejez, la amistad, y lo más importante: la lucha por conservar la identidad. El final es muy impactante … sorprendente y entonces se revelan hechos que habían estado camuflados … se contestan varias incógnitas …
Me ha encantado, lo considero una obra de arte de la Literatura y lo recomiendo con mucho entusiasmo.

"Cuando el señor Bark habla, el señor Linh lo mira y escucha con mucha atención, como si lo comprendiera todo y no quisiera perderse nada del sentido de sus palabras. Lo que comprende el anciano es que el tono del señor Bark trasluce tristeza, una profunda melancolía, una especie de herida que la voz subraya, acompaña más allá de las palabras y el lenguaje, algo que la recorre como la savia recorre el árbol sin ser vista. Y, de pronto, sin pararse a pensarlo, sorprendido de su propio gesto, el señor Linh posa la mano izquierda en el hombro del señor Bark, como había hecho éste el día anterior, y al mismo tiempo lo mira sonriendo.
El otro le devuelve la sonrisa.
—No paro de hablar... Soy un charlatán, ¿verdad? Es usted muy amable aguantándome. Hablar me sienta bien, ¿sabe? Con mi mujer hablaba mucho...
—Se queda en silencio unos instantes, los que tarda en dejar caer la colilla, aplastarla con la meticulosidad de costumbre, sacar otro cigarrillo, encenderlo y saborear la primera calada con los ojos cerrados—.
Pensábamos marcharnos en cuanto se jubilara. Le quedaba un año. Pero ella no quería abandonar su tiovivo así sin más; quería encontrar a alguien que se lo quedara, alguien de confianza, porque era una mujer muy escrupulosa, no quería dejárselo a cualquiera. El tiovivo era un poco como su hijo, el hijo que nunca tuvimos...
—Al hombre le brillan los ojos, seguramente debido al frío o al humo del cigarrillo, se dice el señor Linh—.
No queríamos quedarnos aquí. Esta ciudad nunca nos gustó; no sé usted, pero lo que es nosotros nunca pudimos soportarla. Así que pensábamos buscar una casita en el interior, en un pueblo, un pueblo cualquiera en el campo, cerca de un bosque, de un río, un pueblecito, si es que todavía existen sitios así, en el que todo el mundo se conociera y se saludara, no como aquí. Era nuestro sueño... ¿Ya se marcha?
El señor Linh se ha puesto en pie. Acaba de darse cuenta de que es tarde y de que no ha traído nada para darle de comer a su nieta. Tiene que volver antes de que se despierte. Antes de que llore de hambre. Nunca llora, pero precisamente el anciano espera que siempre sea así, que nunca llore mientras él sepa cuidar de ella, mientras esté ahí para ella, para adelantarse a todos sus deseos y ahuyentar todos sus miedos". 
Lucila Argüello

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