15 de octubre de 2022

"Menos que uno. Ensayos escogidos", de Joseph Brodsky

menos que uno joseph brodsky
FICHA TÉCNICA:

Género: Ensayo
Traducción: Carlos Manzano
Editorial: Siruela

SINOPSIS: 
Menos que uno es, en el sentido más amplio de la expresión, una magnífica autobiografía intelectual. Al lado de textos que son homenajes a su ciudad natal o a la memoria de sus padres, aparecen ensayos sobre poesía y poética. Sus análisis de la obra de escritores rusos como Ajmátova, Tsvietáieva y Mandelstam y de autores como Auden, Montale, Cavafis y Derek Walcott son explicaciones luminosas y absorbentes de la poesía del siglo XX. «Catástrofes en el aire», que aborda la historia y el futuro de la prosa rusa, es una exposición original y emocionante de la vida y la muerte de una tradición literaria. Inevitablemente, Menos que uno trata también de política. Ensayos como «Sobre la tiranía» y «Huida de Bizancio» constituyen profundas meditaciones sobre la historia y la edad moderna.

OPINIÓN:
Hace un tiempo, poco, tuve la oportunidad de leer un conjunto de ensayos “escogidos” de la colección CÍRCULO DE LECTORES (1988), siete en concreto de Joseph Brodsky (1940-1996). La obra original (1986) contiene dieciocho ensayos escritos en Estados Unidos y fue publicada un año antes de recibir el premio Premio Nobel en 1987.
Creo que es uno de los libros que más me ha gustado de entre todo lo leído últimamente. Y me ha gustado por su rigor intelectual y su excelente prosa, a veces tan cercana que me parecía estar oyéndola. Fue publicado con el título 'MENOS QUE UNO' (1986), cuyo enigmático significado tiene que ver con la imposibilidad que siente Brodsky de fragmentar su pasado en fases pues su “yo” permaneció siempre inalterable tal y como nos explica en su primer ensayo del mismo nombre.
Judío, prófugo de la escuela, pronto será conocido como poeta lo que le acarreará la cárcel por parásito social (1964) y la expulsión de su país (1972) al que no volverá. Su peregrinaje le lleva a Austria en donde conocerá al poeta Auden que le abrirá las puertas tanto de Inglaterra como de Estados Unidos y allí permanecerá hasta su muerte. En 1987 se le otorgó el Premio Nobel no por su disidencia sino, como dice Antonio Munné, autor del epílogo de mi edición, "por ser la obra de un artista, plenamente comprometido con su época pero muy por encima de la mediocridad de los que se escudan en su tragedia personal para forjarse una fama de perseguidos y víctimas”.
Ha sido una lectura conmovedora. No puedo dejar de citar el primer ensayo en el que recuerda su infancia, su trayectoria de rebeldía y su firme decisión, como la de muchos de sus contemporáneos, de ser HIJO DE LA CIVILIZACIÓN y de los que dice “Nadie conocía la literatura y la historia mejor que esas gentes, nadie escribía en ruso mejor que ellos, nadie despreciaba más profundamente nuestra época. Para esas personas la civilización era algo más que el pan de cada día y un abrazo por la noche. […]. Pobremente vestidos pero en cierto modo elegantes, revueltos por las manos silenciosas de sus amos más inmediatos, huyendo como conejos de los ubicuos galgos del estado y de sus zorros, más ubicuos aún, destrozados, cada día más viejos, seguían alimentando su amor hacia esa cosa que no existía (o que existía únicamente en sus cabezas, de día en día más calvas) llamada «CIVILIZACIÓN»".
El último ensayo llamado “Una habitación y media” está dedicado a sus padres a los que no volvió a ver y que lucharon con tesón, y no lo lograron, por conseguir un visado para visitarle. Es un capítulo en el que, además de explicar las condiciones de vida a los que estaban sometidos en su día a día, hace una larga reflexión sobre las deficiencias de la memoria por su incapacidad para recordarlos con la amplitud que hubiera deseado “La memoria se parece más que a otra cosa a una biblioteca en desorden alfabético en la que nadie hubiera clasificado” y ya casi al final nos dice “Por esto estoy agradecido a mi madre y a mi padre, no sólo por haberme dado la vida, sino también por no haber educado a su hijo como un esclavo. Procuraron lo mejor que supieron —aunque sólo fuera para preservarme contra la realidad social en la que había nacido— hacer de mí una persona fiel y obediente al estado. Que no supieran hacerlo, que tuvieran que pagar con el hecho de que la mano anónima del estado, no la de su hijo, les cerrara los ojos, (se refiere a sus muertes) no da testimonio de su negligencia sino de la calidad de sus genes, cuya fusión engendró a un ser que el sistema encontró suficientemente extraño para expulsarlo".
No quisiera pasar por alto: “Guía para una ciudad rebautizada” que se refiere a Petesburgo, oficialmente Leningrado, de la que nos cuenta la oposición que su creador, el zar Pedro I, vivió durante su construcción, y a la cual proclamó capital de la nación. Nos dice “El mundo uterino y claustrofóbico, y tradicional en lo idiosincrático, de la Rusia propiamente dicha tiritaba bajo el viento frío y penetrante del Báltico.” Ya en el primer capítulo nos habla de la belleza de la ciudad cuando iba y venía a la escuela y en donde aprendió al pasar por sus aristocráticos edificios y monumentos “más sobre la historia del mundo que más tarde en cualquier libro. Grecia, Roma, Egipto..., todos estaban allí, todos fueron desportillados por la artillería durante los bombardeos".
El resto lo forman “Fuga de Bizancio”, análisis histórico muy sutil de por qué llegó el cristianismo desde Bizancio a Rusia; “El hijo de la civilización” dedicado al poeta Mandelstam, perteneciente a la Edad de Plata (finales del XIX hasta 1920) de la poesía rusa y muerto en un campo de concentración en 1938; le dedica otro a su esposa “Nadeyda Mandelstam” que conservó su obra por si desaparecía memorizándola y, el último, “Complacer a una sombra”, encuentro y elogio al poeta W.H. Auden, venerado por Brodsky desde su juventud.
En conclusión, libro de imprescindible lectura. Al igual que para el pequeño Brodsky la contemplación de los edificios y monumentos fueron para él una escuela de conocimiento, también la lectura de esta obra me ha revelado con una intensidad y concreción fuera de lo común, las dificultades que los intelectuales con voz propia y todos aquellos que habían gozado de una aproximación a la cultura tuvieron que sobrellevar.
Ana Ballester

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