"En los primeros párrafos de su obra, el historiador se pregunta por el inicio de las luchas entre europeos y asiáticos. Encuentra ecos de ese conflicto originario en los antiguos mitos. Todo empezó con el secuestro de una mujer griega, llamada Ío.
Un grupo de mercaderes, o, más bien, de traficantes —las diferencias entre unos y otros siempre fueron volátiles en la Antigüedad—, desembarcaron en la ciudad griega de Argos para exhibir su mercancía. Algunas mujeres se acercaron a la orilla atraídas por aquellos productos exóticos. Curioseaban arremolinadas junto a la popa de la nave extranjera cuando, de repente, los vendedores, que eran de origen fenicio, se abalanzaron sobre ellas. La mayoría se defendió con uñas y dientes y consiguió escapar, pero Ío no tuvo tanta suerte. La capturaron y la llevaron a la fuerza hasta Egipto, convertida ella misma en mercancía.
Este secuestro, según el relato de Heródoto, fue el principio de toda la violencia.
Poco después, un destacamento de griegos en misión de castigo desembarcó en Fenicia —hoy Líbano— y raptó a Europa, la hija del rey de Tiro.
El empate en los atropellos duró poco, porque los griegos secuestraron también a la asiática Medea en el territorio de la actual Georgia.
En la generación siguiente, Paris decidió agenciarse mujer por el procedimiento del rapto, llevándose a la bella Helena por la fuerza rumbo a Troya.
Esta agresión colmó la paciencia de los griegos: estalló la guerra y la enemistad incurable entre Asia y Europa.
El comienzo de las Historias contiene una fascinante mezcla de mentalidad antigua y asombrosa modernidad.
Es evidente que Heródoto cree que las leyendas, los oráculos, los cuentos maravillosos y las intervenciones divinas deben figurar junto a los hechos documentados".
Fue un gran placer participar de la lectura conjunta del mes de marzo 2021 en el Club de Lectura de Literatura +1, con este precioso ensayo de la doblemente doctora en filología y genial joven autora, Irene Vallejo.
El Infinito en un Junco es supuestamente la historia del libro, pero se ensancha convirtiéndose en un compendio de historia de las culturas occidentales a todo nivel ... antropológico, arqueológico, filológico e histórico, mitológico, filosófico, literario … total ….
El ensayo, de 533 páginas, se lee con la agradable continuidad de una novela, pues está entramado como si fuera una serie de relatos, entretejiendo historia antigua con autobiografía, antropología con anécdotas contemporáneas, breves reseñas de obras contemporáneas usadas como ejemplos, filosofía y arte antiguos, los clásicos grecorromanos, algunos traducidos por Irene Vallejo, alternados y comparados con los modernos y contemporáneos ... todo en un lenguaje sencillo pero erudito, adornado con un bello estilo de prosa muy poético y bordado con experiencias de la propia vida de la joven autora … rematando con puntadas místicas este manto multicolor literario, este mágico tapiz maravilloso que nos hace sobrevolar hacia otras eras, siguiendo el hilo de la imaginación y la sapiencia de la autora, en un festín filológico textual, pleno de textiles alegorías.
Es admirable el profesionalismo y la ardua labor investigativa y que tuvo que llevar a cabo la escritora Irene Vallejo para reunir la tremenda cantidad de información detallada, y también digna de encomio la forma variada y atractiva de presentar tanto conocimiento ... porque uno lo lee con gusto, saboreando las escenas y hechos históricos descritos con tanta aparente facilidad y derroche de encanto.
Ha sido un repaso amable, un volver a la juventud del aprendizaje pero sin la presión de tener que rendir un examen ... He recordado muchos pasajes históricos, pero esta vez recamados con los detalles plásticos y pintorescos de la narración de Irene Vallejo. He gozado revisando las vidas de tantos personajes clásicos que tenía en el olvido, revisitando a mis favoritos: Heródoto, Pericles y Aspasia, Safo, Alejandro, Hypatia, Sherezade, y he conocido otros nuevos para mí, como la salmista y sacerdotisa de Ur, Enheduanna, y el poeta humorista hispano Marcial, amigo de los libreros en la Roma antigua.
En esos placenteros momentos de lectura instructiva siempre pensaba: "Éste debe convertirse en un libro de lectura de niños y jóvenes ... apto para todos los niveles de enseñanza y en todas las asignaturas, pues lo combina todo"
… pues este libro es un Aleph, un maravilloso gobelino que lo contiene todo ... y no le cabe aquel refrán de mi madre que reza: "el que mucho abarca poco aprieta", pues está muy detallado en el fondo y en una forma tan encantadora que nunca llega a aburrir.
Lo recomiendo con entusiasmo...
"Y, sin embargo, desde tiempos remotos las mujeres han contado historias, han cantado romances y enhebrado versos al amor de la hoguera. Cuando era niña, mi madre desplegó ante mí el universo de las historias susurradas, y no por casualidad. A lo largo de los tiempos, han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar en la noche la memoria de los cuentos. Han sido las tejedoras de relatos y retales. Durante siglos han devanado historias al mismo tiempo que hacían girar la rueca o manejaban la lanzadera del telar. Ellas fueron las primeras en plasmar el universo como malla y como redes. Anudaban sus alegrías, ilusiones, angustias, terrores y creencias más íntimas. Teñían de colores la monotonía. Entrelazaban verbos, lana, adjetivos y seda. Por eso textos y tejidos comparten tantas palabras: la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración; devanarse los sesos, bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. Por eso los viejos mitos nos hablan de la tela de Penélope, de las túnicas de Nausícaa, de los bordados de Aracne, del hilo de Ariadna, de la hebra de la vida que hilaban las moiras, del lienzo de los destinos que cosían las nortas, del tapiz mágico de Sherezade. Ahora mi madre y yo susurramos las historias de la noche en los oídos de mi hijo. Aunque ya no soy aquella niña, escribo para que no se acaben los cuentos. Escribo porque no sé coser, ni hacer punto; nunca aprendí a bordar, pero me fascina la delicada urdimbre de las palabras. Cuento mis fantasías ovilladas con sueños y recuerdos. Me siento heredera de esas mujeres que desde siempre han tejido y destejido historias. Escribo para que no se rompa el viejo hilo de voz".