Género: Narrativa
Editorial: Tusquets
Editorial: Tusquets
SINOPSIS:
Tras mucho tiempo sin apenas verse ni tratarse, Gabriel decide llamar a sus hermanas y reunir a toda la familia para celebrar el 80 cumpleaños de la madre y tratar así de reparar los viejos rencores que cada cual guarda en su corazón, y que los han distanciado durante tantos años. Aurora, dulce y ecuánime, la confidente de todos y la única que sabe hasta qué punto los demonios del pasado siguen tan vivos como siempre, trata de disuadirlo, porque teme que el intento de reconciliación agrave fatalmente los conflictos hasta ahora reprimidos. Y, en efecto, la primera llamada de teléfono desata otras llamadas y conversaciones, inocentes al principio y cada vez más enconadas, y de ese modo iremos conociendo las vidas de Sonia, de Andrea, de Horacio, de Aurora, del propio Gabriel y de la madre, y con ellas la historia familiar, desde la infancia de los hijos hasta la actualidad. Tal como temía Aurora, las antiguas querellas van reapareciendo como una lluvia fina que amenaza con formar un poderoso cauce al límite del desbordamiento. Entre Agosto e Hijos de un dios salvaje, Lluvia fina es la novela más trepidante de Luis Landero.
OPINIONES:
Aterrizo ahora por primera vez sobre páginas de Luis Landero (más vale tarde que nunca, supongo) y, no sé si porque estoy acostumbrado a editoriales y autores de corte mucho más independiente (y, por ende, novedosos y arriesgados) encuentro el estilo de este autor, tan admirado por lectores con quienes suelo coincidir en gustos, algo canónico, académico de más y, por momentos, incluso cursi (al menos en esta obra, pues ya digo que es lo único suyo que he leído). Pero vamos, que eso no me ha impedido disfrutar la lectura, pues a veces, entre tanto experimento actual, reinventarse como lector es precisamente volver a la prosa limpia y el esquema clásico. No obstante tampoco peca en exceso de clásica y conservadora esta novela, que juega muy bien con los tiempos y toca no pocos tabús.
Una posible reunión familiar con motivo del cumpleaños de la madre actúa de disparador de la historia. Aurora, esposa del hijo menor (y el más mimado, según sus hermanas) sospecha que se avecina tormenta y trata de disuadir a Gabriel, pero este hace oídos sordos y comienza una ronda de llamadas telefónicas que el autor utilizará para narrarnos la historia de esta peculiar familia por boca de cada uno de sus miembros. Y claro, el lector nunca sabrá la verdad, pues lo que llega a él es la opinión, la visión de quien habla. Del mismo modo, nunca sabremos lo que el actor que tiene la palabra en cada momento pretende conseguir, pues parece haber siempre segundas intenciones, finales de frases que no se pronuncian y quedan en el aire para que un tercero lo complete a su gusto (un tercero que días después hablará con Aurora, pues todo pasa por ella, es el elemento que filtra y canaliza las relaciones de la madre y los tres hijos, y el clavo ardiendo al que todos se agarran para no tener que enfrentarse a la verdad, a la que temen más que a ninguna otra cosa). Juega un papel muy importante la imaginación del lector, pues en ningún momento tendrá delante una verdad absoluta, sino opiniones y puntos de vista.
Al contrario de lo que se opina en alguna reseña que he leído, a mí sí me ha gustado mucho la historia (dicen que no es creíble, y yo digo que quien diga eso ha vivido muy poco), pues siento predilección por las familias desestructuradas y los progenitores maniáticos y excéntricos, que llevan al límite sus roles autoritarios, en este caso el padre por exceso, demasiado fantasioso y con tantas ganas de caer bien que resulta difícil mostrarle respeto, y la madre por defecto, frustrando desde bien pronto las ilusiones de sus hijas (no así de Gabriel, a quien se le consintió todo) para ponerlas a trabajar dentro y fuera de casa y «casarlas bien».
Me quedo, por encima de todo, con el personaje de la madre, tan bien creado que es facilísimo odiarla, y con los secretos que salen a la luz en el tercio final del libro, que le dan a la obra el aire macabro necesario para compensar la prosa lírica del autor.
Debo decir que en este momento de mi vida busco lecturas muy distintas a esta, pero me alegro de habérmela cruzado (es un libro que me han dejado casi por casualidad) y admito que me ha entretenido y hecho pensar. Recomendable para quienes gusten de la novela clásica bien hilada y escrita.
Una posible reunión familiar con motivo del cumpleaños de la madre actúa de disparador de la historia. Aurora, esposa del hijo menor (y el más mimado, según sus hermanas) sospecha que se avecina tormenta y trata de disuadir a Gabriel, pero este hace oídos sordos y comienza una ronda de llamadas telefónicas que el autor utilizará para narrarnos la historia de esta peculiar familia por boca de cada uno de sus miembros. Y claro, el lector nunca sabrá la verdad, pues lo que llega a él es la opinión, la visión de quien habla. Del mismo modo, nunca sabremos lo que el actor que tiene la palabra en cada momento pretende conseguir, pues parece haber siempre segundas intenciones, finales de frases que no se pronuncian y quedan en el aire para que un tercero lo complete a su gusto (un tercero que días después hablará con Aurora, pues todo pasa por ella, es el elemento que filtra y canaliza las relaciones de la madre y los tres hijos, y el clavo ardiendo al que todos se agarran para no tener que enfrentarse a la verdad, a la que temen más que a ninguna otra cosa). Juega un papel muy importante la imaginación del lector, pues en ningún momento tendrá delante una verdad absoluta, sino opiniones y puntos de vista.
Al contrario de lo que se opina en alguna reseña que he leído, a mí sí me ha gustado mucho la historia (dicen que no es creíble, y yo digo que quien diga eso ha vivido muy poco), pues siento predilección por las familias desestructuradas y los progenitores maniáticos y excéntricos, que llevan al límite sus roles autoritarios, en este caso el padre por exceso, demasiado fantasioso y con tantas ganas de caer bien que resulta difícil mostrarle respeto, y la madre por defecto, frustrando desde bien pronto las ilusiones de sus hijas (no así de Gabriel, a quien se le consintió todo) para ponerlas a trabajar dentro y fuera de casa y «casarlas bien».
Me quedo, por encima de todo, con el personaje de la madre, tan bien creado que es facilísimo odiarla, y con los secretos que salen a la luz en el tercio final del libro, que le dan a la obra el aire macabro necesario para compensar la prosa lírica del autor.
Debo decir que en este momento de mi vida busco lecturas muy distintas a esta, pero me alegro de habérmela cruzado (es un libro que me han dejado casi por casualidad) y admito que me ha entretenido y hecho pensar. Recomendable para quienes gusten de la novela clásica bien hilada y escrita.
Me ha gustado. La he leído de tirón, casi obligada por una espiral de palabras de las cuales no me podía desenroscar al igual que la protagonista de esta narración, Aurora, que, transitando de conversación en conversación, llegará a la solución final. Y sí, me ha gustado.
“Nunca, nunca, aunque no pase nada, la gente deja de contar, y si hay infierno, también allí seguirán contando por los siglos de los siglos, dándole cuerda una y otra vez al juguete de las palabras, intentando entender algo del mundo, tanteando en el absurdo de la vida en busca quizá de algún resorte que abra su ciega cerrazón, como la cueva de Alí Babá al conjuro de una palabra mágica, y nos descubra el gran tesoro de la razón, de la luz, del sentido exacto de las cosas...”.
El detonante de la acción lo constituye la inocente, en principio, propuesta de Daniel de festejar el cumpleaños de su madre, con la familia: sus dos hermanas. La convocatoria a ambas, reacias a la reunión, dará pie a que justifiquen su actitud hostil. Para ello rescatarán viejos rencores cuyos receptores, en un encadenamiento sucesivo de conversaciones, no sólo será Daniel, su hermano, sino también su mujer, Aurora, que de carácter apacible y acogedor concita el beneplácito de todas.
La memoria de cada una de ellas, incluida la madre, irá pintando realidades que, solapadas, son versiones diferentes de un mismo hecho y que Aurora, a modo de Penelope, tejerá y destejerá. Tienen como denominador común -lo relatado por las hermanas- la frustración de no llegar a ser aquello que quisieron ser por obra de su madre, una especie de Bernarda Alba, que les impidió, según ellas, la consecución de sus anhelos. De Daniel, víctima de sí mismo, sabremos por Aurora que nos revelará su inconsistencia y puerilidad.
Al final: “Aurora no tiene ganas de volver a casa, de tener que contar, sonreír, explicar, escuchar, y luego leer y oír todos los mensajes, y contestar y devolver todas las llamadas, y escuchar una vez más las confidencias de cada uno de los personajes de esta historia que no acabará nunca, las distintas versiones de cada episodio, con todas sus bifurcaciones y detalles, además de tener que comentar, comprender, moderar, orientar, consolar, condolerse, alegrarse, negociar los silencios, ofrecer consejos y esperanzas..., solo de pensarlo se siente agotada de antemano, incapaz de tanto, y con mucho sueño atrasado, como si llevase años sin dormir. LA LLUVIA ES MENUDA PERO PERSISTENTE...”.
Excelente escritor y excelente novela.
Ana Ballester
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